— Cielos, deberías ver el frio que hace...
— Acepto el trato —Interrumpí.
— No necesitaba tu aprobación, pero veo que no hay problema.
— Acepto porque esto representa una buena oportunidad de recuperar mi vida, pero al menos quiero conocer a la persona que tengo enfrente.
— ¿Qué quieres saber? — Preguntó.
Me di la vuelta para observarlo.
— Cuéntame lo que creas que valdría la pena escuchar de ti.
— Pues, tengo 18 años, me gusta pasarla bien con amigos, mi padre es el hombre que por poco se acuesta contigo hoy y no me gusta que la gente se meta en mi vida.
— Todo eso es legal — Respondí. — ¿Qué demonios es lo que haces para tener una vida tan lujosa?
— Robar — Habló mientras abría la caja de pizza.
— ¿Qué demonios robas?
— Pues, dinero, mercancía de otras organizaciones, todo lo que me plazca. Mi papá, pues es prestamista, ya viste, tú padre le debía. —Comentó mientras comía una rebanada.
— No menciones más a mi papá —Tome aire y me senté a su lado.
— Tienes que asumirlo, no está aquí y soy un buen muchacho que no va a violarte.
— Me siento mal por los chicos.
— ¿Ellos? ¿De verdad crees que les importas?
— Han sido los únicos amables conmigo sin ningún interés.
— Estoy siendo amable.
— Por interés.
— No pidas tampoco amor de mi parte, eso sería mucho.
— No lo pido, me basta con llenar el vacío que tengo.
— ¿Hambre?
— No idiota —Tome un trozo de la pizza. — Con dinero, ahogarme en algo que compra al menos mi felicidad.
— Cielos, creo que hay gente más desalmada que yo. —Habló.
— Como quieras pensar.
— ¿Y en qué te gusta gastar tu dinero?
Me acosté boca abajo con él y solamente nuestras manos sostenían los rostros.
— Ropa, joyas, tonterías, más de lo mismo —Hablé curiosa.
— ¡Vaya muñequita de aparador! —Dijo burlesco.
— ¡Vaya delincuente! —Le miré sonriendo igual que él. Negué incomoda. — Quizá debería estar llorando, pero creo que no era muy unida con mi papá.
— Yo tampoco lloraría.
— ¿En mi lugar?
— No, yo tampoco lloraría si mi papá muriera. Es decir tu vida fue vacía, la mía tuvo excesos de lo que ningún niño quiere.
— ¿Qué cosa?
— Muertes, creo que la primer persona que vi ser asesinada por mi papá fue con unos nueve o siete años, no me acuerdo.
— Yo vi el primer amante de mi mamá a esa edad.
— ¿Ah sí? —Preguntó curioso. — ¿Qué los vistes hacer?
— ¿De verdad no sabes? —Pregunté.
— Bueno, entonces te entiendo.
— ¿Cómo murió esa persona?
— Papá le disparó varias veces, lo dejo como un colador de fideos.
— ¿No vomitaste?
— Fíjate que no, para mi papá cualquier momento de debilidad le parecen mariconadas.
— Que difícil ¿Pero al menos si has llorado?
— A escondidas.
— ¿En el baño?
— Sí, es un clásico.
— ¡Claro que sí! —Asentí.
— ¿No has llegado a un punto de no sentir? Es decir literalmente no sientas nada cuando deberías estar hecha trizas. Me sentí así cuando...
— ¿No estás listo para decirme aún verdad?
— La verdad no. —Su mirada desconecto un par de instantes con la mía, pero tan pronto se dio cuenta de aquello, recupero la seguridad.
— Yo deje de sentir, bueno no sé cuándo, nunca me enseñaron a sentirme realmente afectada por algo.
— Demonios, que cosa tan hueca eres.
— Pero es más bonito, solo la sufres unos momentos.
— Sí, definitivamente —Asintió. — Cuéntame ¿Cómo fue tu primer novio entonces?
— Tuve uno a los trece respondí, fue mi primer beso y fue lindo.
— ¿Lindo?
— Sí.
— ¿En dónde fue?
— Nos juntamos para ir a pasar la tarde en su casa, a nadar en la gran piscina que tenía.
— ¿Y?
— Me dijo que tenía un lindo trasero.
— ¿Acaso a esa edad las niñas tienen trasero? —Me miró confuso.
— No lo sé, pero estaba muy tonto y enamorado —Sonreí. — Luego se acercó y me dio un leve pico.
— ¿Y qué paso?
— Se cambió de escuela, sus papás se divorciaron y el padre se quedó con la custodia.
— Que historia tan mala —Se burló.
— ¿Con quién fue tu primer beso? —Pregunté.