OTOÑO 2019

El fuerte viento rugía haciendo que todas las hojas que tenía en su habitación salieran volando, tomo con rapidez unas pocas hojas, pero las demás salieron por su ventana tomando su camino y yéndose más lejos.

Cerró la ventana con mucha fuerza y en aquella ocasión decidió no salir. Se quedó en su cuarto mirando las fotografías que estaban esparcidas en todas las paredes, todos ellos de la estación de otoño, se tomó la libertad de pensar en su vida y entonces comprendió algo, tal vez, tal vez debería de aceptar su destino.

Aceptar que ella había muerto y que no iba a volver.

Aceptar que aunque había realizado un trato con la misma muerte, ella ya no pertenecía a ese mundo.

Regresar cada otoño con la esperanza de que él la recordara había comenzado a volverse una tristeza.

Él no la recordaba.

Su familia no la recordaba.

Y ella, ella ni siquiera recordaba quién había sido.

Ese día no salió, ni al siguiente, ni los días después de esos. Tardó mucho tiempo en comprender que esa ya no era vida, cada año que pasaba estaba siendo una tortura.

Había cometido un error, esa era la verdad. No debió haber hablado con la muerte, ni haber negociado, pues en realidad, su final ya estaba escrito y no podía cambiarlo.

Aceptó su destino, se sentó frente a la ventana y esperó a que el otoño terminara.

Y ahí, sentada viendo aquel chico de ojos cafés que sonreía, comenzó a desaparecer. Sus piernas fueron las primeras, después su cintura, enseguida sus brazos y al final su rostro. Sus ojos fueron los últimos en desaparecer y antes de que desapareciera por completo miró rápidamente el último otoño.

FIN