Diamen estaba parado frente a la ventana mirándome, deslizo la tela que cubría su rostro, dejándome verlo con una diabólica sonrisa en los labios. No puede ser, solo dos días dejo para que lo pensara y ya nos está atacando.
La sombra estaba a centímetros mío, sus garras a punto de rozarme la cara, pero no se movía.
Sentí un muy conocido rugido fuera de la torre, por la ventana podía ver a Zed tratando de llegar a mí, pero era imposible que entre, la abertura es muy pequeña.
—Dile que se vaya si no quieres que caiga en picada— su sonrisa sínica me hizo entrar en pánico aún más.
— ¡Zed! ¡Busca a Saurs!— sabía que Saurs nunca llegaría hasta aquí, Diamen lograba eso, como hace dos días en mi habitación, nos apartaba del mundo.
Zed fue el único que llego hasta aquí, solo por el hecho de que él ya me seguía antes de que Diamen apareciera. Mi amigo siempre estaba cerca mío, sin importar que. No quiero que le haga daño
Mi mirada estaba fija en la sombra que tenía delante de mis ojos, era realmente espeluznante, además hacia un ruido como si estuviera sufriendo.
—Buena niña— camino por la habitación con sus brazos cruzados detrás de su cintura. El muy maldito disfrutaba asustarme — ¿Sabes que es exactamente lo que tienes enfrente?— lamente no haber leído algún libro que me hablara de lo que el usa para atacarme o asustarme y que ninguna de las clases de Saurs me hablara de eso que me atacaba más veces que Diamen últimamente —eso que te tiene acorralada se llama exspiravir, son almas en pena vagando en nuestro. En otras palabras, las almas de personas que han pecado en su vida —se sienta en una silla a un costado mirando la escena de la sombra enfrente de mí, completamente asustada, con su barbilla apoyada en su mano —me siguen y obedecen porque esperan que las libere del castigo impuesto por dios y así terminar su eterno sufrimiento— ¡Es horrible! Sea lo que sea que haya hecho en vida, sufrir una eternidad obedeciéndolo, es tremendamente cruel —sienten mucho dolor, solo se les recuerda todo lo malo que han hecho, ya no saben lo que es un recuerdo de felicidad— tengo ganas de llorar.
La sombra parecía sollozar y lamentarse todo el tiempo, era muy triste, hasta tal punto que sobrepasa mi miedo las ganas de abrazarla. No pude evitar las lágrimas pese a todos mis esfuerzos porque el demonio que está sentado a mi lado no me vea así de débil. Todos tenían derecho a estar en paz, tanto las sombras como las personas que viven bajo el terror que siembra Diamen.
—Oh, qué pena ¿tanto miedo le tienes que lloras?— es verdad que tenía mucho miedo, pero no lloraba por eso, asique negué con la cabeza —entonces ¿Por qué lloras?— no supe que contestar, no quería hablar con él. Se inclinó hacia donde estaba clavándome sus ojos en los míos, de una manera amenazante —contesta— me quede en silencio hasta que la sombra se movió un poco más hacia mi haciéndome gritar —obedece o mi amigo disfrutara deshacerse de ti por mí.
—Solo me dio tristeza el hecho de que estén sufriendo así, por la eternidad— bien, lo dije.
Me miraba fijo, pero su expresión amenazante se borró, para mostrarme una muy buena de asombro, que no entendía. Pero pronto sonrió volviendo a reclinarse en el sillón.
—Pero mira que interesante— lo dijo con mucha arrogancia, lo cual me molesto —aun así tienes miedo— ¡cómo no temerle! De un movimiento puede arrancarme la cabeza si él se lo pide.
Estoy rodeada de un demente y esta sombra dispuesta hacer lo que dice ¡son dos! Imposible escapar.
—Eso es porque siempre me atacas con ellas, cobarde— murmure eso, pero me oyó.
—Tienes la valentía para decir eso, sorprendente— yo creo que me paso de estúpida, maldita bocota. Afuera podía escuchar aun explosiones y gritos.
—Por favor, para esto— la sombra delante de mí desapareció en un humo negro de golpe.
Camino hacia mí, cada paso que daba fomentaba más mi miedo ¡¿para que abrí la boca?! Se detuvo a escasos centímetros de mí inclinándose para quedar a mí misma altura en el suelo y mi corazón se detuvo.
—Dime preciosa, ¿ya has pensado una respuesta?— los bellos de mi cuerpo se erizaron.
Me vi con necesidad de escapar, aunque sea intentarlo, me matara de todas formas. Sus ojos tenían un brillo precioso, me miraba fijo con una amplia sonrisa que me condeno más en la sensación de asombro, realmente era un hombre hermoso. Pero muy macabro. Termine fijando los míos en él, después de haberme quedado embobada con su sonrisa que borro de golpe. Creo que fueron segundo en los que me perdí en sus pupilas, pero me parecieron minutos ¿Qué demonios me pasaba? ¿Me controlaba? Aun así no sentía ningún tipo de fuerza que me lo obligara. Ninguno decía ni hacia nada, solo nos mirábamos, hasta que algo en sus ojos cambio, se oscurecieron de tal manera que creí que podía cambiarlos de color. Fue maravilloso ver como lo hacía. Pero de pronto volvieron a su color habitual y su entrecejo se frunció, volviéndome a la realidad, despertando de nuevo mi miedo.