El viento frío que azotó su rostro

Apego

Capítulo 15: Apego

Al paso de los minutos, Freya le fue dando la razón a Fiona. 

Su cita en ningún momento intentaba ocultar las intenciones que tenía con ella. En su mirada se notaba lo interesado que estaba por la joven, nada más había que ver lo mucho que rompía su espacio personal, simulando pasos torpes para que ella no se diera cuenta de lo mucho que deseaba su cuerpo. 

—Y dime, ¿cuánto tiempo llevas en Lym?— le preguntó intentando hacer un tema de conversación.

—Tres años— contestó contemplando el cielo mientras caminaba, lucía más estrellado de lo usual y eso le parecía precioso —Usted no tiene mucho aquí, ¿verdad? 

—No tanto como tú, pero sí tengo tiempo— sonrió de suspiro —No me tienes que hablar de «usted», me hace sentir viejo. 

—¿Y cuántos años tiene? 

—Estoy en los veinte— se detuvo y ella hizo lo mismo —Todavía no estás en edad para casarte, ¿o me equivoco? 

—Emh, no— no entendía por qué le preguntaba eso. 

—Alguien tan hermosa como tú, debe tener muchos pretendientes— acortó la distancia entre ambos —E imagino que ellos también te han recalcado lo bella que eres. 

—No es algo con lo que me sienta cómoda— negó con desagrado. 

—¿En serio? Qué extraño, a cualquier mujer le encantaría estar en tu lugar. 

—No lo creo— de solo recordar los problemas que su belleza le traía, Freya detestaba que los hombres hicieran mención de ella. Ni siquiera se catalogaba tan bonita, pensaba que Fayle, con su hermoso cabello rojo, lo era aún más. 

El cuervo sabía reconocer cuando no le gustaba a una mujer, él desde el primer minuto notó qué Freya no quería continuar con la cita. Sin embargo, el hombre tampoco tenía planes de pretenderla. 

Quería algo más. 

—Confieso que me gustaste desde la primera vez que te vi en el pueblo, me pareciste una chica muy agradable…— faltaba poco para dejarse llevar por sus salvajes instintos. Cada vez menos podía aguantar las ganas de quitarle su vestido y conocer lo que se ocultaba debajo del mismo. 

Si con él le parecía encantadora, no podía esperar en verla sin la prenda puesta. La mente enferma del cuervo quería hacerse con el título de ser la persona que le arrebatara su inocencia. 

—Me honra que piense eso de mí— Freya ya estaba preparando un buen discurso para rechazarlo —Sin embargo… 

—Sé lo que vas a decir— dibujó una pequeña sonrisa —Dirás que no te intereso de ese modo, y que debería buscar a alguien que sienta lo mismo que yo. 

—Lo lamento— bajó las cejas. 

—¿Sabes, Freya? Utilicé a una estúpida oportunista para obtener este pequeño rato a solas contigo— susurró con un tono lúgubre que encendió su radar de inmediato, una voz interna le decía que escape —Muchos sueñan con casarse con una belleza como tú, pero eso no es lo mío. Soy más de los que apuntan a otra cosa. Imagina ser el hombre que le haya arrebatado la virginidad a la belleza del pueblo. 

—¿Qué?— Freya retrocedió notando como Vans transformaba su rostro en uno más aterrador que antes. La joven giró con el propósito de salir corriendo, pero anticipando su movimiento, el hombre fue más rápido y la tomó del brazo para, de un jalón, tirarla al suelo. 

Entre forcejeos, él se puso encima de ella y mientras que Freya gritaba con todas sus fuerzas, el cuervo le agarró de las manos con la izquierda, a la vez que rasguñaba cada capa de su vestido con la derecha. 

—¡Suéltame!— demandó con lágrimas en los ojos. Por más que agitara los pies, no lograba escapar de lo inminente —¡Déjame!

—No sabes lo mucho que me preparé para esto— hasta su voz cambió. Él le rompió la parte inferior de su vestido y ya estaba a punto de hacer lo mismo con la zona del torso —No te preocupes, seré gentil— iba a besarla en los labios, pero ella desvió el rostro, así que terminó haciéndolo en su mejilla —De todas las mujeres, eres la más hermosa que me ha tocado tener, hasta se me olvida la edad que tienes. 

—¡No…! 

Una sola persona llegaba a su mente, alguien que hace tres años la salvó de algo parecido. El caballero era el único en el que pensaba en una situación como esa. Freya recitaba una y otra vez su nombre esperando que apareciera y la ayudara. 

—Aron…— susurró al borde de la desesperación. Nunca podría con la fuerza de alguien así, era de esperar lo peor. 

De pronto, alguien separó a la bestia de ella, dándole un puñetazo en el rostro que lo mandó a varios centímetros de distancia. Con todavía los ojos llenos de lágrimas y la respiración agitada, Freya se sentó en la grama, viendo a Azra golpeando una y mil veces a su abusador. 

—¡¿Cómo te atreves, maldito desgraciado?!— gritó al borde de la furia, quería matarlo sin importar qué —¡¿Cómo te atreves a tocarla con tus sucias manos?! 

Como lo tomó de sorpresa, el cuervo no tuvo oportunidad de responder a los constantes ataques de Azra, quien poseía la fuerza suficiente como para quitarle la vida si se lo proponía. 

Sus nudillos estaban heridos, él le había sacado un par de dientes y ni hablar de su ropa, la cual tenía sangre que evidentemente le pertenecía a su enemigo. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.