Me senté a cenar frente a frente con él, honestamente esperaba reclamos, pero hubo silencio tras pedir nuestras órdenes.
— Hice lo que querías.
— ¿Qué cosa?
— Me hice cargo de los gastos del funeral. De todo.
— ¿Enserio? —Miré alegremente a Leonardo.
— Sí.
— ¿Cómo lo hiciste? —Hablé con una gran sonrisa en mis labios.
— Los hice hacer creer que el servicio social podía ayudarlos con el caso junto con un par de mentirosos, lo creyeron y aceptaron el dinero.
Tome sus manos alegremente.
— Gracias.
— Lo hice por ti, para que veas que no soy tan malo. O bueno, no contigo.
Asentí tranquila.
— Con eso me basta, descuida.
Me separé de él al notar mi euforia, para concentrarme en la comida.
— ¿Seguirás hablándoles después de todo? Ellos ya te descubrieron.
— No puedo seguirles hablando, Leonardo, Laura seguro ya dijo todo.
— Se me hace una tontería —Él tomo un poco de sus fideos.
— ¿Por qué lo dices?
— Acaba de morir su madre, no es el momento para hablarlo, ellos lo saben, supongo que se los dirán después.
— ¿y? No tiene sentido que yo me relacione más con ellos, la verdad siempre saldrá a la luz y la humillación será grande.
— ¿Entonces te avergüenzo?
— No en realidad, cuando las personas se relacionan entre sí surgen ese tipo de problemas; un día puedes ser el motivo de unión y otro el de odio para otros seres.
Él asintió y miró a otra parte, mientras yo por mi parte presté atención a la mesa. Había una pequeña bandeja con galletas de la fortuna, rápidamente tome una.
— ¿Crees en esa tontería? —Susurró Leonardo.
— No, pero supongo que me emociona la idea de creer por un momento.
La rompí y desenvolví el trozo de papel.
— “El amor y la verdad tienen diferentes formas, aprende a verlas.” ¿Qué? No entiendo —Negué dejando el papel en la mesa y comiéndome la galleta.
— Con mucha más razón no abriré una de esas. —Él tomo el papel y lo leyó con seriedad para volverlo a dejar en la mesa, viéndolo mientras negaba.
— Entonces yo abriré la tuya —Insistí tomándola.
— La elijo yo y tú la abres, sino esa no será mi fortuna, será la tuya.
— Entonces hazlo —Acerqué la pequeña bandeja a él.
Tomó una del pequeño grupo y me la entregó, ya rota.
— “Busca la manera de hacer las cosas diferentes.”
— Lo interpretaré como una tontería más ¿De acuerdo?
— Lo que digas —Asentí sonriente. — Tú ya has hecho las cosas de una manera diferente desde el día de ayer.
— Insisto me suena a tonterías, no creas que estás cambiándome o algo por el estilo, Adela. No eres nada nuevo como para cambiar algo.
Me quedé callada ante su comentario para luego responder.
— ¿Ya podemos irnos?
Él asintió tras mirarme con atención para luego pedir la cuenta.
— Te espero en el auto, ¿las llaves?
Me las entregó en silencio y de la misma manera me dejo irme afuera. Me recosté en la ventana, me habían dejado pensando aquellas estúpidas galletas, ¿formas de amor y verdad? Ni siquiera recibía algo de cariño por parte de mi madre, y dudaba mucho que hoy fuese una excepción. Cuando me di cuenta, Leonardo estaba en el auto y además encendiéndolo.
— Fue una buena primera cita ¿o no? —Preguntó curioso.
— No estuvo tan mal para ser la número uno, si te hace feliz saberlo.
— Quiero llevarme bien contigo, aunque seamos novios de mentira. Va a ser imposible llevarnos mal y tener que lidiar con mi vida que ya de por sí, implica que vaya mal.
— Estoy totalmente de acuerdo, no eres el único con días malos.
— Lo sé, lo sé, es solo que yo tengo a mi padre encima jodiendome.
— ¿Siempre ha sido así de “especial” contigo?
— Desde que tengo memoria —Respondió concentrado en el camino.
— ¿Él fue quién te crio?
— Las niñeras que terminaban siendo sus novias, ellas sí. No tengo tan mala relación con él, pero estoy consciente de que nuestro estilo de vida no está bien.
— Quizá tu galleta tenía razón.
— ¿Ah sí? ¿Por qué? —Dijo un poco burlesco.
— Porque hacer que tu vida sea diferente no es una cosa para la que sea tarde. Y para esto no me necesitas como pretexto de cambiarte. Es tu decisión.
— Ya llegamos —Me respondió de la nada.
— Buenas noches Leo, descansa —Dije saliendo del auto.
— Buenas noches.