El verano en el campo es Azul [terminada]

Capítulo 3

Me levanté cuando oí un motor rugir. Me refregué los ojos y luego me estiré, acto seguido salí de mi cama. Asomé a la ventana y vi un coche rojo estacionado, estaba muy nuevo, y mis primos y tíos estaban saliendo de él. Me puse un buzo, me calcé las ojotas y fui a saludar. En cuanto asomé por el umbral Facu me vio, corrió a mi encuentro y me abrazó con fuerza levantándome del piso.

—Ana, cuanto te eh extrañado. — decía mientras me giraba en el aire.

Una vez que me bajó pude mirarlo a los ojos. Esos ojos grises seguían con la misma chispa de picardía, pude reconocer al instante a mi primo mayor menor, Facundo. Antes de poder contestar volví a volar por los aires, esta vez era Gabi quien me abrazaba y giraba.

—Ana, mírate cuanto has crecido pequeña niña.

En cuanto me bajó pude verlos a los dos, juntos, como cuando eran chicos, unidos por un lazo inigualable. Sonreían de oreja a oreja y me observaban como si de un nuevo coche se tratara, mirando absolutamente todo. Me sentí un tanto incómoda y me sonrojé. No esperaba semejante muestra de afecto de su parte teniendo en cuenta que no nos veíamos hace varios años.

—La misma Ana de siempre, sonrojándose con lo más mínimo. — dijo Gabi negando con la cabeza.

—Y ustedes siguen iguales. — Los mire a ambos— pensándolo bien, de niños eran más atractivos. — bromeé.

Los tres reímos.

—Tu, en cambio, estas más bonita que antes. — observó Facu.

— ¡Oh madre santa! ¿Esta es mi pequeña Ana, la que pedía todos los días le trenzara el cabello? — exclamó mi tía acercándose a mi.

—Tía tanto tiempo, si soy yo, he crecido un poco desde la última vez que nos vimos. — reí incomoda.

—Un poco dices, ya eres toda una mujer. — Dijo abrazándome —Chicos ayuden a su padre con las valijas.

Luego de un largo abrazo me soltó, me tomó por los hombros y me observó de arriba a abajo, con una sonrisa de amor en el rostro.

—Esta tan linda Ana, que no te extrañe si los chicos te miran, eres toda una princesa.

—Gracias tía. — contesté nerviosa.

 

 

—Vengan aquí y ayúdenme. — dije a los chicos que se encontraban sentados en el sofá.

Volví a la cocina y ambos entraron enseguida dispuestos a ayudarme.

— ¿Qué necesitas princesa? — era Gabriel.

— ¿Podrías pasarme una salsa de tomate? — Me giré— Por favor.

— A sus órdenes princesa. — dijo fingiendo una reverencia y yendo hacia la alacena.

— ¿Qué necesitas hoyuelos? — esta vez era Facu.

—Tú tráeme el jamón y el queso de la heladera, porfas.

—Bueno, hoyuelos.

— ¿Ustedes se pusieron de acuerdo para llamarme por apodos ridículos acaso? — pregunté a ambos un tanto extrañada.

— Quizá. — contestaron al unisón.

—Pues entonces yo los llamare… — quedé pensando.

—No tienes apodos para nosotros. — dijo Facu.

—Puedes llamarnos bello uno y bello dos. — bromeó Gabi.

—Si claro cómo no. — contesté rodando los ojos y sonriendo levemente.

Ambos me ayudaron a preparar la lasaña. Gabi traía unos jeans negros holgados y una remera azul con un balón de fútbol americano y unas inscripciones por arriba y por debajo. Facu vestía bastante similar, con un jean azul y una remera violeta con unos extraños dibujos. Amaba ese tipo remeras, las usaba siempre que podía. Tenía unas cinco remeras de ese estilo y a pesar de lo que me dijese el resto las usaba todas. Siempre me parecieron extremadamente cómodas.

—No les extrañe si se quedan mágicamente sin esas remeras— dije señalando a ambos— Son de mis favoritas.

—Me gusta que las chicas usen remeras grandes. —comentó Gabi— Dejan mucho lugar a la imaginación.

Me sonrojé ante el comentario. Sí, me sonroje toda mi vida muy fácil.

Luego de una hora todos estábamos sentados en la mesa, almorzando mi lasaña, de la que estaba verdaderamente orgullosa.

—Esto esta delicioso Ana. — alagó mi tío.

—Gracias. — contesté— Ayudaron también los chicos.

—Si con ayudar te refieres a pasar los ingredientes, sí, somos todos unos cocineros. — dijo Facu haciendo reír a todos.

— ¿Cómo anda el colegio? — preguntó mi tía.

—Todo excelente, promedio 10 en todo. — contestó apresuradamente mi mamá, sintiéndose orgullosa de su hija.

—Felicidades, ojalá los chicos aprendieran de ti. — dijo mirando a mis primos con reproche.

— Solo me llevé 5 mamá, además las rendí ¿O no? — dijo Gabi un tanto avergonzado.

—Yo tuve promedio ocho. — dijo Facu a la defensiva notablemente molesto.

—Sí, pero podrían esforzare un poco más. — esta vez fue mi tío quien habló.

Se produjo un silencio incomodo que rompió mi abuela:



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En el texto hay: diversion, adolescencia y amor

Editado: 17.04.2020

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