El Vinculo

Instinto

Instinto:

Gino llevó mi maleta. Todo el día. Pero me dejó sola en el patio porque tenía que ir a su club. Sentada tranquilamente bajo un árbol, mientras miraba a los pájaros volar. <<Los pájaros tienen suerte, ellos siempre pueden escapar>> pensé. <<Debo tener una obsesión por los pájaros>> acto seguido sonreí.

Las clases habían sido normales me tocó con Jack en algunas clases pero no hablamos. Solamente nos intercambiamos miradas en varias ocasiones y sonrisas, debido a nuestros comentarios mentales.

Era consciente de que eso no era normal, pero nunca sabremos que es normal sin saber lo que es anormal. Nos da una idea. A veces lo anormal es mejor que lo normal. Claro que estaba la adrenalina del peligro, ninguno sabía qué pasaba pero nos gustaba, quizá, estemos jugando con fuego.

Realmente no lo sé, pero es divertido hacer esto.

Algo divertido es que pase mucho tiempo con él (mentalmente) y nunca le dí mi nombre.

Un grupo de chicas se pararon frente a mi. Eran tres; dos eran gemelas, ambas delgadas y de cabello castaño, nariz fina, labios rosas y unos ojos café claro. La otra chica era alta, morena, cabello rizado y oscuro al igual que sus ojos, su nariz era gruesa, pero tenía unos labios divinos.

— Hola, cariño, nunca te había visto por estos lados. ¿Eres nueva?— dijo la pelinegra amablemente.

Abrí la boca para responder pero me interrumpieron.

— Soy Ana, la de la derecha es Bryn y la de la izquierda es Billie.— dijo Ana con tono amable

— Sí, soy nueva —dije mientras las miraba— Me acabo de mudar.

Las chicas se quedaron en silencio.

— Perdón, mi nombre es… Maddie.

— Oye solamente te queríamos decir que no te metas con nosotras. Ni con nuestros novios.— dijo sonriente— O si no.

Me preparé para el golpe que venía, cerré los ojos con fuerza, pero este nunca llegó.

— No le toques ni un solo cabello— dijo Jack, mientras le jalaba el cabello. — Tienes cinco segundos.

Las chicas corrieron.

—¿¡De dónde saliste!?— pregunté alterada.

— Ni siquiera sé cómo llegué aquí, estaba con mi amigo Sean y de la nada corrí aquí… Estaba al otro lado del colegio.— dijo Jack preocupado e impactado por eso.— Yo no lastimo a chicas, ¡No quería!.

Tenía miedo pero no hablé, solamente le di un espacio en el árbol, el chico se sentó.

<<No estoy cansado, corrí hacia aquí en menos de un minuto>>

<<¿Qué nos está pasando?>>

<< ¿Estamos enloqueciendo?>>

<<Oye, rubia, si estamos enloqueciendo mejor que sea juntos…>>

<<Tienes razón. Los locos siempre unidos jamás serán vencidos >>

<< Estoy agotado me levanté temprano para hacer las tareas, llevar a mis hermanas a su colegio, y ahora todo esto que está pasando contigo>>

Le dí la mano, recordando cuando él tomó mi muñeca y yo me tranquilice. Pasamos minutos así

— Oye, rubia, estoy recuperado, me siento vivo.

— Me alegro por ti.— dije y le sonreí.— Pero tenemos que hacer la tarea recuerda eso. Prácticamente no nos conocemos.

— ¿Qué tal si me dices tú nombre?

Abrí la boca para responder pero la alarma de mi teléfono sonó.

<<Mierda. Mierda.>> Pensé mientras me ponía de pie.

<<¿Con esa boca es con la que comes?>>

Le saqué mi dedo del medio mientras corría hacia el estacionamiento.

<< Rubia, regresa, no sé cómo encontrarte>>

Me concentré en cerrar la conexión, como si tuvieras que cerrar una ventana.

<<¿Puedes oírme? Jack>>

No.

Sin respuesta.

Miré a la camioneta de mi hermanastro Bill; un chico musculoso, rubio y con piercings. Estaba fumando un cigarrillo.

Me subí a su camioneta. <<Odio este lugar. A mi madre. A mí hermanastro… Ojalá papá estuviera aquí>> pensé mientras miraba por la ventana.

— Por poco no llegas— dijo Bill mientras arrancaba la camioneta, puso la radio, sonaba Don't stop me now de  Queen. Movía la cabeza al ritmo de la canción. Me encantaba esa banda.— Odio este maldito lugar, ambos estamos aquí por culpa de quién— dijo intentando provocarme— Vamos Max, dilo, de una maldita vez.

— Es mi culpa— dije en voz baja, casi inaudible.

— No te escuché.— dijo Bill para decirlo otra vez.

— ES MI MALDITA CULPA.— grité con lágrimas en los ojos.

— Que bueno que sabes de quién es la culpa.

<<No llores, no llores. Las lágrimas para la almohada.>> Pensé.

Mientras veía por la ventana me di cuenta de que no íbamos a casa.

— Bill ¿A dónde vamos?— pregunté con un hilo de voz.

— A un bar— respondió él tranquilamente.

— Bill, déjame aquí, iré a casa y cuando mi madre llegue le diré que pasamos el día juntos, y que me cuidaste.— dije desesperada.

— ¡NO! ¡ Y SI NO CIERRAS LA PUTA BOCA! ¡ME ENCARGARÉ DE JODERTE!— gritó Bill.

El silencio entre ambos era notorio hasta que llegamos al bar.

La música a tope, borrachos coreando las canciones, mujeres fáciles, gente vomitando. Y lo peor, aún era temprano eran apenas las siete de la noche.

Bill había desaparecido entre la multitud, estaba haciendo frío. Entré al local, esquivé a personas ebrias con agilidad, hasta llegar a la barra. El mesero me preguntó si quería tomar algo, le agradecí y rechacé la oferta. No iba a emborracharme. Pero hablé con el camarero hablamos sobre política, religión y el fanatismo estúpido. Honestamente me encantó, él dijo que era muy joven para ser tan inteligente. Y me ofreció una gaseosa, yo con sed, la acepte. Continuamos hablando por un largo rato, hasta que Bill me ordenó subirme a la camioneta.

Cuando ambos estábamos en la camioneta, Bill quiso conducir, y yo no lo dejé. Podríamos ir presos. Ni loca lo dejaría hacer eso. Busqué en mi maleta y encontré unas pastillas para dormir, le quité la cerveza que se estaba tomando y se la eché. Le ofrecí su cerveza y se quedó dormido.



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En el texto hay: misterios, amor, extraño

Editado: 10.10.2019

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