❀~✿ ❀~✿ De lo que se es capaz, y el inicio de una nueva y complicada amistad ❀~✿ ❀~✿
La presentación de ambos niños no fue tan buena, a pesar de que Freya le salvó la vida, ambos no congeniaron de la manera en la que Aron quería.
Después del incidente del lago, Marelin sufrió un sobresalto en el corazón, cuando vio como su único y más querido hijo, llegó a casa. La expresión que hizo cuando el niño le reveló que estuvo a punto de ahogarse no tuvo comparación; una madre tan sobreprotectora como ella no se podía dar el lujo de que su más preciado retoño peligrara.
Azra poseía un buen atractivo; tenía la combinación perfecta y bien que las otras niñas que trabajan en la casa lo sabían apreciar. Muchas de ellas utilizaban su trabajo como excusa para acercarse al distanciado joven. Él, sin embargo, no se mostraba interesado en hablar con ellas, solamente las saludaba cortés y después se marchaba sin más.
Con la única persona del servicio que él conversaba, era con Freya, a quien con burla pasó a denominar «esclava» a espaldas de su padre. Sabía que Aron no era partidario de esas cosas, así que debía mantener un buen carácter frente a él si su deseo era conseguir su respeto.
A la niña le molestaba que la llamara de ese modo, ella ya era una persona libre y todo gracias al caballero. Que el «joven tonto» en vez de «joven caballero» la llamase así, destrozaba lo lindo que transcurrieron los eventos antes de su llegada.
—Sabía que el caballero tenía un hijo, pero no sabía que fuese tan lindo— comentó Fiona, una de las chicas que trabajaba junto a Freya y otras lavando ropa. Esta era una puberta ojos café de catorce años, su piel era morena; tenía el cabello frondoso y bastante negro.
—No solo eso, lo fuerte que es— continuó Fayle, otra chica perteneciente al grupo de cuatro. Alguien de catorce años también, y que aunque en ese instante, Freya lo desconocía; la niña pertenecía a una antigua tribu de gente de cabello de fuego, al igual que Margarie, por eso su cabello rojo. Su pelo era liso, al igual que poseía una piel tostada —Estaba cargando un enorme balde de agua cuando él me vio y me ayudó a traerla hasta aquí. ¡Es un caballero al igual que su papá!
—Pff— resopló Freya con una mueca. Ella se encontraba a lo lejos tendiendo ropa, la joven no podía evitar escuchar la conversación de sus bulliciosas compañeras.
—¿Pff?— no creyó que su gesto se escuchara tan fuerte. Fayle enseguida observó a Freya con asombro —¿Por qué dices eso?
—Ignórala, es un poco rara. No le gusta lo que a nosotras— intercedió Dánica. La más joven de las tres con trece años, solamente un año mayor que Freya. Su cabello negro era corto hasta la barbilla y por alguna razón, las puntas siempre estaban dobladas para arriba. Sin importar que fuese la más joven del grupo, era la más alta y astuta.
—No entiendo qué le ven— contestó Freya —No es alto, no es tan fuerte y tiene orejas de burro.
—¡¿Orejas de burro?!— cuestionaron todas, a excepción de Dánica —Estás loca— afirmó Fiona.
—Si no lo consideras atractivo, ¿qué tipo de chicos te gustan?— Fayle se acercó a ella poniéndose a su lado. La niña jugueteó con su cabello rojo, enrollándoselo en el dedo —Es raro que nos dirijas la palabra.
—Solo es un tonto— insistió apartándose de la chica. Ella tomó una sábana para colgarla entre los tantos cordeles —Él no es amable, nada más finge serlo.
Freya veía como inaceptable que aquel niño insoportable tuviera un club de fans. Él no le parecía encantador; no era tan alto como Aron, tan inteligente como Aron, y mucho menos, tan agradable como él. En pocas palabras, Azra no era Aron.
No fue el mejor momento para decirlo, el niño pasaba por esa área del bosque en donde las féminas lavaban, cuando escuchar las palabras de «la esclava», lo detuvo. Él se sintió indignado ante tal afirmación. No fingía ser amable, lo era; con las personas que se le daban la gana, pero lo era.
El joven caballero no sería amable con aquella niñita, porque sin importar que le salvara la vida, era una tonta.
Ambos eran unos tontos.
Así que, él esperó a que ella se quedara sola para hacer de las suyas. Sabía que era normal que las niñas corrieran al ver un animal que considerasen feo, por lo que mientras Freya colgaba la ropa, él buscaba el insecto más horrendo como venganza.
Su búsqueda fue ardua, quería matarla del miedo, que le rogara para que alejara el animal de ella. Es más, ningún plan le parecía convincente porque sabía que su oponente no era sencillo. No podía ser cualquier cosa, tenía que ser «la cosa».
—¿Qué tanto buscas?
Azra estaba tan inmerso en su broma, que obvió escuchar una voz bastante familiar. El niño completaba un ciclo: buscaba, se alegraba por encontrar un insecto feo, y se frustraba porque no era lo suficientemente feo como para asustarla.
—Estoy ocupado— contestó sin alzar la cabeza.
—¡Quiero que veas esto!
La figura de un verdoso y robusto sapo se posó delante de sus ojos. Este, al ser el animal que consideraba más atemorizante, provocó que el joven perdiera el equilibrio, cayendo al suelo. No exagero cuando digo que sus ojos estaban en blanco del miedo. El grito que lanzó cuando lo vio, fue tan fuerte que la risa de Freya se mezcló con sus chillidos.
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Editado: 12.03.2024