Alfred arrugó el ceño ante las palabras de su padre, esta cansado del mismo sermón cada vez que en casa preparan una fiesta para el nuevo año.
Siendo el menor es el hijo caprichoso y mimado por su madre, una buena mujer beta de expresión dulce y paciente. Su padre, un alfa que en su tiempo fue considerado uno de los más sagaces en los negocios y fuente de virilidad no puede soportar que su joven hijo de veinte años malgaste su vida en sus amigotes y en fiestas con mujeres.
Alfred es un beta, aunque en tamaño es más bajo que el promedio, su metro setenta y seis lo confirman, mientras sus hermanos mayores alcanzan el tamaño del metro noventa, sigue teniendo fe que sus huesos aún deben estirarse más. Sería insólito que, siendo el hijo de los mismos padres, y siendo los tres betas, tengan una diferencia de altura tan considerable.
—Sí, lo sé padre —masculló de mala gana antes de soltar un suspiro desanimado.
—Debería mandarte al campo a vivir con tus tíos, haber si así maduras —reclamó su padre cansado.
Alfred se levantó de su asiento como un resorte que acaban de soltar.
—Ten fe en mí, voy a comportarme, solo es que ese tal Heriberto me colma de paciencia —dijo apretando los dientes mientras camina de un lado a otro—. ¿No recuerdas lo que dijo la última vez?
Su padre no respondió, solo tensó su mirada.
—¡Oh miren! ¡Hay duende aquí! ¡Ah, pequeñín ¿No has crecido nada? ¿Tú mamá no te daba biberón? —dijo imitando a ese Alfa que es admirado por todo el mundo excepto por él.
El hombre mayor solo suspiró, en verdad no entiende al menor de sus hijos, los dos mayores son su orgullo, uno graduado con honores como abogado y que actualmente trabaja en uno de los bufetes más respetados del país, y su otro hijo un oficial de aviación condecorado y que ha participado en peligrosas misiones.
En cambio, su hijo menor, luego de salir de la escuela con un promedio mediocre no hace nada más que divertirse y beber, malgastar dinero y beber, meterse con mujeres y beber.
Si no lo detiene ahora antes de los veinticinco terminará por pudrírsele los riñones. Además, no entiende de quien heredó esa imaginación, todos ven a Heriberto Kalser como un ejemplo para la juventud, un alfa, estudiante universitario, graduado con honores, que trabaja junto a su padre con excelentes resultados, y que será por ello el futuro heredero de la empresa.
Comparado con su hijo lo hace sentirse deprimido. Y no es porque su hijo carezca de cualquier talento, su rostro es muy bonito y atractivo, pero si saliera al mundo por sí solo se moriría de hambre, lo único que sabe hacer es malgastar dinero.
Suspiró sin dejar de pensar como Alfred pierde su tiempo en inventarse historias de Heriberto, aunque desde niño es así, acusando falsamente que aquel lo empujaba, golpeaba, se burlaba, etc. No es más que la envidia que aquel joven alfa despierta en todo quienes lo ven. A pesar de cargar con el peso de ser un alfa que nunca tendrá descendencia ha logrado destacar llamativamente en todos los aspectos que son considerado idóneos para un futuro y próspero hombre de negocios.
Alfred resopló con fastidio, su padre tampoco le cree ¿Es que acaso todos ven solo el lado maduro y servicial de ese maldito alfa?
No solo lo ha provocado en cada fiesta con sus burlas por su tamaño sino además cada vez que ha logrado su objetivo de alterarlo finge no haber hecho nada provocando que todos culpen al caprichoso y mimado hijo menor de los Valtense.
Y ahora su padre le advierte por su comportamiento en la fiesta siendo que él solo responde a la provocación de Heriberto Kalser. No es justo, quisiera patear a alguien mientras camina con sus manos apretadas hacia el jardín.
Se supone que los betas deben destacar más que los moribundos alfas. Con los betas se sabe que habrá descendencia, contrario con los alfas que al casarse con una mujer alfa o beta tiene un 60% de probabilidad que sus hijos nazcan alfas pero enfermos y no sobrevivan más allá de los cinco años. Y el otro 40% que sean niños sanos, pero betas acabando con la herencia del liderazgo y control que los alfas poseen.
En la actualidad, un beta es mejor que un alfa ¿De que sirve alguien que a pesar de tener muchos talentos no puede heredarlo a sus hijos porque dichas características son propias del genero secundario y no herencia genética?
Alfred es feliz siendo beta, aunque no destaca en nada. Es perezoso, holgazán, los números lo marean, las letras le causan nauseas, no le gusta estudiar ni esforzarse en nada. Hasta sus mismos profesores privados prefirieron renunciar ante un niño que no le interesaba aprender.
Y es que con dos hermanos exitoso ¿Qué más podía hacer él? Siempre sería la sombra de ellos, jamás llenaría esas altas expectativas así que se rindió sin intentarlo pensando que se dedicaría solo a disfrutar la vida hasta que la muerte viniera a buscarlo. Incluso sus planes son encontrar una beta hermosa de una familia rica para que lo mantuvieran.
No quiere nada más. Para él ya es un orgullo no haber nacido alfa, y que su padre tuvo tres hijos beta fuertes y sanos. Nada asegura que Heriberto sea un espécimen masculino capaz de procrear hijos sanos pese a juntarse a una mujer beta.
—Creo que he llegado muy temprano —la voz masculina conocida se hizo presente ante su sorpresa.
Su joven primo, de mirada altiva, apuesto rostro, con una cabellera castaña y profundos ojos de color miel, le sonrió con simpatía extendiendo sus brazos para recibir un fuerte abrazo del “pequeño Al” como suele llamarlo cariñosamente.
No dudó en lanzarse a los brazos de su primo luego de casi un año no verlo. Luce más alto y varonil, pese a que los separa solo dos años de diferencia. Alfred casi no ha crecido nada y por eso Eduardo le apretó las mejillas con suavidad.