El viento frío que azotó su rostro

Seres autónomos

Capítulo 14: Seres autónomos

El día pasó bastante rápido a los ojos de Freya, la chica no paraba de pensar en la escena que tuvo con Aron y en la manera en la que el hombre reaccionó cuando recibió su regalo. Fue mejor de lo que esperaba.

El que no estaba feliz con lo ocurrido, era Azra. Durante el paseo con su padre y su entrenamiento, no paraba de darle mente al asunto de los guantes. El chico veía como inaceptable el hecho de que su mejor amiga estuviera enamorada de su papá, no solo por la diferencia de edades, sino porque, desde su perspectiva, el caballero siempre mantuvo distancia con ella.

El joven moría por saber cuándo fue que la chica desarrolló ese tipo de sentimientos prohibidos, y la razón de ellos. Lo que sí sabía, era que ella tenía mucho tiempo así.

Cayó la noche y ninguno se había dirigido la palabra. A Freya le pareció raro no haberse encontrado con Azra en todo el día, era como si el chico la estuviera evitando. 

La situación la entristecía, más porque no comprendía su actitud.

—Vaya, vaya— Fayle entró a la habitación encontrándose con una vestida Freya. La chica se puso el vestido verde que, un día antes, había organizado junto a unos zapatos sencillos color marrón. 

Estaba de moda que la tela de las mangas en los vestidos fuera transparente, al igual que la primera capa de su falda; tal y como había dicho antes, las mangas eran caídas, haciendo que Freya portara un escote redondo. La chica decidió usar el cabello suelto y sin ningún indicio de maquillaje.

Parecía un hada de cuentos.

—Creo que debí ponerme algo más sencillo— comentó mirándose en el espejo. No le agradaba llamar la atención, detalle que con su vestimenta iba a ser difícil.

—Pero si luces hermosa— la tomó de los hombros sonriendo —Nadie te creería el cuento de que eres una de las lavanderas de la mansión de los Vritz.

—Tú también te ves muy bonita.

Fayle se recogió el pelo en un moño, tal y como lo hacían las damas de la nobleza. Ella se puso un vestido crema, que al igual que el de Freya, la tela de sus mangas (largas), eran transparentes. La falda era doble, una translúcida que le llegaba hasta los talones y la de abajo ya era más gruesa, llegándole hasta las rodillas. En los pies se puso unas zapatillas blancas que compró hace tiempo.

La pelirroja soñaba con tener un armario lleno de zapatos, desde un extremo a otro.

—Qué va— negó tomándole la mano —Bueno, vamos que se nos hará tarde.

—¿Y ustedes a dónde van?— Fiona entró a la habitación sintiéndose curiosa por la vestimenta de sus compañeras, era raro que pasaran tiempo juntas; Freya no solía interactuar tanto con ellas, se la pasaba todo el rato con el joven caballero.

—Tendremos una cita— contestó Fayle a risas —No nos esperes.

—¿Espera, qué?— levantó las cejas de inmediato —¿Dónde y con quienes?

—Ay, Fiona. ¿Para qué quieres saber?

—Porque los tipos con los que te juntas no me dan buena espina— desvió la vista hacia Freya —¿Ella fue la que te consiguió pareja?

—Amh, sí— asintió dudosa —¿Qué hay de malo en eso?

—Todo.

—¡Ash, no le hagas caso!— esquivó Fayle jalándola del brazo —Nosotras nos vamos a encontrar con ellos a las afueras de la mansión, ¡y que te quede claro que la vamos a pasar de maravilla!

—Eso espero— cruzó los brazos.

Ignorando la actitud de la chica morena de cabello frondoso, Freya siguió a Fayle rumbo al lugar previsto. Ella tuvo sus inquietudes sobre si continuar con la cita, pero no se atrevía a negarse después de haberle prometido que la ayudaría, ¿qué clase de persona sería de no hacerlo? Su compañera le había rogado demasiado como para que, a última hora, la dejara tirada por un mal presentimiento de Fiona, quien a veces exageraba.

Mientras caminaban, Azra se dirigía a la habitación de Freya para hablar con ella del tema de los guantes. Él no podía dejar pasar eso, tenía que confrontar a la chica y hacerle ver que lo que sentía por su padre era de todo menos bueno, que no llegaría a nada con aquellos sentimientos.

Sin pensarlo dos veces, el joven caballero abrió la puerta encontrándose con una de las escenas más vergonzosas de su vida:

Por culpa de su despiste, encontró a Fiona en el momento justo que se quitó el vestido; quedándose en lencería. La chica, desde que lo vio, lanzó el grito al cielo, tapándose su pecho únicamente cubierto por la bata que usaba como ropa interior.

—Ay, cielos. ¡En serio lo siento!— volteó cubriéndose los ojos. Salir no era opción, no quería que lo descubrieran en esa área —¡No era mi intención!

—¡¿P-Pero qué hace aquí?!— se colocó rápidamente el vestido —¡No entiendo!

—Vine buscando a Freya, ¿la has visto? Quiero hablar con ella de algo muy importante.

—Tendrá que esperar hasta mañana, ella ahora mismo no se encuentra y dudo que venga temprano.

—¿Qué? ¿A qué te refieres?— le dio el frente avergonzándose de nuevo a pesar de que la chica ya estaba vestida, por lo mismo, él volvió a girar con la vista en la puerta.




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