14 de Febrero, 1989. Bend, Oregón.
En medio de la habitación, en la cuna, envuelto entre diminutas mantas celestes, James se removió al sentir la presencia de 13. La nodriza lo sostuvo en brazos viéndolo enternecida.
-Eres un bebé muy adorable, ¿sabías?. -acarició la punta de su nariz con su pulgar, y sonrió al verlo arrugar su rostro ante su tacto.
Pronto se oyó cómo de manera sincronizada las puertas se abrían y de las habitaciones docenas de niños vestidos de blanco salían para iniciar con la rutina.
13 se aproximó a observarlos atraves del vidrio blindado. James abrió sus hermosos ojos marrones cómo si deseara ver el sincronizado mini desfile militar hacia el pasillo. Compuesto por niños de diferentes edades y aspectos que eran guiados por La Mayor.
La Mayor, una mujer de mediana edad cuya figura delgada y cabellos rubios, podían, en ocasiones recordar a una diosa nórdica qué ya ha abandonado sus años de juventud. Inspeccionó de manera meticulosa la postura, actitud y aspecto de cada niño en la fila.
A ambos lados de la fila, largas hileras empezaban a formarse de muchachas jóvenes, no pasaban los 20 años. Su vestimenta de vestido blanco sin mangas y delantal azul grisáceo delataba que compartían ocupacion con 13, nodrizas.
13 se apresuró a llegar a su lugar en la fila, el último, ella sin dudas no era la mejor. Con James estornudando en brazos, su respiración agitada y sus cabellos frontales dispersos en su rostro de modo rebelde, lo único que obtuvo de La Mayor fue una mirada de desaprobación.
Nodriza por nodriza dirigieron a un grupo selecto de niños, desapareciendo en el elevador bajo la atenta mirada de La Mayor, en un intervalo de 2 minutos máximo esto siendo cronometrado por la vieja diosa, quién sostenía el reloj de bolsillo en su mano con tal fuerza qué Dany juró que lo rompería.
Pero eso no pasó, el reloj no se rompió. Y cuando al fin llegó el turno de 13 de subir al elevador no solo quedaban ella, La Mayor y James también quedaban Jasper Mordred un niño de 4 años un tanto adormecido, Danielle Drake con postura firme y su mirada incrustada en el elevador, Lyra Thorne una pequeña pelirroja de unos 6 años que jugueteaba con la trenza de Dany causándole irritación y Conrad Ashford de 9 años quién miraba con curiosidad al bebé.
-Qué feo es. ¿Están seguras de qué es un bebé?. -preguntó Conrad con toda su inocencia, qué fue malinterpretado por la mayor cómo un acto de insolencia, solo bastó una gélida mirada para qué callara.
-No es feo. Es lindo cómo un gatito bebé. -contestó Jasper, fingiendo acunar un gatito entre sus brazos. -Muy chiquito. -dijo en un bostezo. Sus aleteos eran pesados, y tan delicados cómo alas de mariposa en primavera.
-Si. Yo creo qué es adorable. Me recuerda a mi hermano.- mencionó Lyra con profunda tristeza.
Todos entristecieron un poco, por lo qué La Mayor intervino.
-Suficiente. Esté tipo de conversaciones sin aprobación están determinantemente prohibidas. ¿Les ha quedado claro?. - indicó con voz severa.
Todos asintieron. Les dirigió una última mirada, y los observó de reojo subir uno por uno al elevador.
Dany recorrió con deslumbre el lugar. Las paredes de madera y el hermoso tapiz verde pino con finas florecillas plateadas del cuál eran dueñas las paredes, jamás dejarían de maravillarla. La larga escalera junto al ascensor qué llevaba a dios sabrá dónde, y el arco al paraíso justo frente al ascensor, el comedor.
Los cuatro jóvenes se detuvieron bajo el arco viendo avanzar a las nodrizas, una de ellas aún con James en brazos, hacía la cocina.
"15 minutos. No más." Recordó Dany lo dicho por La Mayor en el elevador sobre el tiempo del desayuno.
Su paz se vio interrumpida cómo siempre por una disputa.
-Yo tenía un gatito llamado Guss. -El somnoliento niño parecía aún más alegre de lo qué se podría estar en un lugar como ese.- Era blanco como la nieve y muy suavecito.-dijo frotando sus ojos para librarse del sueño.
-Ya cállate, Jasper. -Conrad respondió molesto. Él sabía de primera mano como eran los castigos allí. - ¿Tengo cara de qué me importa tu maldito gato?.
-Conrad, no seas grosero. - Lyra parecía molesta, sus mejillas la delataban. - A mi si me importa tu gatito Guss. - le dijo con una gran sonrisa. - Yo siempre quise un gatito, pero mi papá es alérgico. Así qué me dieron un hermanito. Supongo qué vieron qué tenía un agujero en mi corazón con forma de gato, y metieron un bebé. -dijo provocando risas indiscretas en Jasper.
Conrad sintió la mirada de La Mayor sobre sí por lo qué sus nervios y tensión aumentaron tanto o más que sus latidos resonantes.
-Ya cállense. Harán que nos castiguen -espetó molesto entre susurros.
Dany realmente intentó ignorar los cuchicheos, pero la curiosidad y la interesante disputa se lo pusieron difícil.
-¡Oye!. No nos cálles. Es grosero-respondieron Jasper y Lyra al unísono. Ambos se miraron sorprendidos con una sonrisa. -Uno, dos, tres. ¡Probando! -con sus dedos en sus oídos y micrófonos imaginarios en sus manos jugaron los niños.
"Se nota que son nuevos aquí" pensó Dany. Decidió intervenir al ver lo irritado qué estaba Conrad, quién con fuerza cerraba sus puños cuyos nudillos ya se tornaban blancos y apretaba sus dientes a tal punto qué chirriaban de manera dolorosa.
-¡Suficiente!. -susurró casi a gritos. - Todos ya sientense. Nos queda poco tiempo-sin esperar respuesta fue hasta la cocina junto a Conrad por sus desayunos. Con una charola en cada mano volvieron a una de las dieciséis mesas de neófitos, niños del nivel 3.
La Mayor rebusco su reloj en el bolsillo de su chaqueta azul marino. Lo miró unos segundos, lo guardó alejó su plato y charola de ella. Se puso de pie y las nodrizas junto a ella se dispersaron por todo el lugar reuniendo a sus niños.
Todas las mesas se pusieron en movimiento, excepto unas 5 o 6. Los grupos de personas sentadas allí no parecía perturbarse entre apuros y preocupaciones, algunos comían con tal tranquilidad otros reían. Algunos eran adultos, otros niños casi adolescentes.