Él, una obra de arte incompleta

Capítulo 8 - Por suerte están ellos -

-

-Hola hermano - me dijo Antón, mientras se estaba vistiendo.

-Hola - le comenté, dándome la vuelta a la cama.

-¿No te vas a levantar? 

- No me apetece - le contesté.

-Suerte que hoy no trabajas, yo tengo que ir a clase igualmente.

-No tengas prisas de crecer.

-A mí me gustaría ya ser adulto y hacer lo que me dé las ganas.

-Los adultos tienen obligaciones, no es tan fácil como piensas tú.

-Nosotros más, ¿no? - me preguntó sentándose en mi cama.

Me volví a dar la vuelta para mirarlo a los ojos.

-¿Yo también tendré que conocer chicas feas?

Me puse a reír, aunque no había motivos para hacerlo.

-Quiero casarme cuando decidiré yo, igual ni me casaré- opinó mi hermano.

-Antón, a veces, hay que hacer cosas porque se deben hacer, la familia siempre sabe cúal es la cosa mejor para ti.

-Puede ser, pero no lo que cada uno quiere.

-¿De qué hablas?

-Ale, se nota que no quieres esa mujer, también sé que no piensas en casarte, ni nada de esto.

No contesté.

-¿Mamá se enfada si le dices la verdad?

-Ella no, pero…

-No lo entendería - concluyó él.

-La conoceré y ya.

-Y te inventarás una excusa, como cada vez.

-Así será o quizás es la mujer de mi vida - afirmé.

-Sí, y a mí me han dicho que el próximo año seré el presidente del gobierno.

Lo observé, sin decir ninguna palabra más, me levanté y me fui al baño.

-No te engañes a ti mismo- me gritó Antón, mientras bajaba de las escaleras.

 

Me cerré en el baño y me miré al espejo. Tenía ya veinticinco años, un buen trabajo con un óptimo contrato y sí, igual era hora de centrarme en mi vida sentimental, pero, como mi hermano decía, no puedo engañarme a mí mismo y lo último que quería era conocer chicas que según mi madre, eran perfectas para mí; tampoco me apetecía tener una novia gitana, sí, yo lo soy, pero mis amigos, con los cuales había crecido, tenían otra mentalidad y de consecuencia yo también; tanto que no podía considerarme el típico gitano tradicional.

Sabía lo que iba a hacer: conocer la chica, sucesivamente inventarme una excusa y convencer a mi madre que yo merecía una gitana mejor, en fin, lo que hacía siempre, el problema era que no sabía hasta cuándo podía seguir haciéndolo.

Cogí el móvil y escribí en el grupo: ¿Quedamos en el bar de Moe, en una horita? , así lo llamábamos un pequeño bar del pueblo, ya que el dueño, parecía, literalmente, a Maurice Lester Szyslak. 

-Cierto, me visto y voy para allá - contestó Chris.

-Yo tardaré un poco más y estaré - afirmó también Albe.

Me vestí rápido, preparé la cartera y bajé hacia la puerta.

-¿Dónde vas? - me preguntó mi madre.

-Voy al bar con mis amigos.

-¿Sin desayunar?

-Tomaré un café allí.

-Vale, también recuerda hablar a Zita para conocerla esta semana.

-Sí, vale - dije intentando salir del tema lo más rápido posible.

-Es perfecta para ti, además me gustan mucho sus padres.

-Sí, le hablaré. Ahora voy porque me están esperando. -le dije saludándola. 

 

Salí y andando me fui hasta el bar, sin parar de pensar cómo podía hacer con Zita, pero sobre todo con mi madre, ya llevaba bastantes excusas y necesitaba una nueva y original para no tener que conocer a otra gitana.

-Buenos días, Ale - me dijeron mis amigos, mientras me acercaba a la mesita en la cual estaban sentados.

-Ojalá fuera un buen día - comenté.

-Ay, ¿qué pasó? - me preguntó Albe.

-Nada, mi madre.

-Hola chicos, ¿qué queréis? - preguntó la chica que estaba sirviendo en la terraza.

Cada uno pedimos una tostada y un café con leche.

-Ahora os lo traigo- comentó.

-¿Esta chica es nueva, no? - preguntó Fabi.

-Nunca la vi antes - afirmó Albe.

-Pregúntale a Moe luego, a ver que te dice - sugirió Christopher.

-Claro, eso haré- dijo Fabi. 

Se pusieron a reír, mientras yo seguía pensando como poder hacer con mi familia: toda la situación ya era agobiante.

-¿Qué pasó con tu madre? - me preguntó Albe.

-Ayer llegué a casa del curro y me dijo que tenía una sorpresa para mí y cuando regresé estaba una gitana cenando en mi casa con sus padres.

Los chicos me miraron sin decir nada.

-Sí, podéis decirlo - afirmé dando el consentimiento para que dijeran que era una enorme putada.

-¡Qué putada, joder! - exclamó Chris.

-Eso- dije.

-¿Qué harás? - me preguntó Fabi.

-No tengo idea, pero ya estoy harto - comenté.

-Normal, hombre - comentó Albe.

-Yo no sé cómo sigues así. Sois gitanos, pero estamos en el 2019, estás cosas, aún no pueden ser un deber para una persona.

-Ojalá Fabi, ojalá fuera así. Me encantaría poder ligar con alguna paya sin pensar que mi familia nunca estará de acuerdo conmigo.

-Es tu vida- afirmó Chris.

-Mi familia viene antes de lo que me gustaría a mí.

Y seriamente era así, mis deseos o mis sueños se podían hacer realidad solo si mi familia opinaba que de verdad eran hechos favorables a mi persona, en caso contrario no valía la pena y para ellos, una paya, no se habría podido integrar con la cultura y nunca me habría aportado algo bueno.

 



#2517 en Joven Adulto
#14053 en Novela romántica

En el texto hay: amor, culturas, sueño

Editado: 20.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.