Él, una obra de arte incompleta

Capítulo 20 - D de dolorosas despedidas -

-Alejandro, ¿dónde ha ido tu hermano? -  me preguntaron mis padres, mientras estaba tomando mi café con leche sin lactosa.

-No tengo idea, efectivamente esta mañana no lo vi.

-Alejandro, dinos dónde ha ido Antón.

-No tengo idea, en serio.

-Dejó una carta, diciendo que él no se viene a Andalucía y que quiere vivir su vida, pero nosotros sabemos lo que es correcto para él.

-O no - dije sin pensarlo dos veces.

Mis padres me observaron sorprendidos, nunca le había contestado así, pero ya no tenía nada que perder.

-Me voy, he quedado con mis amigos, por última vez - expliqué levantándome de la silla, cogí la chaqueta y salí de casa para ir hacia el bar de Moe.

 

-Hola chicos - dije intentando sonreír.

-Buenas, Ale - me saludaron.

Seguía sus conversaciones, mientras en mi cabeza estaba reflexionando cómo podía despedirme de ellos sin que sea tan doloroso, los miraba hablar y saber que aquella mañana era la última que nos tomábamos un almuerzo juntos en la terraza de Moe me rompía el corazón.

-¿No comes? - me preguntó Albe, mi tostada llevaba ya diez minutos enfrente mío, pero mi estómago estaba totalmente cerrado.

-No tengo hambre. - cogí coraje y afirmé: - Tengo que hablar con vosotros.

-¿Qué pasó? - preguntó Christopher.

-Nos vamos a Andalucía.

-¿Qué dices?

-Sí, Fabi, hay una mujer que mi madre quiere que conozca.

-¿Y por qué no aquí?

-Últimamente no quedé mucho porque estaba con una chica, paya, Sofía, así se llama, es preciosa, me encanta, mis padres lo descubrieron y nos vamos.

-Vas a perder todo. - comentó Chris.

-Ya lo sé, a vosotros, a Sofía, al trabajo, toda mi vida a la mierda, para encontrar una gitana que ni sé qué cara tiene. - expliqué decepcionado.

-¿Volverás? - me preguntó Albe.

-Sí, lo más seguro es que sí, nos volveremos a ver pronto.

-Pero a Sofía la tienes que dejar, supongo - comentó Fabi.

-Esta tarde cortaré con ella.

-¿Está muy pillada por ti? 

-Está enamorada de mí y yo siento algo muy importante para ella.

-Joder, parece la historia de Romeo y Julieta - afirmó Chris.

-Ya. 

-Lo siento mucho.

-Y yo, Albe, y yo.

Se levantaron y me abrazaron todos.

-Oye, nosotros te esperaremos aquí - me consoló Chris.

-Cuando estés allí charlaremos igualmente - siguió Fabi.

-Claro, no será lo mismo, pero hablaremos, seguro. - expliqué.

-Se notará tu ausencia - dijo Albe.

-Os echaré de menos, sois la mejor familia que una persona puede tener, me siento muy afortunado. - confesé.

Siempre odié las despedidas, era un momento que, si era posible, lo evitaba, pero no podía irme sin saludar a las personas más importantes de mi vida, aunque, una lanza en el pecho habría podido doler menos.


 

-Estoy abajo- escribí a Sofía, cuando llegué al portal de su edificio.

Enseguida salió, había echado de menos su carita tan buena, sus ojos dulces. Me saludó, su tono de voz era delicado, tenía miedo de decir algo equivocado, se notaba.

Hicimos unos metros sin hablar, me miraba con el mismo deseo que ardía dentro de mí.

“Aguanta, aguanta”, me decía.

Rompió el hielo y empezó a pedirme disculpas, explicando que sin mí no podía estar y aquella semana, sin hablarnos, fue la demostración.

“No, Sofía, no me lo ponga más difícil”, pensé.

Decidí no decirle directamente que tenía que irme, empecé contándole que era mejor dejarlo porque en casa estaba muy agobiado.

No contestó, dejó de mirarme a la cara, le supliqué que me contara lo que estaba sintiendo. 

-¿Has pensado en mí esta semana? - me preguntó.

“Todo el puto día”, pensé.

-Sí.

-¿Me has echado de menos?
“Como nunca había echado de menos a alguien”, reflexioné.

-Sí.

-¿Entonces de qué estamos hablando?

Efectivamente, tenía razón, mi corazón hablaba solo, pero no podía hacerle caso, ya no podía hacerlo.

Me callé pensando en cómo decirle que tenía que marcharme de Valencia.

Empezó a sollozar, le miré la cara y tenía los ojos rojos.

Nos sentamos en un banco para que se tranquilizase, lloraba sin poder parar.

“Esto es lo que se siente al romper a alguien”, pensé.

Me senté a su lado y le confesé todo. “Sí, Sofía, estoy sufriendo tanto como tú”, me habría gustado decirle, pero no hizo falta, me miró a los ojos y dejó de llorar.

En aquel momento, como decían mis hermanos, habría tenido que insultarme, pero intentó encontrar una solución, sobre todo para salvar mi vida.

“Eres increíble, joder”, pensé.

-Yo cambiaría mi vida si hiciese falta, dejo de estudiar, trabajaré con tus padres, lo que tenga que hacer para no perderte - confesó.

“Tú eres libre, te mereces algo mejor”, reflexioné.

Decidí disfrutar los últimos minutos con ella, le dije que podía elegir que quería hacer; en silencio, me abrazó, sucesivamente me miró, acariciándome el rostro.

“Echaré de menos esa carita”, pensé, mientras mi corazón se estaba destruyendo.

Nos besamos con toda la pasión que nos quedaba en el cuerpo.

Me cogió la mano y subimos a nuestra terraza.

“Joder, es una forma bruta y al mismo tiempo romántica de dejarlo”, reflexioné.

Por la última vez nuestros cuerpos se unieron y formaron uno solo, por última vez sentí su corazón latir tan fuerte.

 

Gracias a Sofía había conocido el amor, sabía que ninguna me habría querido tanto como ella y aunque fue corto, aquellos tres meses, fueron lo mejor de toda mi vida, ella fue lo mejor.



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En el texto hay: amor, culturas, sueño

Editado: 20.05.2023

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