Aidan se encontraba realmente molesto porque no le habían permitido asistir a la reunión, él se sentía con el derecho de estar allí, en el último año había creado un lazo íntimo con Mia, ya no eran solo profesor y alumna. Él quería más, se había percatado en más de una ocasión de que ella lo miraba con otros ojos, diferente al resto, quizás tenía otras intenciones, o simplemente se debía a que era su único amigo en aquel sitio, a ella no se le daba bien relacionarse con el resto de miembros de la casa. Él quería creer que se debía a que era capaz de provocar sensaciones en ella, solo quedaba esperar a que Mia cayera en sus garras, él tenía mucho preparado para ellos.
Tenía planeado una confesión, justo para aquella noche, estuvo tan cerca de obtener lo que quería que molestarse por la llegada de Tain era entendible, ya no podía invitar a Mia a una cita, sería acto desconsiderado de su parte, teniendo en cuenta por lo que estaba pasando.
Pasó una mano por su melena rubia que se encontraba desaliñada, observó el cielo y por un momento deseó poder visitar aquel lugar lleno de paz. Tomó la botella que tenía a un lado y se dio un gran buche. Se sentía solo en aquel rincón del mundo, el silencio de la noche era su único acompañante. Un movimiento entre las hojas de los árboles lo hizo voltearse observó el movimiento de los arbustos pero no se inmutó regresó su vista al frente y olvidó aquel ruido que seguro era provocado por algún animal del bosque o la chica que conocía su lugar secreto.
Nuevamente bebió de su botella hasta la última gota, gruñó molesto al ver que no quedaba gota de su vino, la colocó nuevamente en su sitio y se quedó observando el panorama, pasos resonaron y dejó escapar un largo suspiro, sabía quién se aproximaba, podía deducir por su prisa que de buen humor no llegaba.
—Sabía que estarías aquí —le dijo, Aidan volteó a verla y se arrepintió al momento él se sentía tan solo y triste que le molestaba verla tan radiante, ella no tenía culpa de la oscuridad que habitaba en él y en noches como aquella hacían de su mente un desastre. Las voces en su cabeza no paraban de susurrar cosas obscenas y que si cumplía las consecuencias serían enormes —. ¿Por qué te haces esto? —preguntó Mia preocupada
—¿Qué cosa? —preguntó haciéndose el tonto
—Encerrarte en ti, ahogar tus penas en alcohol, aislarte como si nada te importara y todo te diera igual, siempre haces lo mismo, te dañas de este modo
—Soy un ángel el alcohol ni me hace daño ni me emborracha no veo donde está el daño
—Sabes que no me refería a eso —El no respondió, pero en su mente sabía que todo aquello se debía a que no se consideraba lo suficientemente bueno para nadie
—¿Qué quieres Mia? —preguntó con una voz severa y la miró a los ojos, detalló cada milímetro de su bello rostro, su cabello rojo bailaba en el aire a causa de los vientos del invierno, la noche era fría pero él se sentía como un tempano por dentro a causa del vacío que lo perseguía. Aidan era raro, tenía días donde se veía radiante y otros en donde se torturaba congelándose en las noches como aquella y era algo que disfrutaba, se castigaba así mismo por considerarse una aberración, Mia ya lo conocía por lo que estaba acostumbrada a sus cambios de humor tan repentinos.
—Desapareciste, no te he visto en todo el día —La chica se sentó a su lado, con sus pies colgando del precipicio
—Me quedó claro que no estaba invitado a conocer los detalles de tu vida perfecta
—No digas eso, sabes que no es verdad —le dijo con una voz tierna
—Es la realidad —afirmó, maldijo por lo bajo por no quedar vino en la botella, odiaba ese rasgo de su mitad ángel, nunca llegaba a obtener un estado de ebriedad porque para conseguirlo necesitaría vaciar una licorería entera.
—Yo te quería ahí —habló Mia, trayéndolo de regreso a la realidad.
—Pues no hiciste nada para demostrarlo —ella no dijo nada porque él tenía razón, en aquel momento se encontraba tan liada que no pensó en eso
—¿Si me marcho vendrás conmigo?
—Sabes que solo tienes que pedirlo y ahí estaré
—No sé qué hacer, siento tristeza cuando pienso en dejar a mi padre, el ya perdió a mi madre, soy testigo de cómo aún la sufre cada día, me duele verlo así y no poder hacer nada para aliviar su dolor.
—Consecuencias de solo enamorarte una vez en la vida —dijo con ironía —por suerte yo no tengo ese rasgo de los ángeles
—¿Ah no? —preguntó curiosa
—No, salí como mi madre, he tenido varios amores durante mi existencia, algunos más intensos que otros pero ameres al fin y al cabo
—Espero no poseerlo yo tampoco
—Lamentablemente eso no lo elegimos nosotros
—Por otro lado deseo ayudar a las personas que me necesitan, aunque no tenga idea de cómo hacerlo, no quiero decepcionar a nadie —dijo, retomando el tema
—No tienes que hacer nada solo por cumplir lo que esperan de ti, hazlo porque así lo ansías —asintió para sí misma, permanecieron en silencio y lo acompañó brindándole su apoyo hasta que el estuviera listo para hablar, aquello ya era toda una rutina entre ellos.
—¿Te vas a marchar? —preguntó Aidan rompiendo el silencio