—Arwen —una familiar voz de pánico me despertó —¡Arwen! —hubo una ligera bofetada en mi mejilla.
Mis párpados se abrieron y me encontré cara a cara con Drae. Su aterrorizada mirada verde recorrió la longitud de mi cuerpo.
—¿Estás herida?
Parpadeé un par de veces y luego miré hacia abajo para ver que estaba completamente desnuda. Mi ropa se había quemado. Pedacitos de ceniza y hollín mancharon mi piel. Mi mirada se asomó al jardín y el recuerdo de todo volvió a mí.
—Joslyn —gemí, mi labio temblando cuando mi cuerpo comenzó a temblar.
El Rey se agachó y se quitó la túnica, y luego me ayudó a sentarme, pasando mis brazos por la prenda. Los soldados corrían por el jardín gritando órdenes y tomando las armas, pero todo lo que podía ver era el hermoso cabello oscuro esparcido sobre la hierba y el charco de sangre debajo del cuerpo de Joslyn.
—Yo... yo no pude salvarla —sollocé.
El Rey me levantó en sus brazos y miré hacia abajo a dos cadáveres. Fueron quemados en carne viva. Debió haber sido mi poder.
—Alguien me traicionó ¿Quién fue? —el Rey gruñó mientras caminaba conmigo en sus brazos, apretándome con fuerza contra su pecho.
—Bonner —grazné.
La mandíbula del Rey hizo tictac y sus brazos me rodearon con más fuerza. Cuando pasamos junto a Cal, el Rey se detuvo para mirarlo.
—Llévate a la esposa de Bonner para interrogarla. Si ella sabía que él era un traidor, destiérrala a ella y a sus hijos a Nightfall.
Cal asintió y luego echó a correr.
El Nightfall no era lugar para los dragones... Supongo que por eso el Rey mandaría los traidores alli. En el momento en que pusieras un pie en su suelo, te matarían si tenías una onza de sangre mágica en ti. No me importaba eso ahora. No podía quitarme de la cabeza la imagen de Joslyn desangrándose.
Mi cuerpo se estremeció cuando un frío mortal se deslizó sobre mí.
Drae me abofeteó en la mejilla y jadeé, dándome cuenta de que me habia desmayado de nuevo.
—Está entrando en estado de shock —dijo la Dra. Elsie.
¿Cuándo llegó aquí la Dra. Elsie?
Miré a mi alrededor, observando el papel pintado negro con dibujos de escamas de dragón y la cama con dosel lacada en gris oscuro. Drae me depositó sobre las sábanas de seda carbón y me miró fijamente, con los ojos muy abiertos.
—Ella quemó la mitad del jardín, explotó con fuego de dragón de al menos veinte pies de ancho.
La Dra. Elsie sacó una varita curativa élfica de su bolso de médico y la sostuvo sobre mí. Había visto a un elfo curarse una vez. Un elfo atravesó la ciudad mientras viajaba por el peligroso Estrecho, la pequeña porción de tierra neutral en el territorio de Nightfall que conducía de Embergate a Thorngate. Un dedo del pie fuera del estrecho y los guerreros de Nightfall te clavarían una flecha en la espalda con derecho legal.
El elfo había estado viajando con un amigo que se había extraviado fuera de la parte neutral del Estrecho y había aparecido en Cinder Village con una flecha en la espalda. Cuando la sanadora sacó su varita curativa, nunca pude olvidar el brillo sobrenatural que tenía. Era un cruce entre azul y morado pero también plateado. Era como si las estrellas del cielo estuvieran contenidas en esa varita y...
Bofetada.
Jadeé, mis párpados se abrieron.
—¡Quédate conmigo! —dritó la Dra. Elsie.
—Deja de abofetearme —gemí débilmente, mirándola.
—Te necesito consciente, Arwen. Estás en estado de shock y no sé por qué.
Sus palabras me asustaron. Ella sostenía la varita ahora, tan pequeña como un palo que levantarías para flotar río abajo. Brillaba con ese mágico púrpura azulado y la luz parecía bañar mi piel, envolviéndola y abrazando mi cuerpo. La luz no tocó las sábanas debajo de mí, solo pareció buscar y adherirse a eso que estaba vivo, de la misma manera que el elfo caído que había sido traído a mi pueblo.
Mis piernas de repente comenzaron a temblar, y mis dientes castañeteaban violentamente.
Elsie jadeó, mirando la luz que bañaba mi piel como si acabara de decirle algo.
—¡Prepara un baño caliente! Ella esta fría como el hielo. Sus órganos se apagan. Usó todo su fuego para luchar contra los hombres y ahora está... muerta de frío.
El Rey Valdren se cernía sobre mí ahora, sus ojos brillando con fuego anaranjado. No hay tiempo para un baño.
—Muévete.
La Dra. Elsie lo miró con el ceño fruncido. —Mi señor, ella necesita he...
—MUEVETE —él bramó y ella saltó sobre sus pies, tropezando hacia atrás.
Todo mi cuerpo se convulsionó, la frialdad se arrastró hasta mi corazón y me oprimió. Cerré los ojos, lista para encontrarme con el Hacedor, luego un calor abrasador se apoderó de mi piel. Mis párpados se abrieron de golpe justo cuando el Rey se agachó encima de mí, las llamas brotaron de sus manos y abarcaron todo mi cuerpo.
Quemó, pero en el buen sentido. Sus manos se extendieron debajo de mí y luego me atrajo hacia él, aplastándonos juntos en este capullo de calor. Las llamas bailaban a nuestro alrededor y olí el humo cuando la ropa de cama se chamuscó, pero el Rey y yo permanecimos ilesos, como si este fuego de dragón fuera un bálsamo curativo y no el calor abrasador que sería para otra persona. Lo miré a los ojos, sintiendo su peso encima de mí mientras miraba hacia abajo.
La realización me golpeó duro.
Me había enamorado de él. Lo quería.
La emoción me hizo un nudo en la garganta al pensar en Joslyn de Cal y de cómo no me besaría. Yo era el respaldo, él no me eligió. Necesitaba recordar eso.
El calor descongeló el profundo frío que se había apoderado de mí y mi cuerpo dejó de temblar. Ya no me castañeteaban los dientes y la claridad volvió a mi mente. Tomé una respiración profunda, ya no me sentía solo a medias en este mundo.
El fuego a nuestro alrededor se apagó y Regina y la Dra. Elsie corrieron hacia adelante, golpeando las sábanas para apagar los pequeños incendios que habían estallado a nuestro alrededor. El Rey se apartó de mi, con el pecho agitado, desnudo como el día en que nació. Sus ojos se nublaron mientras me miraba. Miré mi cuerpo para ver que la túnica se había quemado y yo también estaba de nuevo completamente desnuda.