Entre Espadas y Secretos
Elara sostuvo el antiguo pergamino entre sus manos, las palabras en latín danzando ante sus ojos. El juramento ancestral resonaba en su mente como un eco lejano. ¿Cómo podía ser que ella y Sir Edric estuvieran destinados a amarse? ¿Qué misterio ocultaba ese pacto?
Sir Edric la observaba con una intensidad que la hacía temblar. Su cabello oscuro caía sobre su frente, y sus ojos grises parecían contener siglos de secretos.
—Elara —dijo Sir Edric, su voz suave como el susurro del viento—. Este juramento no es solo una formalidad. Es una promesa que trasciende el tiempo y las circunstancias. Nuestros corazones están unidos por algo más profundo que la alianza entre nuestras casas.
Elara asintió, sintiendo la gravedad de sus palabras. ¿Qué había detrás de todo esto? ¿Por qué su amor estaba prohibido?
—¿Por qué? —preguntó Elara—. ¿Por qué este juramento nos une de esta manera?
Sir Edric se acercó a la ventana y miró hacia el bosque. La luna brillaba como un faro en la noche.
—Hace siglos —comenzó—, nuestros antepasados eran enemigos. Sus espadas se cruzaron en batallas sangrientas, y sus corazones ardían de odio. Pero un día, en medio de la guerra, algo cambió. Una visión, un sueño compartido. Ambos vieron a una mujer, una dama de cabellos dorados y ojos como el cielo. Ella les habló de un amor que trascendía la enemistad, un amor que podría sanar sus almas rotas.
Elara apretó el pergamino contra su pecho. ¿Una visión? ¿Un sueño? ¿Cómo podía ser real?
—Esa mujer —continuó Sir Edric—, esa figura etérea que apareció en sus mentes, les hizo jurar que sus descendientes encontrarían el amor verdadero. Que romperían las cadenas del odio y la venganza. Y así, aquí estamos, Elara. Cumpliendo ese juramento.
El corazón de Elara latía con fuerza. ¿Podía creer en una historia tan increíble? ¿Podía confiar en que su amor con Sir Edric era más que una alianza política?
—¿Y si no lo logramos? —susurró Elara—. ¿Qué sucederá si nuestros corazones no se unen como lo prometieron nuestros antepasados?
Sir Edric se volvió hacia ella, y en sus ojos, Elara vio una mezcla de esperanza y desesperación.
—Entonces —dijo—, el reino de Valoria caerá en la oscuridad. Nuestras espadas no podrán protegerlo. Solo el amor verdadero puede salvarnos.
Y así, en medio de secretos y espadas, Elara y Sir Edric se encontraban en un camino incierto. Un camino que los llevaría a descubrir la verdad detrás de su destino entrelazado.
*Continuará...*