El Virus de la Purga

Capítulo III

La energía eléctrica se había restablecido en algún punto en la madrugada. Taty dormía a pierna suelta entre nosotros. Su habitación permanecería clausurada indefinidamente, si nos marchábamos como habíamos planeado, tal vez para siempre. Me había levantado mucho más temprano que de costumbre, cerca de las siete y había conectado la radio en mi taller y he intentado sintonizar estación que me informara de cualquier cosa que estuviera sucediendo afuera, pero sin éxito. Así estuve hasta cerca de la nueve de la mañana que se levantó mi esposa, con los dos dedos entre el cabello en espera de que la maldita radio escupiera alguna palabra que me diera aliento para saber que hacer o para esperar lo peor. Pero no escuché más que estática en todas las emisoras que recordaba de niño sintonizaba.

Durante el desayuno acordamos ir a ver a mi representante para informarle de nuestra partida por tiempo indefinido y de paso tratar de hacernos con un mapa de la ciudad que tanta falta nos hacía. Después de desayunar empacamos lo esencial, papeles legales, un poco de ropa y algunas provisiones que no creí conveniente abandonar.

La milicia sólo dejaba circular vehículos particulares que contaban con permisos especiales y vehículos de autotransporte. Así que tuvimos que esperar a una unidad de taxi durante dos horas para poder trasladarnos a la casa de mi representante. Y el costo por el viaje fue en exceso abusivo, tener que pagar casi por quintuplicado el servicio se me hizo un robo, pero haber ido a pie hubiera significado perder todo el día, por no contar  con lo peligrosas que se habían vuelto las calles a cualquier hora del día.  

Pocas personas de aventuraban a salir de sus casa y continuar con su vida normal. Las escuelas y algunos centros de trabajo fueron cerrados hasta nuevo aviso. Las principales avenidas se encontraban sucias, con automóviles consumidos por las llamas. Los soldados que resguardaban la ciudad usaban mascarillas de ventilación asistidas o cubre bocas. El conductor del taxi nos miraba receloso por el retrovisor, lo que me hizo pensar en la gran necesidad que tenía para salir de casa y dejar sola a su familia en momentos tan críticos.

Continuamos por la avenida principal serpenteando esqueletos de autos volcados. La mayoría de  los centros comerciales se encontraban clausurado debido al saqueo del día anterior. Cuando llegamos a nuestro destino le pedí al conductor que nos esperase, pero la primer respuesta que obtuve fue una negación. Pero logre persuadirlo anteponiendo la seguridad de mi familia y unos cuantos billetes más. Él sabía que si lo dejaba ir, tendría que pasar el día caminando de regreso a casa o esperar hasta muy tarde que una unidad pasase por ahí y quisiera llevarnos.

El departamento donde vivía mi agente era pequeño, mucho más pequeño y claustrofóbico que el  mío, pero estaba en un área más tranquila, donde no había avenidas cercas y las calles aun empedradas eran ideales para dar largos paseos vespertinos, por no hablar de la cercanía que tenia del bosque. No era un complejo grande, sólo eran tres los apartamentos que lo conformaban. El de él era el del tercer piso y la entrada al mismo era independiente, por lo que la primera vez me facilitó encontrarlo. Subimos y el chofer me dijo no esperaría por más de una hora, yo asentí con la cabeza, no pretendía demorarme mucho, no era una visita ordinaria. 

Duramos varios minutos llamados a la puerta y creí que los acontecimientos del día anterior lo habían orillado a marcharse. Jorge era un hombre con una inteligencia agudísima y no dudaba ni por un segundo que supiera lo que realmente estaba pasando en el resto del mundo. De hecho ésta era la razón por la cual había decidido ir a visitarlo.

Justo cuando pesamos en retirarnos se entre abrió la puerta.

—¿Quién es?

—¡Eh Jorge! Soy marcos. ¿Podemos pasar? Las calles no parecen muy seguras.

—¿Vienes solo?

—No, con Karina y Taty.

Abrió la puerta casi a regañadientes. La primera impresión dejaba claro que era una persona huraña, pero nosotros que lo conocíamos, sabíamos que era todo lo contrario.

—Disculpa —dijo ciñéndose un arma a la cintura—. Por la noche varias personas  intentaron meterse al departamento y tuve qué… —señaló con la cabeza unos agujeros en los cristales de la ventana a un lado de la puerta, provocados por las balas.

—¿Qué haces aquí? Deberías abandonar la ciudad. Ir con algún familiar que viva en el campo o lejos de las zonas urbanizadas. ¡Lo lamento! —Dijo extendiendo la mano a Karina y a Taty— ¡Donde están mis modales! Siéntense por favor. ¿Quieren algo de tomar? Me temo que solo tengo agua para ofrecerles. No tengo nada en el refrigerador. Acompáñame marcos a la cocina —dijo poniendo su mano sobre mi hombro como lo haría un padre. Ya en la cocina continuó—. Marcos tienes que sacar a tu familia de la ciudad a como dé lugar. No deben quedarse ni un día más aquí. ¿Entendido?



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En el texto hay: apocalipsis, virus, pandemia

Editado: 08.09.2019

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