Era consciente de que en cualquier momento podía derrumbarse sobre el suelo, pero su firme propósito de avisar al clan y contar lo que sucedió con Wilty, le daban fuerzas para continuar.
Estaba demasiado oscuro y hasta temió perderse en gran parte del recorrido, pero encontró despejado el camino sobre el cual, quizá Wilty, hubo desmalezado. Eso le proporcionó una gran ventaja para avanzar más rápido hacia su objetivo.
Entre las penumbras, distinguió el acceso a la cueva por la cual se introdujo. Una vez allí, fue sosteniéndose de las paredes al primer lugar que recordaba: el comedor.
«Ojalá estuviera alguien allí» pensó Sullivan dolorido. Abrió la puerta y el sonido de mujeres charlando lo alivió. Se encontró con Cleantha y Nara.
—¡Sullivan! ¡Has vuelto! —exclamó Cleantha acercándose, aunque fue cambiando su júbilo al verlo malherido—. Nara, ayúdalo mientras busco medicinas.
Nara asintió y lo ayudó a llegar hasta la que era su habitación. Sullivan sostenía su herida, que, aunque no sangraba mucho, le preocupaba por cómo dolía. Entrecerraba sus ojos y sintió debilidad, una debilidad mucho más fuerte comparada con no comer durante días.
—No te duermas —dijo Nara.
Ella lo ubicó en la cama sobre la que pasó sus últimas noches antes de huir y le secó el agua de lluvia de sus cabellos con un paño limpio. Luego apareció Cleantha. Ambas se encargaron de curarlo y vendarlo.
—¿Qué te paso, Sullivan? —le preguntó Cleantha.
—Me encontraron, y... asesiné a alguien —confesó y ella lo abrazó—. Además...
—Tranquilo. No hables más. Estás herido.
—Wilty... Él murió... salvándome.
Nara se incorporó de la silla. Se había mantenido al margen y en silencio hasta entonces. Abandonó, sin decir nada más, la habitación.
—Wilty. No puede ser. Ay, pobre Wilty.
—Se sacrificó por mí y ahora ya no está.
—Shh. Creo... creo que deberías descansar... Mañana estarás mejor y hablaremos de esto. Descansa —dijo Cleantha saliendo de la habitación.
Sullivan se durmió con un gran pesar en su corazón. Se había enfrentado a la muerte y la había experimentado frente a frente como nunca antes desde aquella vez que vio a Wisym asesinar.
En los días siguientes, Sullivan se hallaba más recuperado y en ocasiones podía levantarse de la cama y dirigirse hasta el comedor. Allí captaba el interés de todos los presentes, pero sobre todo del líder, don Bell. No conocía mucho sobre él y no habían cruzado más que unas cuantas palabras, aunque cada vez que lo veía, él le sonreía y, en aquellas oportunidades en que conversaban, él le rehuía.
—Sullivan —lo abordó aquella mañana en el comedor—. No sé si ya estés preparado para contarnos lo que ocurrió, pero Cleantha y yo queremos hablar contigo sobre algo.
—Sí, don Bell. Estoy preparado.
—Nos reuniremos al atardecer en el salón. Te esperaremos.
Sullivan se hallaba en su habitación pensando sobre que podría decir ante todos ellos reunidos. El día que tanto había meditado y en el que debía contar como habían sucedido los hechos había llegado. Escogió bien sus palabras y esperaba que ellos comprendieran su actuar. Miró su abdomen mientras se vestía para la reunión. Su herida era ahora una fea cicatriz que se añadía a las que ya tenía. Terminó de vestirse y se dirigió hacia allí.
—¡Adelante! —era la voz de don Bell.
Era la primera vez que ingresaba al salón. Pensó que estarían todos reunidos, pero sólo se encontró a don Bell y Cleantha. Ella le sonrió.
—Toma asiento.
—Yo... —comenzó a decir Cleantha, pero su padre le tocó el hombro interrumpiéndola.
—Sullivan... quiero decirte que parece que el cielo oyó mis plegarias. Después de haberte buscado incesantemente, regresaste a nosotros. Tu familia. Como debe ser.
—¿A qué se refiere don Bell? —preguntó Sullivan.
—Voy a contarte algo... Cuando aún mi esposa vivía, teníamos un bebé, que era hermano de Cleantha. Ese bebé no se perdió. Nos fue arrebatado de nuestras manos porque era especial, muy especial. Tan especial que era un auténtico hechicero...
—Pero todos ustedes son hechiceros. Este es el clan de los hechiceros —interrumpió Sullivan.
—Durante generaciones, la magia se fue perdiendo entre nosotros. Diluyendo con el paso de los años y, a causa de la rivalidad con el reinado de Babhur, hemos perdido nuestro potencial mágico. Mi hijo era tan importante que fue secuestrado. ¿Por quién? No lo sé. Tal vez un espía, tal vez un sicario que no logró su cometido. Porque ese bebé era alguien que pondría en desventaja ese reinado. Pero lo bueno es que te encontramos. Tú eres ese hechicero.
Sullivan se sintió confundido. Pestañeó y miró hacia Cleantha, quien asentía con lágrimas en los ojos. Desde el primer momento que la vio, sintió una conexión especial con ella. Se acercó a abrazarla y ambos se fundieron en un abrazo muy emotivo a causa de la verdad y de esa emoción que ambos sentían al verse. Sin embargo, Brydam viendo con adoración la escena, se mantuvo distante. Aún no se perdonaba el gran daño que le causó a su hijo.
—Estoy sin palabras —dijo Sullivan emocionado.
—Yo también —agregó Cleantha—. Pero siempre tuve una ligera sospecha desde que te vi por primera vez cuando Wilty...
—¡Wilty! —interrumpió Sullivan—. Hay algo sobre él que precisan saber.
—Soy todo oídos, Sullivan —dijo don Bell.
—Él murió defendiéndome.
—Escucha, Sullivan... Él te castigaba porque estaba bajo mis órdenes, pero cuando no estuviste aquí, se lamentaba y fue el primero en ir a buscarte. Todos regresaban al atardecer, pero él no volvía, porque seguía buscándote.
—¿En serio? ¿Él hizo eso? ¿Él me busco así?
—Sí —se hizo un breve silencio, pero don Bell continuó—: ¿Sabes quiénes fueron los que te atacaron?
—Fueron amigos de mi... Wheeler... Hijo del rey. Odia a los hechiceros. Antes de huir, supe que tenía pensado deshacerse de mí, por eso mi padre me pidió que huyera.
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Editado: 26.04.2024