El último movimiento

Desesperado

Al salir de Kingsway, junto con Alex tomamos un taxi directo a casa. El entrenador nos había advertido por mensaje la suspensión de todas las actividades de la escuela, sobre todo las que terminan más tarde. Es lo más lógico que no quisieran exponer a estudiantes y maestros por todo lo que está sucediendo.

Despidiéndose con apuro y como siempre, Alex insiste en apearse antes que yo. Llegué a casa con una miscelánea de sensaciones. Por una parte, preocupado por Nate y el encuentro con su hermana; y por otra, sobreexcitado por la charla con Emy. Esa agitación es la que insisto en encubrir de mamá, no quiero ser sometido a su interpelación, porque sé que de una u otra forma va a dar con el motivo de mi sentir.

— ¡Llegué!... ¿Mamá? — quedamos de cenar juntos y esta vez sí llegué a tiempo.

No obtengo respuesta y al marcarle, tampoco contesta su teléfono. Voy a su habitación a ver si se había dormido como en otras oportunidades, pero no está. Recorro toda la casa sin éxito, simplemente ha desaparecido. Esto es muy extraño, porque mamá siempre me avisa cuando sale de casa. No es que quiera mantenerla bajo un constante control o algo por el estilo, solo es algo que acostumbramos a hacer el uno con el otro.

Bajo con prisa, preocupado, tomo mis llaves de la mesa de arrimo y abro la puerta para ir a casa de Alex y pedirle que me ayude en la búsqueda por el sector. Esto no puede estar pasando, tengo que…

— ¡George Henderson! — la entonación me hace dar un pequeño salto y como consecuencia, suelto las llaves — ¿dónde vas con tanta prisa?

Cargada de bolsas que le dificultan caminar, mamá obstaculiza mi ruta hacia la casa de Alex.

— En su búsqueda señora ¿usted cree que puede salir sin avisarme? — le quito de las manos unas cuantas bolsas para aliviar su indudable incomodidad — jamás vuelvas a hacerme esto, hiciste que me preocupara ¿dónde andabas?

— Haciendo las últimas compras para la cena. Creí que llegarías más tarde, por eso no te dije nada.

— Esta bien, en realidad debí avisarte cuando venía de camino.

Preparamos juntos la cena. El poutine es uno de mis platos favoritos, así que rápidamente saco unas cuantas papas que estaban entre las bolsas que entramos para cortarlas, mientras mamá hace lo suyo con la salsa de carne. Apenas nos sentamos y antes de que me pregunte cualquier cosa, le cuento, no con detalles, como estuvo mi día: que nos juntamos con unos amigos en el centro comercial; que hoy Alex había comprado todo para los tres, llegando a la preocupación que mantiene toda la ciudad por estas misteriosas desapariciones.

— ¿Qué será de esas pobres muchachas? ¿estarán bien? — pregunta mi madre mientras coloca el queso sobre las papas recién fritas y enseguida vierte la salsa de carne caliente.

— Pero seamos optimistas, no supongamos lo peor. Piensa en cómo deben estar sus familias.

— Tienes razón. Pero de todas formas me pregunto qué pasará por la mente de una persona que sea capaz de hacer algo así. Por más que lo pienso no llego a otra conclusión de que o es alguien desquiciado o bien alguien desesperado por dinero y en algún momento pedirán recompensa.

— ¿tú crees? Yo pienso que el asunto va por otro lado. He estado leyendo varias investigaciones que hay publicadas en el sitio web de la policía y este patrón de desapariciones es algo que no se había visto nunca en la ciudad. Por lo mismo ha captado mi atención más de lo que debería, supongo que por lo extraño del asunto.

Durante la cena conversamos gratamente de situaciones de la vida cotidiana, como el poco tiempo que me va quedando en la escuela y mis proyectos a corto y largo plazo; el trabajo de mamá, del que por cierto no me cuenta mucho y yo tampoco pregunto, porque para ambos de esa forma hasta ahora nos ha resultado bien; de la llamada que mantuvo en la mañana con Hayden y cómo le ha ido con Mia y con el ascenso que tuvo en su empleo.

Definitivamente no hay plato mejor que el poutine, después de haberlo probado en Eteria en una de las salidas que tuvimos con mamá, el sabor de las papas con el queso derretido y la salsa de carne nunca se fue de mi mente. Terminando de cenar, dejo todo en su lugar y tras mostrarle mi gratitud y desearle un buen descanso a mi madre, subo a mi habitación y abro mi bolso, saco de él los cuadernos que utilicé el día de hoy en la escuela y hago un repaso de cada clase para no olvidar nada. Son las once menos cuarto y me acomodo para descansar, instante en el que me llega un texto de Alex donde me indica que mañana pasará por mí junto a su padre, por lo que nuevamente programo la alarma a las seis con treinta. Esta vez estaba decidido que el tiempo sería mi aliado, el Sr. Pearson y mi amigo no iban a sorprenderme otra vez.

Cuatro y medio fueron los minutos que estuve esperando, antes de que se estacionara el vehículo frente al jardín de mi casa.

— Estaba listo hace rato — digo jactancioso antes de saludar.

— Hola galán — misma frase del Sr. Pearson.

— ¿En serio Alex? — mi amigo cierra los ojos y esconde la cabeza entre los hombros sin decir absolutamente nada.

Llegando a la escuela, desde el interior del auto me percato de que Nate nos espera en la entrada, se ve tan preocupado como ayer al partir de Kingsway y con justa razón. Nos comenta que no ha visto a Michelle desde su encuentro ayer en las afueras del baño en el centro comercial. Tampoco había llegado a casa.




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