PARTE VII
CIELO SIN ESTRELLAS
El Visitante nunca fue alguien predecible. Incluso cuando su misma naturaleza sobrenatural lo hacía indiferente a las reglas humanas Said, tras años de estudio de él y su especie, siempre esperó encontrar un resto de lógica, algún instructivo en su comportamiento.
-Todos tenemos un peso que nos hunde- le había dicho su padre cuando Said se había aventurado a revelarle su investigación sobre el Visitante, meses antes de que comenzara la Gran Guerra-. Lo difícil es encontrar cuál es el de cada persona.
Una vez más, en el granero, el Visitante demostró que no era el tipo de ser que podía ser entendido.
-No- respondió el Visitante ante la oferta de Vladimir-. No te daré a Ofelia.
Said sintió sorpresa antes de esperanza. Era un trato fácil para el Visitante, y con todo, se negaba con firmeza a aceptarlo. El rostro de Vladimir se mecía entre el asombro, la decepción y la frustración absoluta. Su cara se tornó roja, y las venas en la frente se le marcaron.
-Said no es un hombre tonto- el Visitante empezó a caminar en círculo con las manos atrás de la espalda-. De hecho, es bastante más inteligente que tú, pero tú eres de fuerza bruta y, aparentemente, de instintos también.
“Verás, tu hermano sabe mucho sobre mí, y si no fuese porque me teme, hace mucho me habría enfrentado. De hecho, anhelo que ese día llegue. Una lucha de verdad con un humano, pero, no cualquier humano: uno que ha cruzado el umbral del miedo, y ha vuelto. Tú sabes, la gente nunca pierde el miedo, solo pierde la ilusión de que el temor puede detenerlo, y eso quiero verlo.
“Ansío una lucha con tu hermano, cierto. Es mi obsesión constante. El cazador y la presa. Que se desdibujen los roles. Sé que tu hermano sabe cómo matarme. Lo huelo.
“Ofelia, por otra parte, no me interesa en lo absoluto. Su belleza se ha extinguido. Es arrogante de nacimiento, ella no va a ofrecerme el dulce panorama de la locura que nace cuando se pierde el temor. Pero, estoy seguro de que sabe. Estoy seguro de que Said le ha dicho cómo matarme. A menudo me mira en mi punto débil, y sé que se pregunta “¿cuánto tiempo me tomaría hacerlo?”. ¿Sabes qué otra cosa sé, Vladimir?
La barra de hierro cortó el pecho del Visitante con fuerza. Su afilado pico atravesó su cuerpo con rapidez, y se quedó pendiendo. Vladimir dio unos pasos hacia atrás, respirando rápidamente por la emoción y la fuerza que había tomado para atravesar al Visitante tal cual Said le había enseñado.
-El siguiente eres tú, hermano- le dijo Vladimir a Said con ira.
-Corre- respondió Said, sabiendo que ya era demasiado tarde, pero deseando que no lo fuera-. Corre, Vladimir.
El Visitante caminó de forma tambaleante. Unos, dos, tres pasos. Levantó los brazos, en una actitud similar a la rendición. Estiró los dedos pálidos, y lanzó un suspiro largo.
Primero, como un espasmo, sus dedos índices empezaron a balancearse en el aire. Luego, dibujaron círculos invisibles. Le siguieron los demás dedos; era la extraña danza de sus dedos que el Visitante hacia a menudo.
El Visitante se dio la vuelta, con el hierro clavado en el pecho.
-Son unas criaturas extrañas, los humanos- el Visitante tomó el hierro, y comenzó a sacarlo de su pecho. El corazón de Vladimir comenzó a acelerarse-. Nunca me sacrificaría por otro de mi especie, pero tampoco pensaría en matarlo. Ustedes, en cambio…
El Visitante terminó de sacarse el hierro, y luego lo miró, intrigado.
-Conozco a tu hermano- dijo el Visitante-, lo he estudiado tanto como él me ha estudiado a mí. Me obsesiona. ¿Y sabes qué es lo que más conozco de él?
Como si fuera una ráfaga, el hierro que recién había estado en el Visitante atravesó a Vladimir por el pecho. Un dolor profundo atravesó cada centímetro de su cuerpo, con tanta fuerza que le fue imposible articular palabra alguna, mucho menos moverse. Apenas y sus labios escupieron algo de agonía ante su abrupto final.
-Said no confía en ti- agregó el Visitante-. Y esa no era la manera de matarme.
El Visitante tomó el hierro que atravesaba a Vladimir, obligando así a que se mantuviera de pie, y enfilando una mano tras la otra sobre el frío metal se fue acercando a él. Vladimir sintió entonces un viento inusual, un frío que cortaba la humedad de la noche como filos.
Miró al Visitante a los ojos, aquellas cuencas vacías de vida, y escuchó cerca, lejos, en algún lugar indescifrable, un coro de voces angustiadas, el murmullo que siempre lo seguía. El Visitante se inclinó hasta su oído, y susurró algunas cosas. Vladimir miró a Said con una tristeza vasta.
-Said, si hubiéramos sabido…- pronunció Vladimir.
El Visitante sacó el hierro de Vladimir con un movimiento rápido, y su víctima cayó al suelo, sin vida. El Visitante tiró el hierro al suelo. Said ya había conseguido ponerse de pie, y ambos se miraban fijamente. No fue hasta que el Visitante miró sus puños, que Said se percató que los estaba apretando con fuerza.
-Said- dijo el Visitante-¿estás listo ya?
Al escuchar su voz, Said dio un salto atrás. De nuevo, el recuerdo de su fuerza impresionante, la lejanía de la puerta, y aquel humo incesante en el horizonte, lo hicieron perder las fuerzas iracundas que había reunido.
-No estás listo aún- dijo el Visitante, con decepción.
Apenas se escuchó una ráfaga de viento, y el cuerpo del Visitante se deshizo, levantando polvo a su alrededor, y dejando a Said solo.
Said, en shock, tardó un momento en reparar en todo lo que había sucedido. Sentía como si estuviera suspendido en una cápsula de tiempo, atontado, impasible, hasta que escuchó unos gritos en la lejanía.
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Editado: 12.07.2023