El Ultimo Deseo De La Ex

CAPITULO 8: La Playa y el Adiòs.

 Se hincó para levantar a Samara, la cual estaba casi sin respirar, y solo dijo:

— Vamos a la Playa león, por favor.

Él accedió enseguida al verla incorporarse como si no sintiera dolor alguno, pero sabía que sí lo sentía.

Salieron del lugar juntos hasta llegar al carro, y con sus manos temblorosas lo encendió y lo puso en marcha a la playa de San Jacinto.

No podía creer que el camino se alargaba tanto, no recordaba la playa tan lejos de la biblioteca, antes se iban caminando y llegaban demasiado rápido, pero, en este caso era el miedo el cual lo estaba controlando y él lo sabía, lo presentía. Su miedo no era solo que ella moriría, su miedo era también la niña, no terminaba de asimilar que ella quedaría con él.

Al fin pudo visualizar la playa, y estacionando el carro donde era debido, fueron caminando lentamente hasta llegar a un árbol caído hacia la playa, en el cual decidieron sentarse y mirar el atardecer.

—Fue aquí... — habló Samara, la cual tuvo un intento de interrupción de parte de león, pero no dejo que la callase, necesitaba hablar—. Fue aquí, Ariel, donde le di el primer beso a tu papá... donde por primera vez nuestros labios se juntaron... fue una tarde especial, era la mejor hasta ahora, que regreso contigo y con él...

 

AÑOS ANTES...

 

— Sabes que papá me va a matar si esta gente chismosa le dice que me vieron con un chico en la orilla de la playa a pleno atardecer — Reprochó Samara mientras se sentaban.

—Cállate mi niña, mejor vamos a comer y luego nos vamos, no te preocupes por eso vale — La intentó calmar luego de sentarse.

— Mamá si sabe de tu existencia, pero mi papá no, me mataría si llega a saberlo...

—Espera, espera, ¿quiere decir que tu mamá si me acepta?

—Sí, ella dice que ella también tuvo un amor de colegio y que eso es muy lindo, y que luego se me pasaría. Pero yo sé que esto no se me va a pasar león, yo siento que siempre te voy a querer.

Sus palabras eran sinceras, se podía ver en sus ojos. En los ojos de ambos.

Dicho eso, se le acercó hasta tocar sus labios y sentirse más cerca que nunca, llenos de inocencia y amor.

 

PRESENTE...

 

— Pero Ariel, quiero pedirte... —le interrumpe la fuerte tos y le sale sangre de la boca, la cual se la limpia con su paño—. Quiero que seas buena niña, por favor, y cuides mucho de León. Y si llegas a tener hermanito, que es lo más seguro, promete que también cuidarás de ellos. Porque tú eres una buena niña.

Ariel lloró luego de prometerlo y darle un fuerte abrazo, pero ella siguió hablando:

— Y tú, león, promete que siempre cuidarás mi niña linda, mi... Ariel

— No tengo que prometerlo Samara, es también mi hija, así que lo haré porque la amo.

—Esperaba todos los días que me llamaras para preguntarme si estaba bien, león, pero nunca lo hiciste. Cuando le hice prometer a la abuela que no te dijera nada, me arrepentí, quise decirle que lo hiciera, pero ya había llegado... a casa... pero estaba feliz cuando tu fuiste a estudiar, pero... siempre esperaba que me llamaras. Cuando Ariel cumplió... cumplió 1 año, quise traerla a la Abuela, pe-pero fue ahí cuando empezó este tormento, que gracias a Dios... ya termina. Promete que cremarán mi cuerpo, y que mis cenizas las tenga Samara hasta que ella se sienta lista para dejarme ir, y que venga a esparcir mis cenizas aquí en esta misma playa. Sabía que te alegrarías igual que yo, por eso quería que me llamaras, y, talvez así decidirías esforzarte más pe... pero fui muy cobarde...

— No, yo fui el cobarde, Samara, y te pido perdón por eso, por irme y no pensar en que te dejaría con el corazón destrozado. Por pensar solo en mí. Por perderme de los momentos importantes de nuestra hija. Perdón Samara, perdón mi niña linda — trata de no llorar, pero su voz era entrecortada por el nudo en su garganta.

— "Mi niña Linda" ... gracias por volverme a decir así, Mi niño... — Sonrió Samara.

Su sonrisa fue disminuyendo lentamente, hasta solo quedar su rostro pálido con una leve sonrisa marcada en él.

El brillo en sus ojos se habían ido, las estrellas que los iluminaban se habían apagado. Su corazón había dejado de latir, y León lo sabía, por lo que dejó salir unas lagrimas las cuales corrieron por sus mejillas húmedas de sudor.

En cuanto Ariel vió eso, entendió que su madre ya se había ido de este mundo, por lo que no pudo resistir a preguntarle a León:

— Papá... ¿mi mamita ya se murió?

A cuya pregunta él asintió con la cabeza sin mirarla a los ojos, y enseguida su cuerpo fue estremecido con el llanto de la niña aferrándose al cuerpo ya sin vida de Samara, aquella que se propuso hacer feliz a su niña antes de morir. Y que la muerte ya le había besado, quitándole así, su último aliento de vida.

Cargó su cuerpo hasta el carro, llevándola así hasta un hospital, donde confirmaron su muerte, y Ariel no dejaba de llorar en los brazos de su papá.

El miedo que tanto tenía ya lo había abrazado, la niña se quedaría con él y sería padre responsable con ella.

Cuando llegaron a la morgue, le preguntaron que si le haría sepultura o cremación a lo que respondió que la cremación era obligatoria.

Y así fue, la cremaron y le entregaron las cenizas a él, llevándola con ellos de vuelta a casa, donde le esperaba una gran disputa, y muchas preguntas por responder.

Viajaron de regreso esos días nuevamente, hasta que, al llegar a la casa de su prometida, esta le vió y enseguida corrió hacia él llena de emoción, dándole muchos besos, y mirando a la niña, y le preguntó:

—¿Ella quién es?

—Eh... ¿podemos hablar a solas un momento? — Le preguntó algo nervioso.

 

****

 

— ¿Cómo que tu hija, León? — Le preguntó un poco sonrojada de rabia mientras estaban en la habitación de ella— Tenias una hija y nunca me lo dijiste.




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