El verdadero precio de nuestra libertad.

6. Galletas

 

Me senté a cenar frente a frente con él, honestamente esperaba reclamos, pero hubo silencio tras pedir nuestras órdenes.

— Hice lo que querías.

— ¿Qué cosa?

— Me hice cargo de los gastos del funeral. De todo.

— ¿Enserio? —Miré alegremente a Leonardo.

— Sí.

— ¿Cómo lo hiciste? —Hablé con una gran sonrisa en mis labios.

— Los hice hacer creer que el servicio social podía ayudarlos con el caso junto con un par de mentirosos, lo creyeron y aceptaron el dinero.

Tome sus manos alegremente.

— Gracias.

— Lo hice por ti, para que veas que no soy tan malo. O bueno, no contigo.

Asentí tranquila.

— Con eso me basta, descuida.

Me separé de él al notar mi euforia, para concentrarme en la comida.

— ¿Seguirás hablándoles después de todo? Ellos ya te descubrieron.

— No puedo seguirles hablando, Leonardo, Laura seguro ya dijo todo.

— Se me hace una tontería —Él tomo un poco de sus fideos.

— ¿Por qué lo dices?

— Acaba de morir su madre, no es el momento para hablarlo, ellos lo saben, supongo que se los dirán después.

— ¿y? No tiene sentido que yo me relacione más con ellos, la verdad siempre saldrá a la luz y la humillación será grande.

— ¿Entonces te avergüenzo?

— No en realidad, cuando las personas se relacionan entre sí surgen  ese tipo de problemas; un día puedes ser el motivo de unión y otro el de odio para otros seres.

Él asintió y miró a otra parte, mientras yo por mi parte presté atención a la mesa. Había una pequeña bandeja con galletas de la fortuna, rápidamente tome una.

— ¿Crees en esa tontería? —Susurró Leonardo.

— No, pero supongo que me emociona la idea de creer por un momento.

La rompí y desenvolví el trozo de papel.

— “El amor y la verdad tienen diferentes formas, aprende a verlas.” ¿Qué? No entiendo —Negué dejando el papel en la mesa y comiéndome la galleta.

— Con mucha  más razón no abriré una de esas. —Él tomo el papel y lo leyó con seriedad para volverlo a dejar en la mesa, viéndolo mientras negaba.

— Entonces yo abriré la tuya —Insistí tomándola.

— La elijo yo y tú la abres, sino esa no será mi fortuna, será la tuya.

— Entonces hazlo —Acerqué la pequeña bandeja a él.

Tomó una del pequeño grupo y me la entregó, ya rota.

— “Busca la manera de hacer las cosas diferentes.”

— Lo interpretaré como una tontería más ¿De acuerdo?

— Lo que digas —Asentí sonriente. — Tú ya has hecho las cosas de una manera diferente desde el día de ayer.

— Insisto me suena a tonterías, no creas que estás cambiándome o algo por el estilo, Adela. No eres nada nuevo como para cambiar algo.

Me quedé callada ante su comentario para luego responder.

— ¿Ya podemos irnos?

Él asintió tras mirarme con atención para luego pedir la cuenta.

— Te espero en el auto, ¿las llaves?

Me las entregó en silencio y de la misma manera me dejo irme afuera. Me recosté en la ventana, me habían dejado pensando aquellas estúpidas galletas, ¿formas de amor y verdad? Ni siquiera recibía algo de cariño por parte de mi madre, y dudaba mucho que hoy fuese una excepción. Cuando me di cuenta, Leonardo estaba en el auto y además encendiéndolo.

— Fue una buena primera cita ¿o no? —Preguntó curioso.

— No estuvo tan mal para ser la número uno, si te hace feliz saberlo.

— Quiero llevarme bien contigo, aunque seamos novios de mentira. Va a ser imposible llevarnos mal y tener que lidiar con mi vida que ya de por sí, implica que vaya mal.

— Estoy totalmente de acuerdo, no eres el único con días malos.

— Lo sé, lo sé, es solo que yo tengo a mi padre encima jodiendome.

— ¿Siempre ha sido así de “especial” contigo?

— Desde que tengo memoria —Respondió concentrado en el camino.

— ¿Él fue quién te crio?

— Las niñeras que terminaban siendo sus novias, ellas sí. No tengo tan mala relación con él, pero estoy consciente de que nuestro estilo de vida no está bien.

— Quizá tu galleta tenía razón.

— ¿Ah sí? ¿Por qué? —Dijo un poco burlesco.

— Porque hacer que tu vida sea diferente no es una cosa para la que sea tarde. Y para esto no me necesitas como pretexto de cambiarte. Es tu decisión.

— Ya llegamos —Me respondió de la nada.

— Buenas noches Leo, descansa —Dije saliendo del auto.

— Buenas noches.

 



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En el texto hay: adolescentes, crimen organizado

Editado: 14.06.2018

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