Stefano esperó en silencio, como si supiera que los recuerdos estaban golpeándome uno a uno con violencia, haciéndome recordar esa horrible noche. Todo en él indicaba eso- su postura arrogante, la forma en la que me miraba… la sonrisa horrible y torcida en su estúpida boca.
Lo peor de todo es que no pude hacer nada más que quedarme sentada en mi lugar, sintiendo cómo mis mejillas se tornaban rojo y el estómago se me hacía ácido. Ese imbécil todavía tenía poder sobre mí, y eso me congelaba- me aterraba, me enervaba. No sabía cómo hacer que me regresara lo que nunca le perteneció… lo que me robó.
-Te odio.- Dije con una voz apenas audible, llena de enojo.
Pero Stefano sonrió más, satisfecho.
-Yo sabía que todavía sentías algo por mí, hermosa.
Lo peor que le podía pasar a ese tipo de hombres (si es que podemos llamarles hombres) abusivos e hijos de puta, es que la persona a la que tanto se empeñaban en hacer mierda, llegara a sentir solo indiferencia por ellos. Eso les aterraba a ellos. Y es lo que intenté mostrar cuando accedí verlo.
¿Qué por qué carajo accedí a verlo? Bueno, no es tan fácil.
Una semana después de haberlo apuñalado, me llegó un correo. Era él. Había logrado contactarme, a pesar de que lo bloqueé de todos lados y me fui con mi mamá y mi papá a la casa del faro. Lejos de él. Me estaba acosando, y yo solo podía huír porque tenía miedo de que, si decidía ir a la policía como me decían mis papás, Stefano me denunciara por lo que le hice… y lo triste de este sistema injusto, es que el poderoso gana. En este caso, él.
Por eso me fui a vivir a Barcelona. Ya saben, empezar de nuevo, bla bla; todo inicio de una película de comedia romántica. Sabía que lo más probable era me buscara en algún momento, pero prefería tragarme la mentira de que no se iba a tomar tal molestia. Mal. Claro que se iba a tomar la molestia. Lo había apuñalado. Me iba a buscar y me iba a hacer pagar.
Él mismo me lo dijo después de haberle clavado ese cuchillo.
Así que cuando se apareció, lo supe. Estaba ahí para cumplir su promesa. No tenía más remedio que irlo a ver, o no iba a descansar hasta hundirme.
Ese es el problema de tratar de huír de tu pasado, de los problemas, de tus demonios- siempre terminan alcanzándote. Y Stefano ya me había alcanzado.
-Asco y odio.- Respondí.
-Sentimientos son sentimientos.- Stefano se cruzó de brazos y se recargó en el respaldo de su silla. -Tranquila, yo me voy a encargar de cambiarlos poco a poco.- Levantó su copa y le dio un trago al vino. -A partir de hoy, nuestra primera cita, vas a mudarte conmigo, y las cosas van a volver a ser como eran antes.- Regresó la copa a la mesa y sonrió. -A menos claro que prefieras que le entregue esto a mis amigos de la policía y cierre tu triste trabajo. De cualquier manera, vas a terminar conmigo. Solo es cuestión de ver qué tanto estás dispuesta a perder.- Stefano se reclinó sobre su silla y puso su mano encima de la mía. No podía moverme, y él lo sabía. -Podemos hacerlo por las buenas…- Sin previo aviso, tomó mi piel entre sus dos dedos y pellizcó con fuerza. -O por las malas.
No moví la mano. Sentía el dolor, pero era como si no me importara. Como si no me doliera lo suficiente como para quitar la mano, o siquiera hacer una mueca de dolor.
Unos segundos después dejó de apretar y comenzó a acariciar el lugar donde había lastimado con su pulgar. Su tacto era suave, sutil, casi inexistente. Me pregunté cómo era posible que un hombre pudiera actuar de una manera tan tierna después de haberle hecho daño a la persona que se suponía tanto quería. Más bien ese era el problema- Stefano era incapaz de querer. Las únicas veces que mi ex mostraba su versión más real, era cuando estaba haciendo daño; con sus palabras, con su cuerpo, con sus manos, con su voz… El resto del tiempo solo actuaba.
No sabía qué decir. Cómo actuar, qué hacer, cómo responder. Así que solo me quedé en mi lugar, callada- pero maquinando en mi cabeza todas las posibilidades. Y claro, intentando inhalar y exhalar.
-Una cosa más.- Dijo y soltó mi mano. Mi respiración regresó a la normalidad. Bueno, casi. -A partir de hoy dejas la vida de puta que tienes con mi abogado.
David.
Mi corazón se hizo chiquito y comenzó a llorar. ¿Qué se supone que iba a hacer? Estaba atrapada y sola sin saber qué hacer. Nadie te da una clase en la escuela de cómo sobrevivir a un abuso. No hay manuales tampoco, ¿o sí? En ese momento pensaba que lo más inteligente era ir con la policía, pero estaba aterrada. Solo podía pensar en todos los casos en los que mujeres se defendían de sus parejas abusivas y terminaban en la cárcel por intento de homicidio. Yo no quería ir a la cárcel…
Pero no podía desmoronarme. Tenía que pensar. Ya no era la misma niña que era cuando Stefano decidió que yo iba a ser su próxima víctima. Ya había crecido y aprendido. Y lo más importante era que sabía que, si logré salirme una vez de esa situación, podía hacerlo otra vez.
-Ya te perdoné. Pero no voy a tolerar que vuelvas a hacerlo.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Matarme?- Fueron las únicas palabras que lograron salir de mi boca.
Stefano soltó una risa burlona.