Tardo algunos segundos en poder acostumbrarme a lo que me rodea, aun me encuentro aturdida por aquel extraño sueño. La angustia no abandona mi cuerpo. No dejo de pensar en esos extraños seres, jamás los había visto antes y estoy prácticamente segura que todo aquello no fue más que producto del veneno que recorre mis venas.
El ataque del guardia me desestabilizó por completo y le bastó hacerme un simple roce para que yo me viera incapaz de defenderme.
—Cariño, ¿te encuentras bien? —Yenn me sacude por los hombros, obligándome a dirigir la mirada hacia su rostro asustado.
—Solo un poco mareada, solo eso.
Con algo de esfuerzo me incorporo en la cama, sintiendo que mi interior está desgarrado. Frunzo el ceño en una mueca de dolor ante esta acción.
—¿Segura que estas bien? —Devan pregunta, se encuentra sentado frente a mi— Perdiste mucha sangre.
—Estoy algo débil pero me recuperaré.
Siento un escalofrío recorrerme al recordar repentinamente a una de esas bestias atacándome. ¿Qué fue todo aquello? ¿En verdad fue un sueño o algo más?
Los ojos de Devan se ven devastados e irritados por lo que fuerzo a abandonar aquellos pensamientos y me centro en él y su expresión devastada.
—Devan —digo—, Melkor…tu padre está…
—Muerto, lo sé —dice sorprendiéndome—. Lo dijiste.
—Cuanto lo siento, en verdad.
Ruego por que mis palabras le suenen sinceras, la empatía no es mi fuerte pero en verdad lamento su perdida. Melkor no era un hombre que me agradace pero aun asi, al final del día, continúa siendo su padre.
Asiente con la cabeza y una sonrisa en el rostro que no llega a reflejarse en sus ojos.
—¿Quién te hizo esto? —me cuestiona Yenn, tomando una de mis manos que se encuentran sin mis guantes. Me sorprende que en poco tiempo Devan sea una de las personas que más me ha visto sin ellos.
—Un guardia del reino me atacó en el bosque pero…
—No tiene sentido —acota Devan—. Asesinarte, sin una previa provocación, sería cómo declararle la guerra a las amartistas.
—A eso es a lo que quiero llegar.
Soy incapaz de olvidar el devastecimiento del reino, la precariedad en la que vive ahora la mayor parte del reino, las frías palabras de Versa.
—Ya no existe el lado oscuro.
—¿A qué te refieres? —Yenn se acomoda en su silla.
—Todo el reino está así ahora, el único lugar en el que prevalece el brillo es en el castillo —Devan se incorpora y pasa las manos por su cabello en una acción algo ansiosa—. Las casas en ruinas, las personas sucias y con hambre y Versa…
—¿Versa? —pregunta— ¿Qué ocurre con mi hermana?
—Se ha vuelto loca, me atrevo a decir —me cuestiono cómo decirle al príncipe en lo que se ha convertido su hermana—. Dio un discurso…aterrador. Las fronteras del reino están cerradas y se está buscando a un grupo que al parecer está causando problemas. Dijo que si se logra conectar a alquien con ellos irá a la orca y no quiero imaginarme que les pasara a los que formen parte de ese grupo.
El ambiente se vuelve tenso después de mis palabras, el rostro de Devan se torna pálido y Yennfer sostiene mi mano fuertemente.
—Creo que mi ataque…no solo tenía como objetivo el matarme sino provocarlo. Las amartistas atacarían al reino en venganza por mi muerte y Versa negaría todo —relato— ¿Entonces quiénes quedarían como el enemigo?
—Nosotros.
—Exacto y, ¿quien vive aquí que les interesa?
—Yo, yo lo hago —susurra Devan.
—Entonces, serías oficialmente considerado un traidor y por ende, la siguiente heredera de la corona sería Versa. Ella gobierna ahora, pero si tu regresas tendrás el trono.
—Y ella no quiere eso…
Devan se mantiene en silencio con la mirada perdida en algún lugar. Yenn a mi lado toma una gran respiración y presiona fuerte sus labios.
—¿Qué te ocurre? —le pregunto al verla tan amargada.
—Creí que te perdería…me asuste tanto —sus ojos se llenan de lágrimas que me provocan un nudo en el estómago—. Yo no podía sanarte…
Sé que es uno de los mayores miedos de ella. No el perderme sino lo que eso conllevaría. Teme quedarse sola y es un temor que se instauró en ella desde la muerte de su madre e incluso, me atrevería a decir, que cuando hicimos caer reinos y presenciamos como familias eran destruidas y muchos quedaban a la deriva, ese miedo se fue arraigando en su interior, poco a poco hasta convertirse en un temor latente que amenaza con destruirlo todo.
—Pero lo hiciste —digo intentando hacer que su mirada derrotada se desvanezca—. Me sanaron y ahora estoy bien. Aquí, contigo.
Baja la mirada y asiente tímidamente con la cabeza, acaricio su mano en un intento de reconfortarla. Intento levantarme de la cama, siendo consciente de todas las cosas de las que me debo encargar pero Yennefer me retiene colocando una mano sobre mi pecho.