A veces deseo ser como todas las demás personas, ser una más del montón. Bueno, en realidad, eso no es del todo cierto. Quiero ser como los demás, pero no como aquellos que viven en el lado oscuro del reino sino como los que habitan lujosas casas y visten costosas ropas, como aquellos que no les preocupa el qué o si comerán hoy.
Los días en los que estoy muy abrumada, sueño egoístamente con vivir en una gran mansión junto a Yennefer. Sueño que no me importan las amartistas y tampoco los que se mueren de hambre día a día por la injusticia del mundo en el que nos tocó vivir. Pero no es más que eso, sueños.
Me gustaría haber nacido en un mundo en donde las amartistas y todos aquellos que son diferentes no sean vistos como el enemigo.
Yennefer y yo nos encontraríamos en un inmenso salón, con brillantes destellos provocados por diamantes incrustados en las paredes, bailando acorde a la melodía de unos violines con nuestros despampanantes vestidos e incluso, Devan sería nuestro fiel amigo que no visita siempre que puede ya que sería un ocupado rey que se esmera fervientemente por el bienestar del reino.
Podríamos tener un hijo o quizás dos, enseñarles lo que es el amor de verdad y la preocupación por el otro.
El sonido de la puerta principal siendo golpeada me hace salir de mi vida imaginada y regreso a la realidad, Devan no es mi fiel amigo, no visto elegantes vestidos y continuó siendo una marginada de la sociedad.
Al otro lado de la puerta se halla Zarax vestida con su ropa de dormir y a juzgar por su expresión adormilada y cabello despeinado, puedo intuir que una visión la despertó.
—Darya…lamento despertarte.
—No te preocupes —digo saliendo un poco y cerrando detrás de mí la puerta para que nuestra voces no despierten a Yennefer—, no podía dormir de todas formas.
—Deberías ir al reino —sentencia.
Quiero gritar, suplicar poder tener un día normal.
—¿Qué tan malo es?
—Lo suficiente…
Le informó que iré enseguida por lo que me visto deprisa y abandono la cabaña, no sin antes dejarle una nota a Yenn avisándole de donde estaré.
Por el camino en el bosque me cuestiono las estúpidas cosas que estaba imaginando. ¿Enseñarle a nuestros hijos sobre amor y preocuparse por el otro? Ni siquiera yo sé hacerlo y de todas formas, es algo ridículo. Tener hijos es algo impensado para nosotras. ¿Exponerlos a un constante peligro solo por nuestro anhelo de formar una familia?
Eso es lo que causa vivir demasiado, poco a poco vas queriendo más y cuando no puedes conseguirlo tienes dos opciones: o haces cualquier cosa para obtenerlo o simplemente, te conformas con imaginarlo siendo tu mente la única testigo de tus más profundos sueños.
Llegando al reino un olor a quemado invadió mis fosas nasales y cuando salgo de entre los árboles las personas que se conglomeran en las calles no pueden verme.
Algunas casas desprenden humo y las personas se ven desarregladas, visten ropa holgada y sus rostros están manchados de suciedad, me sorprende las grandes similitudes que encuentro con el lado oscuro del reino. La última vez que estuve aquí las cosas ya se veían mal pero nada comparado a esto.
—Siempre esperé este momento pero es todo lo contrario a lo que imaginé —dice un hombre a su esposa.
—Creo que estábamos mejor antes…
Sin comprender su platica continuo caminando hasta acercarme a la entrada del castillo sin comprender del todo lo que ocurre pero logro hacerme una idea cuando veo a las personas pertenecientes a la clase pudiente vestidos con elegante ropa negra.
Un velorio.
Pero…¿de quien?
Anteriormente intentaba ser cuidadosa de no tocar a las personas pero eso ya no me importa, me hago paso entre la multitud empujando con los codos hasta llegar a unos metros de la amplia escalera.
Las personas se giran intentando identificar a quien los empujó pero por más que busquen, no lograrán verme.
Un gran cajón verde se alza frente a nosotros y detrás, se encuentra Versa con un abultado vestido blanco y una exagerada corona dorada sobre la cabeza.
La corona del rey.
Su imagen es imponente, con la mirada seria y las manos cruzadas frente a su falda. Mientras todos guardan respeto por el difunto rey vistiendo negro, ella utiliza blanco, irrespetando a su padre.
Los mandinos utilizan el blanco cuando una mujer da a luz, para ellos representa la vida y es por eso que me parece irónico que vista ese color.
Melkor era un desgraciado pero aun así me entristece su muerte, no por él sino por las personas que viven en este reino. Me basta con una rápida mirada para ver que el alma de Versa se encuentra totalmente podrida, incluso más de la que su padre estuvo alguna vez.
Siempre creí que su muerte traería la liberación de todos los mandinos pero ahora me doy cuenta de que es todo lo contrario.
—Como bien saben —dice Versa, acallando todas las voces—, mi padre estaba enfermo hace ya mucho tiempo y trágicamente su cuerpo ya no pudo resistirlo —su voz es cruda, lo que desentona con sus ojos brillantes—. Su muerte no será en vano y a partir de ahora, las cosas cambiarán rotundamente —eleva su rostro—. Desde este momento, nadie puede salir ni entrar del reino y todos los ciudadanos deben saber que se realizarán búsquedas en sus hogares y si se llega a encontrar algo que los ate con el grupo de mercenarios que ha estado saboteando al reino, irá directamente a la orca.