El último sobreviviente.

CAPITULO III: ¿Dónde estoy?

Camino mientras arrastro mi mochila sobre este gran y sin fín bosque, estoy agotado, tengo sed y mis heridas se infectan sintiendo aun más dolor sobre ellas.

Mi caminata se está haciendo eterna no encuentro manera de salir de este lugar no veo nada más que arboles y maleza a mi alrededor, sigo caminando unos pasos más cuando escucho el sonido de lo que parece un manantial, me emociono un poco y corro hasta la fuente de tal ruido.

Al llegar al lugar observo un hermoso arroyo que brota agua limpia la cual empiezo a beber sin parar, al sentirme satisfecho no paro de darle gracias a Dios por haberme dado una oportunidad de volver a beber un poco de liquido.

Abro mi mochila sacando varias botellas vacías las cuales comienzo a llenar con el maravilloso fluido que brota este arroyo, al tenerlas ya hasta el tope las guardo nuevamente en mi mochila, me desvisto completamente y comienzo a lavarme mis heridas las cuales al sentir un poco de agua sobre ellas comienzan a dolerme aun mas haciendo temblar todo mi cuerpo el cual intento soportar ya que sería peor tenerlas aun contaminadas, inflamadas y llenas de pus.

Termino de lavar mis heridas, me visto y sigo caminando hacia la nada buscando la manera de salir de este bosque.

De repente comienza a oler a azufre me quedo extrañado por un segundo y siento como a un costado mío cae un árbol.  Observo que causo tal derrumbé y me quedo impactado al ver un gigante de unos siete metros de altura totalmente calvo, vestido con una braga que solo se le sostiene de un lado, con una cadena la cual se le nota está llevando puesta en su hombro izquierdo y brotando una especie de vapor por todo su cuerpo sin cesar.

Lo observo muy detalladamente mientras me tallo los ojos pensando que estoy alucinando pero al quitar las manos de mis ojos lo sigo viendo, esto es real no es ningún sueño. Comienzo a seguirlo sigilosamente para poder mirarlo aun más de cerca, mi sorpresa es la siguiente al ver que en su mano derecha carga parte de la cadena que lleva en su hombro izquierdo, la cual está sosteniendo una bola de hierro gigante.

Me paralizo por un instante y comienzo a recordar que una esfera del mismo estilo fue la que me destrozo mi coche y me saco hasta este maldito bosque.

Comienzo a enojarme al entender que ese desgraciado fue el que hizo tal cosa, desenfundo mi arma y lo apunto directamente en la cabeza, le doy un disparo reventándole parte de su cráneo.

Se detiene el gigante y me sorprendo al ver como su cabeza comienza a regenerarse, no comprendo que está pasando así que le disparo las cinco balas que me quedan en el tambor de la pistola dejándole el casco hecho añicos.

Lo observo y noto como su cráneo se le regenera otra vez, comienzo a cargar mi pistola nuevamente mientras lo miro voltearse a ver quien le había dado tal dolor de cabeza. Me observa y su rostro es desagradable, la esclerótica es totalmente roja no posee ni pupila y ni iris, su rostro es totalmente desgarrado y de su boca sobre salen sus dientes de la parte inferior junto a dos colmillos.

La bestia se me queda viendo fijamente mientras termino de cargar mi arma la cual le apunto, pero el gigante alza su esfera de hierro y la lanza contra mí, la esquivo con un poco de dificultad mientras el impacto de la misma hace temblar toda la tierra.

Comienzo a sentir temor y empiezo a correr sin parar mientras observo cómo me sigue lentamente, corro y corro sin detenerme y de un momento a otro no siento más suelo solo siento como caigo de un precipicio al vacio. – ¿Es este mi fin? –Me pregunto mientras solo sigo cayendo–

De repente caigo a un rio el cual llego a tocar hasta el fondo mientras pienso que aun sigo vivo de suerte, nado hasta sacar mi cabeza del agua sintiéndome un poco liviano, reviso mi espalda y me doy cuenta que no traigo mi mochila, comienzo a buscarla por todo el rio pero no tengo éxito alguno.

He perdido todas mis cosas lo único que me queda es mi arma y mi ropa empapada, salgo del rio enojado con la mirada agachada mientras escucho algunos gruñidos cerca de mí, alzo mi rostro y observo a no menos de treinta perros del demonio a mi alrededor.

Solo tengo seis balas en mi arma, los demás cartuchos los perdí en mi morral junto a mis otras cosas, los observo por un instante y corro directamente al agua nuevamente, comienzo a nadar sin parar rio abajo para escapar de esos animales, no se a donde voy pero mientras este mas lejos de esas bestias mucho mejor para mí.

Llego hasta otro borde del rio, agotado, sin energías por no poder alimentarme, me quedo observando el cielo por un momento y comienzo a caminar lentamente sin fuerzas.

– ¡Qué maldito día! –Digo mientras camino a la nada pensando en todo lo ocurrido– Primero esos perro, ahora un gigante y para completar este bosque parece infinito, no sé que mas hacer, no sé donde estoy, solo sé que puedo morir en cualquier momento.

Rendido solo sigo caminando mientras ciento como mis parpados pesan, no he dormido nada, no he comido nada, perdí todas mis cosas, no tengo esperanzas. Sigo observando el camino cuando de repente observo una carretera a unos setenta metros lejos de mí, pienso que solo es una ilusión así que sigo caminando pero cada vez veo la carretera más cerca así que me doy cuenta que no es una ilusión, saco las pocas fuerzas que me quedan y corro hasta llegar al asfalto, me emociono y me tiro en el, me golpeo duro la espalda pero no me importa por fin algo que no sean solo ramas y perros desagradables, me quedo mirando hacia un lado y veo un cartel grande que dice “Bienvenidos a Canadá”



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En el texto hay: apocalipsis demonios

Editado: 10.04.2018

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