El Último Hechicero

Capítulo 10

Durante toda su vida le había costado integrarse a la sociedad y poder adaptarse. Siempre estuvieron allí presentes la indiferencia por parte del resto y su propio capricho por hacerse notar como así también el desprecio de su hermano y de muchos de los que creía su propia clase. Algo tenía y ahora comprendía que ese algo era que él era diferente.

Lyre no continuó con su lectura y tampoco descansó, sino que dedicó mucho tiempo de sus horas de sueño para responder a cada una de las preguntas de Sullivan.

—Ahora comprendo por qué instruías a Wheeler —dijo de pronto con tono comprensivo.

—No era un absurdo capricho mío. Me hubiese gustado tanto entrenarte... —Lyre acomodó su garganta y luego tosió—. Pero si alguien hubiese sabido de tus talentos no dudaría en sospechar lo que eres. Mira la situación en la que te encuentras ahora. Lamento tanto que hayas tenido que vivir siempre al margen.

—Ahora por fin comprendo y quiero que me disculpes si alguna vez fui rebelde —murmuró con la cabeza agachada como si se avergonzase de ello—. Era porque no sabía.

—Quiero que tú me perdones a mí —pidió Lyre—. Te he engañado todos estos años y no hay un solo día de mi existencia en que no me pese. Creí que después de esto... me odiarías —añadió con un cansancio manifiesto en sus palabras.

—No podría odiarte. Ni a ti ni a mi madre. Jamás.

—Me reconfortan tanto tus palabras —suspiró—. No puedo creer que el destino te tenga preparado un nuevo designio.

Mirando a su padre comprende el poco parecido físico que tuvo con su familia y de repente se siente abatido. Su padre luce en su rostro un color tan pálido y amarillento que ya no le recuerda ese color de tez blanca que le caracterizaba junto a sus rubios cabellos que tan prolijamente cuidaba. Su mandíbula cuadrada trata de esbozar una sonrisa y sus antes ojos inquisitivos y de mirada fría parecen proporcionarle ternura en el modo de contemplarle. La misma ternura que le brindaba Demelza cuando acudía con este tipo de interrogantes. Ella tenía los cabellos tan rizados y castaños tal como los había heredado Wheeler. Siente una angustia tan grande ahora que su padre está en grave estado de salud y debe abandonarle para proteger su propia integridad. Todavía no puede entender cómo es que pudo aguantar y haber tolerado hasta hoy vivir con semejante mentira.

—Eres el hijo que siempre quise y lamento todo lo que sea que haya pasado entre Wheeler y tú —decía Lyre con profundo dolor.

Sullivan asintió lentamente y estrechó con fuerzas la frágil mano de su padre.

—Debes marcharte —su voz de pronto cambió con exigencia.

—Pero...

—Le prometiste a este viejo que lo harías —añadió con firmeza.

—¿Adónde iré?

—Sé que sabrás cuidarte. Ojalá yo hubiese sido quien te hubiera enseñado más cosas que Nelson —brindó una sonrisa para continuar diciendo luego—: También estoy agradecido con él. Te forjó a su manera. Aunque algo ruda y rústica, pero hizo de ti alguien hecho y derecho.

Sullivan escuchaba atentamente todas las palabras con las que su padre se dirigía hacia él y podía encontrar evidencias de emoción en su voz. Él también estaba así y no sólo porque fuera producto del momento, pues pronto, nunca más se verían.

—No podrás huir frente a ellos —dijo alejándolo de sus pensamientos—. Sospecharán. Nadie, ni siquiera Wheeler y mis más allegados, saben de un pasadizo oculto en mi despacho—reveló por primera vez en su vida—. Por el podrás huir. Tan sólo aparta el cuadro de Demelza y huye. Te conducirá a los jardines traseros.

—¿Nadie más lo sabe? —preguntó Sullivan asombrado.

—Nadie. Nadie que viva —respondió con seguridad—. De allí en más la decisión estará en tus manos. Pero te sugeriría que huyeras y no intentaras contactar a Nelson. Nos vigilarán a todos, incluyéndome. El secreto de tu escape estará a salvo conmigo.

—Gracias, padre —dijo conteniendo las lágrimas ante la inminente despedida—. He oído pocas cosas sobre los hechiceros. ¿Algún consejo? —preguntó cambiando de tema para así ocultar la fragilidad en su voz.

—Yo no me atrevería a buscarlos si eso es lo que piensas. Has vivido demasiado como un Hart. Podría disgustarles.

«Tiene razón» pensaba Sullivan. «Pueden considerarme su enemigo».

Lyre suspiró.

—Como me hubiera gustado morir dejando todo en orden.

—Dejas el reino con un importante balance económico. El mejor de todos los siglos —añadió Sullivan, pero de pronto recordó—: Por cierto, me gustaría que le des un buen uso a mis ahorros.

—¿Ahorros? —preguntó Lyre arqueando una ceja.

—He estado guardando dinero y está en mi habitación. Puede ser útil para... tal vez donarlo. Quizás al Odeum o a alguien desamparado que lo necesite.

—Lo tendré en cuenta y veré qué puedo hacer —dijo Lyre orgulloso una vez más por el buen corazón de Sullivan para luego añadir—: Creo que ya es hora de que te marches.

—Te extrañaré a ti y a todo este lugar que fue mi hogar —prometió Sullivan repasando cada uno de los detalles de la habitación de su padre para que quedaran impregnados en su memoria.

—Yo también, hijo.

Sullivan abrazó a su padre y este no se resistió a pesar de que era reacio a las muestras de afecto. Ese sería el último abrazo que registraría Sullivan en su memoria y el último contacto que tendrían. Ahora un nuevo desafío se presentaba para él: sortear adecuadamente el camino para huir por los jardines.

«Al fin y al cabo todas las enseñanzas de Nelson habían resultado útiles» pensó Sullivan. Llevaba ya un día y horas lejos del castillo y sin saber de su padre. Tan sólo podía recordar cómo había salido de allí en la oscuridad de la noche alejándose y construyendo un sendero en la maleza con el filo de su cuchillo.

Durante su escape por las habitaciones un criado le había visto pero confiaba totalmente en que no diría nada o si lo diría fuera tan sólo a su padre. Cuando con el mayor sigilo que pudo comprobó que en los alrededores no había guardias se adentró en el despacho de su padre. Allí con mucha emoción una lágrima se le escapó no sólo por el dolor que le provocaba la huida de su propio hogar sino por todos los recuerdos que dejaba atrás. Se detuvo un momento a ver como acostumbraba el retrato de su madre para con curiosidad comprobar que realmente existía un lugar secreto detrás. Bajó en plena oscuridad y con precaución por las estrechas escaleras hasta llegar a una espesa planta trepadora. La atravesó y así fue como llegó a los jardines luego de haber bajado un largo recorrido de escalones.




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