XXI: Más viejo

Es raro como ahora no puedo sentir nada, ni tristeza, ni alegría, mi esperanza, quizás ni siquiera amor. Es frustrante esperar que una determinada situación te afecte y que luego solo estés ahí, mirando, ni siquiera observando, solo mirando.

Mirando como todos sienten, menos tú. Porque no sabes que es lo que debes sentir, ni como manifestarlo.

Si te soy sincera, no quise ir a esa fiesta porque tenía miedo, y el miedo como siempre volvió a triunfar en mi vida. Tenía miedo de que no fuese al enterarte que, de nosotras, solo iría yo. O peor aún, que, si fueses, y que se generará un ambiente incómodo entre nosotras, que nos ignoráramos mientras nos observábamos de espaldas. Quizás tú notando mi mirada mientras bailabas entre la multitud, como te gusta. Y yo por ahí, tomando bebida.

Creo que por eso preferí quedarme en mi lugar seguro, o quizás no tanto.

Me he quedado dormida temprano pensando en que hubiese pasado realmente. En cómo me he alejado de toda celebración porque me recuerda a esa noche.

El porqué, al contrario que tú, no me gusta estar rodeada de gente bailando. Porque para mí, toda esa gente bailando y emborrachándose, solo busca olvidar algo.

Y eso es triste.

Rodeada de gente triste.

Olvidar recuerdos para mí es triste, porque sé que llegará un punto en donde no podré recordar nada. Por eso protejo tanto mis recuerdos, por eso tomo tantas fotos.

En fin, de hace mucho que no te escribía como yo quería, pero hoy he logrado sentir un poquito de algo, aunque no estoy segura de lo que es.

Quizás está relacionado contigo, quizás en más conmigo.

Quiero pensar que es contigo.

Eso sería mucho mejor.

Pero sé bien que no.