El verdugo que tuvo piedad

El Verdugo que tuvo piedad

El verdugo que tuvo piedad

Por Jose Urdaneta 

 

URRS, 1952 

Alexey se despertó. Vio por la ventana de su casa y vio el pabellón de ajusticiamiento, que quedaba en frente. Vio su hacha. 
Suspiró. 
Una hora después estaba en el pabellón, un lugar con paredes de concreto y un techo con forma de cúpula que estaba abierto con una puerta por donde traían a los prisioneros de la cárcel más cercana, esperando que llegara el siguiente condenado a muerte. 
¿Qué seria esta vez? ¿Un hombre? ¿Una Mujer? ¿Un niño quizás? 
De todas maneras ¿Porque hacia eso? ¿Por qué su trabajo era matar gente? 
Tenía el peor empleo de toda la ciudad, lo que tenía que hacer era horrible y asqueroso, el pago era horrible y hacía que nadie, ni siquiera su familia se quisiese relacionar con él. 
Pero no le quedaba otra, era el empleo que le había asignado el consejo estatal y no podía escapar de eso. Si renunciaba no le darían otro y moriría de hambre y de frio en el invierno, que era próximo. 
Divagaba. ¿Qué sería de él en el futuro? ¿Existiría un Dios que lo estaría juzgando? ¿Si existía acaso de apiadaría de él? ¿O acaso caería al vacío, a un castigo eterno por matar a cientos de personas? ¿A cuántos había matado ya? ¿Y cuantos habrían sido un simple capricho de Stalin? 
Con eso en mente se empezaba a pasear por el pabellón cuando oyó que se abría la puerta, y volviendo a ver vio a un hombre que, llorando, caminaba lentamente, sostenido por unos guardias. Él se acercó a ellos, quienes se detuvieron y dejaron al hombre, encadenado de manos y pies quien cayó al suelo, aun llorando. Haciendo una seña con la cabeza, Alexey le indico a los guardias que ya podían salir, era una regla estricta que en las ejecuciones solo podía estar presente el verdugo y, si así lo deseaba, el líder supremo Stalin. 
- ¿Como te llamas? – Dijo Alexey cuando se cerró la puerta con voz aburrida mientras lo veía de arriba abajo. Tenía el pelo claro, ojos azules y se veía de unos 35 años, se veía un poco obeso, aunque no demasiado, sus cadenas sonaban a cada movimiento que hacía. 
No respondió, solo lloró. Le volvió a preguntar: 
- ¿Como te llamas? 
-Mi nombre es Sergey… - Respondió unos segundos después. Aun sollozaba, por el destino que le esperaba en los próximos minutos – Sergey Ivanov…  
-Muy bien, Sergey Ivanov, ¿cómo quieres morir? 
En ese pabellón de justicia, el condenado tenía la opción de elegir como morir, si ahorcado, decapitado, o en la silla eléctrica (Este último método se aplicaba en una habitación contigua al lugar) 
Él lo miro a los ojos, buscando algún signo de compasión que lo ayudara a elegir cual de esos sería más rápido y menos doloroso, pero sin encontrar nada en los ojos de Alexey. Quedo sollozando de nuevo, mientras pensaba hasta que le dijo: 
-No tengo todo el día Sergey, hay más gente que debe morir hoy, apresúrate 
Después de esperar otros segundos, Sergey contesto: 
-Decapitado – Cuando lo dijo volvió a llorar y a gritar pidiendo ayuda 
A Alexey ya no le sorprendían esas cosas, se había acostumbrado desde sus primera semana, habían diferentes tipos de condenados, lo que eran como Sergey que lloraban y suplicaban perdón por sus pecados, otros que aceptaban sus destinos en silencio y los últimos, (que tenía que admitir que eran sus favoritos, ya que le cambiaban un poco su rutina) que intentaban escapar por algún lado de la fría muerte intentando inútilmente correr, o atacarlo sin éxito alguno debido a sus cadenas y esposas. 
-Muy bien, sígueme – Le dijo sin emoción alguna, más que la indiferencia 
Caminaron a donde estaba la tarima donde los ejecutados perdían sus cabezas, la madera de las escaleras no tenía ni una sola mancha de sangre, Alexey se encargaba de limpiarla todos los días y de dejarla reluciente, sin una sola gota del escarlata liquido del cuerpo de los muertos. 
Mientras subían Alexey le pregunto: 
-Y dime, ¿porque estás aquí? ¿Qué hiciste? – Le gustaba saber porque mataba a la gente, pensaba que al menos debía tener el derecho de saber porque le estaba cortando la cabeza a la gente. – ¿Acaso mataste? ¿Violaste? ¿Conspiraste? – Eso ultimo lo dijo con cierta ironía, de todos a los que los acusaban de conspirar eran pocos los que realmente lo habían hecho 
-Maté… a mi hermana. Con una pistola – Cuando lo dijo volvió a llorar, ahora más fuerte, no lloraba porque iba a morir, sino por la culpa, por saber que era culpable, por saber que merecía ese castigo – Estábamos discutiendo y empezamos a alzar la voz y nos pusimos violentos, y le dispare… Los doctores dijeron que la bala le atravesó varios órgano vitales, que murió después de unos segundos. 
-Ya… Lo lamento. 
Llegaron, Sergey se arrodillo y puso el cuello en el tronco de madera, donde los condenados perdían sus cabezas antes de que Alexey se lo indicara, como si estuviera suplicando porque lo hiciera rápido. Alexey tomo su hacha, y lo vio ahí arrodillado; había dejado de llorar, ahora estaba en silencio esperando su justo castigo, quizá pensando en lo que pasaría después, con las mismas incertidumbres de Alexey. Con curiosidad, le pregunto: 
- ¿Dime Sergey, crees en Dios? 
El levanto la cabeza y lo vio, asintió lentamente y la volvió a bajar 
-Dime, ¿tu hermana fue una buena mujer? 
-Si… - Replico Sergey con dolor en su alma, quizás recordando a su hermana 
- ¿Y te sientes verdaderamente arrepentido por tu pecado? 
-Si… - Volvió a decir el que lo miro, con intriga de que le iba a decir. 
- ¿Tu Dios dice que si te arrepientes de tus faltas iras con tus seres queridos al momento de tu muerte? 
-Si, lo dice – Dijo, esta vez con firmeza y certeza 
-Bueno, piénsalo de esta manera, te reunirás con tu Dios y tu hermana – Dijo Alexey, en realidad no creía firmemente lo que estaba diciendo. No sabía porque intentaba tranquilizar al condenado, quizás porque era la primer vez que veía a alguien así de arrepentido por algo, y no arrepentido por saber la pena que le esperaba, sino porque sabía que lo que había hecho estaba mal y que merecía lo que estaba por venir – solo faltan unos momentos para que la vuelvas a ver y que estés con ella por siempre. 
 Sergey Se quedo viendo al vacío, pensando en lo que acababa de decir. 
Y entonces sonrió. 
Sonrió. 
Bajo la cabeza, y con una seña le indico que lo hiciera. Alexey se preparó, lo vio y calculo donde iba a golpear. 
Bajo el hacha. 
En el último instante, antes de que el hacha lo tocara, Sergey dijo, en voz baja: 
-Gracias. 
El hacha toco el tronco. 
Horas después, la sangre estaba limpia y el cadáver había sido llevado a una fosa común, donde seria enterrado. 
Pensaba en el Sergey, había muerto tranquilo, feliz. Pero había muerto, él lo había matado. Había matado a un hombre, que estaba arrepentido completamente de su crimen. 
El tenía una certeza de que estaría con su hermana, y con sus seres amados que lo impresiono. Hacía mucho que no hablaba con su familia, desde que empezó a trabajar en eso, y se consideraba a si mismo agnóstico, pero no podía dejar de pensar en la tranquilidad que le había dado a Sergey el saber en su creencia que el iría con su hermana. 
Volvió a sonar la puerta. 
Los guarias volvieron a traer a un hombre, encadenado igual que el anterior, esta vez de pelo color café, y piel clara. Este iba serio sin expresión alguna en su rostro, solo miraba al frente. 
Los guardias lo dejaron y se fueron de nuevo, apartando a Sergey de sus pensamientos, pregunto, siguiendo el ritual de siempre: 
- ¿Como te llamas? 
Él lo vio a los ojos y respondió: 
-John Smith – Lo dijo secamente. 
Subiendo una ceja, ligeramente sorprendido, Alexey dijo: 
- ¿Smith? ¿No eres de por aquí verdad? ¿Yanqui? 
-Si 
Respondía de manera seca, solo hablando lo necesario. 
Alexey suspiro. 
-Muy bien, John Smith, me imagino que ya te lo habrán dicho, ¿Cómo quieres morir hoy? 
-Ahorcado. 
Inmediatamente se pusieron en marcha hacia la horca, en el camino como siempre, Alexey pregunto: 
-Y dime, ¿Por qué estás aquí? ¿Qué hiciste? 
-Soy un espía, me descubrieron y me mandaron a ejecutar. 
-Ya… Lo lamento 
Llegaron a la horca. Alexey le ajusto el nudo en el cuello, y mientras terminaba de preparar todo oyó que John lo llamaba: 
-Oye, una pregunta 
Alexey volteo, vio a John viéndolo por encima del hombro mientras le preguntaba empezando a sonar nervioso: 
-Antes de que lo hagas, ¿me podrías dar unos minutos para rezar? 
-Eres religioso? – Pregunto de vuelta 
Jonathan asintió 
-Vaya, el segundo del día – Dijo Alexey 
Lo vio. El hombre tenía miedo. No, que decir de miedo… Estaba aterrorizado. Empezaba a respirar agitadamente esperando una respuesta hasta que le contestó: 
-Seguro, avísame cuando estés listo. 
Mientras terminaba los preparativos, miraba de reojo a John, había cerrado los ojos y movía los labios sin ningún hacer ningún sonido, pero a medida que lo hacía se sentía más calmado como si una presencia extraña lo invadiera y lo tranquilizara, quizás si existiera un Dios, y hoy había decidido ayudar a los condenados a muerte. O quizás no existía, pero su sola creencia tranquilizaba a esos reos. 
Unos tres minutos más tarde, John abrió los ojos y dijo: 
-Estoy listo. 
Alexey fue a la palanca, con solo moverla quitaría el suelo de la tarima y haría que John se ahorcara y poso su mano sobre ella y la vio. 
Volvió a ver a John que veía al frente, esperando a su destino. Volvió a ver la palanca.  
No la movió 
La soltó 
Se puso en frente de John mirándolo fijamente a los ojos. Le pregunto: 
- ¿No hiciste nada malo verdad? – Mientras lo miraba de arriba a abajo esperando que le respondiera  
John negó con la cabeza, Alexey volvió a hablar, esta vez con voz más firme y segura: 
-Solo estas aquí por capricho de alguien importante verdad? 
Asintió 
Se miraron por unos segundos, que se hicieron eternos 
-Vete – Dijo Alexey 
Diciendo eso, se dispuso a sacar un juego de llaves maestras que tenía en su bolsillo y a quitarle sus cadenas 
Impresionado, John le dijo: 
- ¿Que? ¿Qué dices? ¿Qué haces? 
-Calla, te estoy liberando. 
Unos minutos después estaba sin las cadenas y John estaba quitándose el lazo del cuello. Alexey le dijo: 
-Por allá esta la puerta trasera – Señalando a uno de los costados del lugar – Vete antes de que alguien note que no moriste, que seguramente será pronto, regresa a tu país, debes de tener una madre, un padre, una esposa que te esperan, ve con ellos, tú que tienes la oportunidad. Es algo que no todos podemos hacer… 
- ¿Por qué haces esto? – Le pregunto John sin poder creer aun lo que había pasado, lo veía, con una mirada que denotaba entre alegría, confusión, agradecimiento y también algo de admiración hacia Alexey, siempre le habían dicho que los Soviéticos eran malos y que querían exterminar a cualquier estadounidense que vieran, pero así no era el que estaba en frente de el – ¿Porque me salvas? 
Pensándolo un momento Alexey respondió: 
-Hay culpables que no merecen morir, los inocentes tampoco deberían. Esta es una forma de expiar mi pecado, y que me perdone cualquier cosa que exista, si Dios, el karma, o los astros. Y si no existe nada, al menos alcanzare la tranquilidad de saber que mi familia podría llegar a hablarme de nuevo. Ahora, sal de aquí. 



#20728 en Otros
#6089 en Relatos cortos
#7511 en Joven Adulto

En el texto hay: muerte, rusia, piedad

Editado: 19.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.