El unicornio de la pradera

Capítulo once:

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Una hermosa mujer, con pelo tan blanco como la nieve, los ojos tan rojos como el amor mismo, la corona tan exuberantemente grande y repleta de todo tipo de adornos; decidió dejar por escrito absolutamente todos los secretos del universo, del Cielo, el Edén y el Infierno. Con solo un rayo de su mano, pudo escribir un vastísimo libro, mil veces más alto de lo que iba a ser la torre de Babel. Esos conocimientos solo le pertenecían a Dios mismo, a ella.

Una vez creados el enorme ejército de ángeles y al ser humano, la mujer se sentó en su dorado y enorme trono. Se quedó mirando desde los Cielos, su creación.

Los ángeles eran bellísimos y cuasi perfectos, pero les faltaba algo... Por ello, aunque no se encontrarán tan cerca de Dios como los seres alados y de miles de ojos, la mujer una vez dijo:

-Amados seres celestiales. Hasta ahora solo me habéis rendido culto y horrado a mí, lo cual es vuestro único deber y ha sido cumplido por absolutamente todos vosotros. Os otorgo todo mi amor y protección por ello.

Todos los ángeles comenzaron a cantar y a bailar por la felicidad.

-Sin embargo, amados míos. Vuestra lealtad habrá llegado a su máximo esplendor, si cumplís con esta nueva misión -continuó. Todos los ángeles quedaron expectantes, los mejores ya estaban planeando ponerse en marcha.-Sabéis que he creado infinitos seres, en infinitos planetas. Sin embargo, hay uno en específico que me gustaría que le sirvierais, que os arrodillarais ante él. No solo inclinaos ante mí, también hacedlo ante los humanos.

Muchísimos ángeles quedaron sorprendidos y emocionados, realmente les hacía ilusión cumplir con lo que la Diosa les mandaba. Sin embargo, de entre la multitud, un hombre musculoso y rubio, armado con uno de los mejores atuendos de ángel guerrero, salió para dirigirse a Dios:

-¿Arrodillarnos ante alguien que no sea vos? ¡Ni hablar! ¡Es insultante!-exclamó.

La Diosa se molestó. Con el ceño fruncido comentó:

-Luzbel, has de saber que el ser humano está hecho a mi imagen y semejanza, no como vosotros. Adorarlos a ellos es lo mismo que adorarme a mí.

-¿Entonces por qué no podemos postrarnos únicamente ante ti?-preguntó el despabilado ángel.

-Si ambos somos iguales...querida Luz Bella.. ¿Por qué de repente tienes tanto problema en hacerlo a los dos?-respondió Dios con una cara desafiante.

El ángel en seguida destenso sus músculos. Pasó de estar en pose de lucha a sentirse cabizbajo.

-¿Eres consciente, Luzbel, de que sé lo que ocultas? ¿Verdad? Yo soy omnisciente.

De la frente de la mujer, había emanado un ojo dorado brillante.

En ese momento, el ángel se sintió en riesgo. Empuñó su arma e intentó herir el ojo del mismísimo Dios.

-¡NO ME ARRODILLARÉ ANTE NADIE!-GRITÓ.

El resto de ángeles se quedaron atónitos al ver el panorama. Realmente alguien estaba siendo capaz de enfrentarse al mismísimo Dios. En seguida, muchos ángeles se vieron escandalizados al ver como se le intentaba humillar a su gran creador, pero otros muchos, se unieron a Luzbel. Sin embargo, enfrentarse a Dios era lo más estúpido que se podría hacer. La mujer, sin inmutarse ante el ataque, saco un espejo de su vestido. En seguida, este absorbió al ángel y a los que se habían unido. A pesar de ser un gran ángel, Luzbel se vio reducido a ser el gobernante del Infierno, y todos los demás ángeles igual. Sin embargo, no sucedió lo mismo con Metatrón.

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Al fin, el primer hombre y la primera mujer habitaban el paraíso del Edén. Tras las consideraciones de Dios respecto a lo importante que era el ser humano para él, decidió obsequiar al Hombre. 

En un momento en el que Adán estaba solo, bien lejos de Lilith, el arcángel Gabriel se le apareció. El servidor de Dios había adoptado su forma más humana, para así no asustarlo.

-Amado-le dijo al hombre.-Dios me ha otorgado este libro. 

Adán en seguida, se arrodilló.

-¿Qué es un "libro"? ¿Qué he de hacer?-preguntó.

-No te preocupes Adán, el Padre hoy mismo te ha dado una nueva facultad.

El ángel le entregó el libro. Acto seguido, el varón lo abrió. Las doradas páginas contenían centenares de palabras y dibujos escritos a mano. Adán quedó totalmente asombrado, esas hojas se comunicaban con él a través de su mente en cuanto él las miraba.

-¡Contiene la sabiduría Divina!-exclamó el ángel-¡Es tu deber adquirirla! ¡Solo tú podrás!

Sin embargo, Lilith se encontraba oculta tras unos árboles. Lo estaba viendo todo. Indignada, se acercó al ángel.

-¿Dónde está mi libro?-preguntó.

-Amada mujer, me ha comunicado Dios, que por seguridad, solo debe tenerlo Adán. De hecho, nadie más lo poseerá. Solo el primer ser humano es capaz de sostener esto.

Lilith quedó totalmente extrañada. Ella había sido creada a la vez que Adán, exactamente de la misma manera. Decidió apartar de su cabeza el juzgar a Dios.

-Está bien. Si debe ser así, que se cumpla-dijo haciendo un gesto gentil.

Sin embargo, el ángel Metatrón había estado todo ese tiempo oculto a los humanos y a Gabriel. En ese momento, hizo aparición.

-¡Es para ella también!-exclamó al arcángel.

Gabriel se giró. Se quedó totalmente atónito. Era él. Metatrón. El ángel que sabía todo lo que había escrito en ese libro. El ángel mucho más poderoso de lo que algún día había sido Luzbel. Extrañado, Gabriel elevó el vuelo hasta llegar a la altura de Metatrón.

-No fue eso lo que Dios me encomendó- comentó.

-Confía en mí. Sabes quién soy.

-Lo siento, pero desde que sucedió lo de Luzbel...

-Dudar de mí, es dudar de Dios-respondió Metatrón enojado.

-Dios me dio motivos muy sólidos, amado. No creo que haya cambiado de pareceres.



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En el texto hay: hadas, unicornios, fantasia y magia

Editado: 07.03.2023

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