La prueba sería en pocos días, quizás en honor a su viejo amigo Víctor o tal vez por que tenía algo de fe en el muchacho, Josias le encargó a su mayordomo darle algunos libros de náutica y de supervivencia. Sólo entregarlos, aunque no sabía si el chico sabía leer o no, desde ya tendría que buscar una solución, una manera de probar su compromiso y a la vez su inteligencia también.
Le ordenaron dormir en un pequeño establo que estaba en la parte de atrás de la mansión, era común que los niños tuvieran pulgas y otras cosas, cosas que ni el servicio, ni el capitán querían comprobar. Extrañamente la casa Shadid, a pesar de ser hogar de un hombre de mar, tenía un estricto plan de higiene, sin embargo tanto Josias como sus empleados mantenían una escasa higiene personal, como lo dicta la tradición; un baño por año.
A Kayden no parecía disgustarle, ni agradarle, simplemente era algo normal, a raíz de eso seguramente mucho de sus amigos de infancia no pudieron sobrevivir a su niñez, sorpresivamente todos los hijos de Frank y Victoria, crecieron fuertes y sanos, claro con la excepción de Kayden, quien es muy sano pero no tan fuerte.
Un libro sobre cómo aprovechar los vientos del mar Ozu, mantenía despierto a Kayden hasta altas horas de la noche, solo con una vela casi desgastada iluminaba el frío establo. Truma tenía un clima agradable, aunque por las noches, el frío proveniente de las montañas acompañaba el plácido sueño de los habitantes de la ciudad.
—Joven...—susurró Mary, la mayor de las dos empleadas del Capitán—. Joven veo que sigue despierto, no es recomendable que ilumine a estas horas de la noche, puede atraer espíritus.
Aunque Kayden no creía en espíritus, si le temía a dormir solo a la intemperie, le atribuía los espantos a la iglesia como otra artimaña más para mantener asustadas a las personas, pero los ladrones y bestias si eran muy reales, aun así apagó la vela.
—Este... ¿Mary? ¿Puedo llamarle así?
—Si joven, por supuesto.
—Sé que es abusar de su hospitalidad pero... ¿Podría dormir en algún lugar dentro de la casa?
—Verá joven si permito eso, puede que el señor...
—¡Pero yo me devuelvo al establo antes del amanecer! El capitán no se enterara. Es la primera vez que duermo lejos de mi familia...
Al escuchar la voz desilusionada de Kayden, Mary no pudo evitar sentir empatía por aquel niño que le tocaba cambiar su mundo por completo de un momento a otro.
—Hay cuarto de empleados desocupado, queda cerca de aquí, pero si no despiertas para antes del amanecer, nos causará muchos problemas.
—¡No se preocupe señorita, le aseguró que no pasará!
El sol se asomaba desde la costa, alcanzando con su luz la única ventanilla del cuarto de empleados. Parece ser que la palabra de Kayden ya estaba puesta en juicio, pues ya había salido el sol hace un buen rato, y el chico seguía en los brazos de morfeo en aquella improvisada cama hecha de paja. Pero todo ese pequeño placer se terminó cuando literalmente un balde de agua fría lo trajo de vuelta al mundo real.
—¡Despierta chico! El señor ya se levanto, y si te ve aquí nos mata a todos —advirtió Celia, la otra empleada del Capitán Shadid.
Aun con el sentimiento de estar ahogándose, el chico se levantó rápidamente. Salió con mucha cautela después de agradecer tan sutil, pero efectiva, forma de despertarle. En ese momento se arrepentía de no haber dormido bien los últimos dos días, pero lo que no sabía es que sus noches de dormir plácidamente se habían terminado.
El patio estaba vacío, y aprovechando que no había nadie cerca, y si lo encontraban en el patio ya no sería un problema, el chico aprovechó para disfrutar de esos "pequeños momentos de felicidad" , como le gustaba llamar a esos lapsos de tiempo donde se quedaba totalmente estático y perdido en sus pensamientos.
Victoria prefería llamarle "Despistado", pero la verdad era que Kayden disfrutaba de admirar la belleza de la naturaleza. Ese patio que, el día anterior se había convertido en un campo de batalla, hoy deslumbraba de brillo; las gotas del sereno en las bellas plantas que adornaban las vallas del lugar, el césped bien cuidado, el color dorado de la paja de los muñecos de práctica de tiro, los caminos de piedra que conectaban la casa con el establo, el sol bañando de una luz un poco naranja el valle de las montañas y la nieve que se veía en su punto más alto, una infinita paleta de colores que no cualquiera sabía apreciar.
Y aunque le hubiese encantado también describir en su mente los olores y el agradable calor de los rayos del sol en la mañana, el capitán hizo presencia, saliendo del establo.
—Eh inútil ¿Perdiendo el tiempo desde tan temprano? Aún no has limpiado los establos.
“¿Limpiar los establos, se ha vuelto loco?”
—Apresúrate a limpiar los establos si quieres comer, esto no es un orfanato, trabajaras con mis bebés, ¡Y más te vale tratarlos bien, o tú serás su cena hoy!—advirtió el capitán.
—¡Sí señor!
Kayden no entendía como ese viejo obstinado podía infundir tanta autoridad y terror, asumió que sería por su trabajo, después de todo era un capitán, y ellos tienen que dar miedo, se convenció de eso y corrió hacia los establos.
La noche anterior tampoco había podido observar bien a los semejantes corceles que poseía el capitán; una yegua de un pelaje tan blanco como la sal, tan increíblemente suave, que parecía irreal, a su lado un pequeño potro, y al igual que su aparente madre, su pelaje blanco comunicaba elegancia, pero a diferencia de esta, el pelaje del pequeño brillaba con intenso color dorado, como si estuviese rociado con gotas de oro. Una imagen increíble donde el "despistado" Kayden volvió a perder varios minutos de vida observando la escena, al igual también perdiendo el motivo por el cual estaba ahí. Luego de rebuscar en su memoria recordó la orden, y como si alguien lo empujara desde su espalda, se apresuró a la labor de limpieza.