Unas imágenes brotaron en su memoria. Vio a un hombre de ojos verdes y melena roja como el fuego que gritaba su nombre mientras otros lo sujetaban. "¡No os la llevéis!" , y se vio así misma de niña.
Se llevó las manos a la cabeza. Le empezó a doler.
Meira hizo acople de valor como pudo, agarró el cuchillo y se abalanzó contra aquella cosa clavándoselo en un costado. El enorme lobo soltó un alarido de dolor y se giró hacia su atacante golpeándola con su zarpa izquierda, lanzándola contra una pared, dejándola incosciente.
Yara agarró por la cola al enorme lobo y con una fuerza sobre humana lo lanzó contra la pared de su izquierda. La bestia quedó aturdida, agitó su cabeza y soltó un gran rugido de amenaza. Miró a esta y corriendo hacia ella está se agachó saltando así por la ventana y desapareciendo sobre los tejados de las casas.
Volvió hacia su amiga quien seguía inconsciente en el suelo sosteniendo con fuerza el cuchillo.
-¡¡Meira!! ¡¡Meira!!. -la joven golpeaba sus mejillas, no respondía.
Al cabo de un minuto la chica tosió y volvió en sí.
- ¿Se ha ido? -preguntó aturdida.
-Sí, tranquila. Te llevaré abajo. ¿Puedes levantarte?
-Lo intentaré. —Meira se puso en pie. - Parecía como si te estuviese hablando y lo entendieses.
- ¿No le oías?
-No. ¿Tú sí?
-Me conocía. Me ha llamado Yara y creo haber tenido una visión. Te sonará extraño pero es como si conociese a esa bestia.
Cogió en brazos a Meira como si no pesase nada aun siendo delgada y la bajó al piso principal ante el asombro de su amiga.
Joe rebuscaba en la sección de esoterismo y fantasía. El bibliotecario se había reído de él cuando este le preguntó sobre hombres lobo totalmente enserio. No obstante, ya tenía una edad como para que le importasen los comentarios o gestos de los demás.
Encontró un viejo libro. Realmente viejo. Con tapas de piel negra descorchada y rotas. Las hojas eran de un papel suave, como los de las biblias y escrito a mano con una caligrafía preciosa. Tenía ilustraciones de lobos, pero todas eran distintas. Lobos normales pero de un tamaño bastante mayor a los comunes, hombres con forma de lobos...todos ellos estaban muy bien dibujados.
No dudó ni tan siquiera en cogerlo, ni buscó ningún otro. Sin saber porque, ese libro resolvería sus dudas. Miró a la pila de los demás libros que había amontonado sobre la mesa, miró al de su mano, que era de muchísimas más páginas que ningún otro y que parecía ser el más serio de todos ellos y se marchó.
El bibliotecario le dijo que ese libro debió dejarlo alguien ajeno a la biblioteca en las baldas de la misma porque no figuraba en el inventario ni en el archivo tampoco, por lo que Joe podía llevárselo sin pegas y sin preocuparse en devolverlo.
Caminaba feliz de vuelta al mesón cuando tropezó con Jessi Valace. Emperifollada como siempre y con un ridículo sombrero de plumas.
-Buenos días Joe. ¿Qué tal la desconocida? Pobre chica, espero que esté bien. ¿Ya sabe el alcalde de su llegada?
-Buenos días, Señora Valace. Todo va muy bien. La joven estuvo en reposo y esta mañana estaba mejor. En cuanto me sea posible yo mismo hablaré con el señor alcalde y le contaré los hechos con sumo gusto y con la joven presente.
-Muy bien Joe. Eso es lo que un buen ciudadano debe hacer. -dijo con su típico tono despectivo, clasista y arrogante.
-Si señora. -respondió sin ganas y con un gesto de su gorro se despidió. -Buenas tardes tengáis.
La mujer soltó un resoplido y marchó.
Cuando ya iba a entrar al mesón por aquella doble puerta de roble Mike le esperaba en la entrada y lo saludó.
-Ey Joe, buenos días querido amigo.
-Mike. Que grata sorpresa. Buenos días. ¿Vienes a ver a la chica?
Pese a ser un fornido hombre, ataviado siempre como un rudo leñador, se ruborizó por un instante y agachó la cabeza.
-Jajaja, eres increíble amigo mío. Podrías matar a un oso con tus brazos o incluso pelear con valor ante cualquier rufián y ahora te sonrojas por una joven. Anda pasa, está dentro.
-Gracias. Llevo todo el día pensando en ella. ¿Está bien?
-Bueno...sí. Pregúntaselo tú mismo.
Joe le dio una palmada en su robusta espalda y ambos entraron.
Meira estaba sentada en una mesa sosteniendo una bolsa con hielo sobre su cabeza mientras Yara la consolaba.
-Señor, ¿Qué ha pasado?
Mike se guardó el saludo ante tal escena y sus ojos se posaron en la preciosa chica de pelo negro y ojos color cielo, con su precioso vestido turquesa y ahora su precioso pelo recogido en una larga cola de caballo.
La joven olió el perfume del fornido hombre y le gustó. Se levantó y fue hacia él. Y como si de un animal se tratarse lo olisqueo de cerca. Su cuello, su pecho…
Mike ante su comportamiento sonrió.
- ¿Hola?... ¿Te gusta mi perfume?
La joven volvió en si como si hubiese sido inconsciente de lo que hacía y se dio cuenta de ello.
-Ohh...perdona, lo siento. No sé qué me ha pasado.
-Tranquila. Soy Mike. -el hombre extendió su mano.
-Yara. -apretó la mano sin darse cuenta de su nueva fuerza y este lo notó.
-Guau, vaya fuerza. Eso es un apretón de manos. Sí señor. -sonrió mientras se agarraba la dolorida mano. - ¿Por cierto que ha pasado? - miró a Meira quien estaba siendo atendida por su padre.
-Nada...me he dado un golpe con un armario. —dijo esta.
Yara comprendió lo que su amiga intentaba hacer y su padre también.
-Esto...Mike, discúlpanos, pero debes irte.
- ¿Y eso? Si acabo de llegar. -preguntó el grandullón.
-Tenemos mucho que hacer para la cocina y demás. Vamos muy atrasados. Vuelve a la noche amigo mío y todos juntos tomamos algo a puertas cerradas. -guiñó el ojo a su amigo mientras lo acompañaba poco a poco hacia la puerta.
-Genial. Os veo esta noche. Hasta luego Yara, ha sido todo un placer. -Dijo Mike sosteniendo la mirada un instante sobre la chica antes de salir.
-Lo mismo... -acabo la frase cuando él ya marchó. -...digo.
-A ver chicas. ¿Qué demonios ha pasado? -preguntó mirando a ambas.
-Siéntate. No lo vas a creer. - invitó su hija.
Joe tomó asiento y Meira le contó lo ocurrido.
- ¡Dios santo! ¿Y se marchó sin más? -estaba extrañado al saber que la bestia se había ido sin matarlas.
-Sí, pero temo que vuelva, venía a por mí. No estáis seguros conmigo. Me iré ahora mismo.
- ¿Pero ¿qué dices? ¿A dónde iras? Aquí estás bien. Podemos protegerte. -dijo él.
-No Joe. No podéis. Es muy peligroso. Mira que le ha hecho a Meira. Marcharé hacia casa de mi tía. Además, yo misma puedo ser un peligro. Ya no soy humana y no sé qué me podrá pasar.
-Está bien, tienes razón...-El hombre se calmó- ¿Así que te llamasYara? Bonito nombre. Lo entiendo y no puedo impedir que te vayas. Pero llévate este libro. Es el único de toda la biblioteca que creo que merece la pena.
Joe le entregó el libro y esta lo observó atentamente.
-Es enorme. -lo puso sobre la mesa y empezó a mirarlo.
Leyó algunas cosas sueltas al azar que le llamaron la atención:
"Un hombre lobo puede transformarse a su voluntad si pertenece a una línea de sangre pura. Se comunican entre ellos mediante la telepatía y viven en grupos liderados por un macho alfa y una hembra alfa".
-Vaya. Es un libro con mucha información. Te servirá de ayuda. -dijo Meira observando el libro y pasando sus hojas.
-Gracias, Joe. Así sabré llevar un poco mejor mi nueva maldición.
-Espero que sigas siendo siempre tu misma pequeña y que no quieran ir a matarte. -dijo triste el hombre mientras le daba un cálido abrazo.
-Papá, ¿Cómo la dices eso? —reprimió su hija.
-Tranquila, dice la verdad. -dijo Yara mientras cerraba el libro.
Ambos la acompañaron hacia la salida. Joe le puso en un zurrón mucha comida para el viaje. Hubo abrazos y deseos de buena suerte mientras se iba alejando del mesón y despidiéndose con la mano.
Nunca olvidaría todo lo que hicieron por ella, pero debía irse, para protegerlos.
Cuando casi estaba a las afueras del pueblo y tras a ver sido observada por todo el mundo como una extraña apestada, se detuvo y olfateó un olor conocido y sonrió.
Miró a su alrededor y tan sólo con su nariz se dejó guiar con los ojos cerrados hasta llegar a una preciosa cabaña a unos 200 metros en las afueras.
Mike Sulivan se encontraba cortando troncos en la parte trasera de su cabaña. Aun siendo principios de invierno, estaba sin camiseta mostrando su musculoso torso. No era muy velludo y sus pectorales y abdominales eran bien visibles y definidos gracias a su piel morena. Su media melena rubia estaba empapada por el sudor que caía hacía sus ojos verdes y era secado de vez en cuando por un pañuelo que llevaba a la cintura.
Cogió otro tronco más y lo colocó sobre el tocón y cuando se dirigía a cortarlo en dos con su hacha Yara apareció frente a él quien se asustó y soltó la misma la cual le cayó en el pie soltando un "augh".
-¡¡Dios, Yara!! Que susto me has dado. Que grata sorpresa.
La joven parecía excitada y aspiraba el olor con fuerza y lo soltaba. Ahora podía oler el sudor del hombre y sus feromonas. Se acercó a este y puso su cabecita sobre el pecho desnudo y se restregaba contra él.
Este sonrió y agarrándola por los hombros la separó de sí.
- ¿Estás bien? -preguntó frunciendo el ceño.
-Sí, muy bien. -respondió con voz excitante y atusándose su preciosa melena.
- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has dado con mi casa?
-Me marchaba del pueblo y bueno... -pensó que decir por un instante ya que decirle que lo había olido sonaría raro. -Escuché como cortabas los troncos, vi la cabaña y por casualidad me acerqué a ver quién era y eras tú. -Narraba mientras daba vueltas en círculo alrededor de Mike muy alegre.
- ¿Te vas? -preguntó él que en ningún momento hacia caso al extraño comportamiento de Yara, el cual le resultaba no más divertido y la veía como un espíritu libre.
-Sí, me voy a casa de mi tía Rosane en Arlen . -dijo deteniéndose frente a él.
-Vaya, siento oírlo. Me hubiese gustado conocerte un poco más. -dijo mientras se ponía su camisa de tela a cuadros, típica de leñador.
-Bueno...podría quedarme un ratito más. -dijo ella mientras lo observaba como si se lo quisiera comer y se mordía sus suaves labios.
-Bueno...estaría bien. Habíamos quedado en el mesón de Joe así que...
- ¡No!, quedémonos aquí tu y yo por favor. Me he despedido de ellos ya. No estaría bien volver. -explicó con su dulce voz y mirándolo con sus ojitos azules.
-Vale. Quedémonos solos entonces. Ven pasa a mi humilde morada.
Mike la invitó a pasar. Al cruzar el umbral depositó el hacha en la esquina derecha del pequeño hall que tenía un arco romano antes de pasar al salón.
Este era enorme y muy rústico. Con una enorme mesa de madera en su centro con cuatro sillas de comedor. A la izquierda una chimenea con su fuego encendido y frente a esta una alfombra de pelo blanco. Tras la mesa un sofá de tres plazas de cuero marrón. Frente al hall desde donde se veía el salón había un ventanal que iba de izquierda a derecha y mostraba la parte trasera de la cabaña que era de dónde venían. Mike la invitó a sentarse en el cómodo sofá y a la derecha del hall estaba la cocina. Lavabo, cocina de leña con tres fogones, incluso un horno de madera pequeño. Le preguntó si quería un té y ella aceptó.
-Se hará de noche, así que mejor que la pases aquí. -dijo él mientras le entregaba el té en una tacita de porcelana blanca.
-No quisiera ser una molestia y no temo viajar de noche. -dijo ella mientras sostenía con sus manos la tacita y miraba a su alrededor observando todo como si de una niña curiosa se tratase.
-En absoluto. No digas bobadas. Además, viajar de noche no es algo aconsejable para una dama.
-No creo que lo que encuentre en un camino oscuro fuese lo más peligroso. -dijo sonriendo pensando en su nueva fuerza.
-Entonces ¿No te quedarás a dormir? No pienses que soy algún tipo de pervertido ni nada por el estilo. Yo dormiría aquí en el sofá y tú en la habitación. Mañana puedes salir temprano si quieres.
Por un instante la joven chica lobo pensó que no era tan mala idea. Se asomó a una de las ventanas y observó el cielo. Vio nubes que avecinaban tormenta y se miró el precioso vestido pensando que sería una lástima estropearlo.
-Ummm...vale, me quedaré encantada. Y no digas bobadas Mike. ¿Tú un pervertido? me preocuparía más por mí que últimamente estoy alterada. -río
-Perfecto entonces, voy a prepararte la cama.
La habitación de Mike estaba en el segundo piso, que era un rellano y no una planta entera con habitaciones. Al acabar las escaleras dabas a la supuesta habitación con su gran cama doble, un armario ropero enorme, un par de mesitas de noche y una mesa escritorio. Cambió las sábanas y le ofreció una de sus camisas para que la usase de camisón, pues él era tan corpulento que casi le sirvió de mantita.
Charlaron un rato sobre la vida de él. Este le contó resumidamente su última relación y como su ex-mujer le engañó con su mejor amigo y como Mike acabó en aquél pueblo por marcharse de allí donde vivía. Charlaron de otros temas hasta que anocheció.
La joven empezó a tener sueño. Bostezó, se frotó un ojo y se despidió con un "buenas noches" mientras subía a descansar a lo cual Mike respondió de una manera que a ella le gustó:
-Dulces lunas. -dijo él mientras la observaba subir con elegancia y cierta sensualidad.
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Editado: 26.03.2020