XVI: La sinceridad da miedo

Le he dado mucha vuelta al asunto, demasiadas quizás. Pero también es hora de que piense en mí, ¿Cierto?

Me prometí que esto no volvería a afectarme, que intentaría no pensar, que solo sentir estaba bien. Y aún no me explico por qué me afectas tanto, porqué te pienso tanto.

Porqué me importas tanto.

Pensé que el haber hablado las cosas realmente haría que las cosas estuviesen bien. No te pido que volvamos a ser como antes, solo te pido estar bien.

Eso, bien.

Mantengo lo de ser amable con el resto, así llegan las cosas buenas, ¿Verdad? Y creo que me dan tristeza las personas que no pueden ver a alguien bueno y ya, que tienen que buscarle el defecto o agregarle una mala cualidad.

Aun así, como dice Chris, no hay personas malas ni buenas, solo hay personas temerosas, sin herramientas, con miedo a pedir perdón. No creo que alguien sea malo solo por serlo.

Esta y más cosas me enseñaste.

Quizás ha llegado el momento de darle fin a esto, a esto que no fue más que culpa mía.

Mía por sentir de más.

No creí que los libros mamones expresaran tan bien lo que siento, pero realmente siento que mi pecho va a estallar, que va a explotar solo por las dolorosas y punzantes pulsaciones de mi corazón.

A medida que fui escribiendo estas cartas, fui sintiendo más y más, y sí, Valentina tenía razón. Eres mi primer amor, ese primer amor del que realmente eres consciente.

Gracias.

Y quizás Valentina también tiene razón, quizás deba decirte por fin todo lo que siento, eso me sacará una aguja del corazón. Después de todo...

Esto no podría estar peor.

Sin querer sonreí triste al escribir esto, pero sé que tenía que llegar a este punto algún día.

Sigo pensando que te entregaré estas cartas cuando por fin me vaya, cuando me aleje de ti.

Ahí estaré preparada.

A veces me siento con atribuciones, y luego pienso que soy una tonta por aquello. Porque me enamoré de tu libertad, y por nada del mundo voy a quitártela.

Antes arráncame mis alas.

Antes arráncame el corazón.