El ser humano es algo complicado, demasiado lo diría yo. Tenemos tantas capas que es imposible descifrarnos al cien por ciento, si crees que conoces a alguien lo más probable es que solo sepas lo que esa persona te permite saber.
Voy caminando por el bosque con Devan, al príncipe se lo comenzó a notar ansioso cuando nos fuimos acercando más y más al reino. Se agarra las manos, peina su cabello, observa el bosque. Todo en acciones frenéticas y ansiosas.
—¿Quieres que mejor regresemos al poblado?
—No, no —dice al instante aunque suena algo inseguro—. Quiero ir contigo.
Este último tiempo Devan me ha sorprendido gratamente. Si bien ya sabía que él no es como su padre, me asombra que nos estemos llevando mejor desde que comenzamos la búsqueda de aliados.
Es increíble que a pesar de nuestras notables diferencias podamos coincidir en muchas cosas. Los ideales que tengo no distan demasiado de los de él, en este tiempo, estoy segura, que ha ido cambiando su visión sobre algunos temas al igual que yo.
Por esta razón es que decidí traerlo al lado oscuro del reino, creo que es algo que necesita ver si quiere ser un buen rey a futuro y aunque no llegue a serlo, es necesario que vea la realidad de todos. Tal como me dijo Yennefer ayer, las cosas no son blancas o negras. Hay grises y el debe ver esa parte del reino en el que vive.
—¿Recuerdas lo que me dijiste el otro dia? —frunce el ceño y sacude la cabeza en negación— Dijiste que te sorprendía que nosotros, los que no vivimos en la ciudad, podamos vivir de una forma tan…
—Sencillo, dije.
—Se que utilizaste esa palabra para no molestarme —comenzamos a salir del bosque y poco a poco se van viendo algunas cabañas deterioradas—, querías decir precaria. Nosotros no vivimos mal, somos felices con lo que tenemos pero no es lo mismo para ellos —señalo al frente—. Ellos sí viven de forma precaria, si es que a esto se le puede llamar vida.
Frente a nosotros se encuentran cabañas destruidas rodeadas de matorrales de césped y las calles se encuentran sucias, más de lo que puedo recordar considerando la última vez que vine.
No hay nadie a la vista hasta que nos adentramos un poco más y las voces comienzan a oírse. Algunos niños pasan corriendo frente a nosotros haciendo que Devan, quien iba caminando algo desconcentrado, tropece con sus propias piernas.
—¡Darya! —exclama un anciano con marcadas arrugas en el rostro, se encuentra sentado en el borde de la calle— hacía mucho que no venías.
—Lo sé, no volverá a pasar.
—¿Que…? —Devan se hace notar— ¿Que ocurrió aquí?
—El príncipe…¿porque no me sorprende que esté contigo? —Hell sale de una cabaña, tiene marcadas ojeras bajo sus ojos y se ve más vieja de lo que es.
—Podría decir que no tuve elección…pero si la tuve.
Nos acercamos a ellos, Devan dando pasos tímidos detrás de mí. Como si fuera un niño pequeño siguiendo a su madre.
—Según los informes oficiales, este lado del reino está abandonado desde hace más de cincuenta estrellas pero verás que no es así —Hell lo observa con severidad—. Nosotros vivimos aquí, los que somos considerados inútiles, un desperdicio. Abandonado de este lado del reino como si fuéramos basura —prosigue—. No importa la edad, niños, ancianos, gente trabajadora. Si ya no resultas útil terminas aquí.
—No…mi madre jamás permitiría algo así…
—Todos sabemos que Ekaterina era una gran mujer, muchacho —dice el anciano levantándose—. Es una lastima que aun no te hayas dado cuenta de que ella no tenía demasiado voz en cuanto a la dirigencia del reino.
Devan se ve algo sobrepasado, y lo comprendo. La primera vez que visité este lugar me sentí mareada, asqueada y con el corazón roto.
Me preocupa el aspecto deteriorado de Hell. La muerte de Emma es algo duro de llevar para todos pero, evidentemente, más para ella. Dió todo para que su pequeña viviera lo mejor posible incluso cuando fueron exiliadas aquí.
—Tengo que hablar con Hell —tomo a Devan por el hombro—. Regreso enseguida.
—Si, no te preocupes.
Camino hacia ella que se adentra a una de las cabañas guiando a los niños. Algunos de ellos comen algunos trozos de pan quemado, sus ojitos brillando como si estuvieran comiendo la mejor comida del mundo.
—Hell —digo con el tono más dulce que puedo— ¿cómo te encuentras?
—Estoy bien, no te preocupes.
—Escucha…sé que es un momento difícil, puedes hablar conmigo. Desahogarte.
—Darya —me interrumpe—, estoy bien. En verdad —pone una postura rígida—, amo a mi hija y siempre lo haré, pero la vida sigue. Yo necesito seguir.
—Si, lo sé. Pero de todas formas, aquí estoy.
Asiente con la cabeza con una pequeña sonrisa que no llega a sus ojos.
Al mirar por la ventana, me percato de que Devan ya no se encuentra allí ni en ningún lugar cercano.
—¿Viste a donde fue Devan?
—No, estaba ahí la última vez que miré.