En el internado donde actualmente resido las habitaciones son pequeñas, no hay suficiente espacio pero aun con eso en cada una de ellas hay cinco estudiantes.
Me siento en el borde de mi cama, saco mi móvil de su escondite. Mi almohada. Miro la hora.
3 : 28 am
Suelto un suspiro, soy consciente de que las clases comienzan a las siete de la mañana y al paso que llevo seguramente no dormiré prácticamente nada.
Camino a la pequeña ventana de la habitación. Esta noche hay una luna hermosa. Siempre me he sentido atraída a ella siento una conexión inexplicable.
Embobada por su belleza la admiro unos cuantos segundos más.
—Elena —alguien pica mi hombro.
La luz de luna ilumina el rostro de Violette, sus ojos se encuentran con los míos y sonrió al escuchar su somnolienta voz.
—Mmm —es lo único que digo.
—Duerme ya —con su mano talla su ojo y bosteza.
—No puedo —hago una mueca.
—Otra vez ese sueño.
Mordí el interior de mi mejilla, la miro un momento a los ojos tratando de lucir convincente.
—No —respondo—. Insomnio solamente. No es nada grave.
Miro la habitación y veo a mis compañeras, mis más fieles amigas. Veo a Katherine removerse incomoda y una sonrisa inocente adorna mis labios.
—Elena, Violette. Trato de dormir —dice.
—Lo siento —me disculpo, miro a Violette—. Vamos a dormir.
Violette asiente y camina hacia su cama. Ella es muy bonita, tiene ese tipo de belleza peculiar. Largas pestañas que adornan sus ojos cobrizos, largo cabello que cae por sus hombros en ondas como si de fuego se tratase, es de complexión delgada sin mencionar que es alta.
Siempre he creído en la perfección ¿Saben? Digo todo el mundo es perfecto sin darse cuenta. A mí me ha tomado algo de tiempo notarlo pero lo he hecho, todos somos distintos poseemos cualidades y defectos que nos hacen únicos. En otras palabras perfectos.
El sol adorna el cielo y se cuela por la ventana, juntas salimos de la habitación. Esta mañana es la típica en la que vas tarde a clases y todo te sale mal por estar de apuro.
La alarma no sonó, el secador de cabello se descompuso, no había agua caliente, descubrí que mis jeans favoritos estaban sucios al igual que mis converse. Ya saben un desastre total.
El pasillo por el que caminamos esta vacío, las clases ya comenzaron seguramente. Si apresuramos el paso probablemente nos dejen pasar.
—Señoritas ¿Por qué llegan tan tarde? —jugueteo con mis dedos nerviosa.
—Pues… —comienzo.
—Nada —dice interrumpiéndome—. Pasaran con un retardo.
Los murmullos y risas empiezan a hacerse presentes conforme nos acercamos a nuestros asientos. Tomo asiento en el último lugar de la primera hilera. La maestra continua con su clase normalmente olvidando el mal sabor que le dejo nuestro retardo.
—Pss…Dakota —ella volteo a verme.
—¿Qué pasa?
Saco mi móvil y le muestro una foto de Violette que había tomado segundos atrás. Aprieta los labios en un intento de reprimir una carcajada pero falla y me uno a su risa.
—¡Señoritas! —pare de reír.
Sé que metí la pata, con pasos decididos la maestra se acerca a nosotros con un papel en sus manos.
—Compartan sus chistes en la sala de detención, ¡Fuera de mi clase!
—Solamente reímos un poco, no es para tanto. —la queja de Dakota hizo que la vena que surcaba su frente se hiciera más notoria. Dándonos a entender que la paciencia se le había agotado.
—Acaso pedí su opinión señorita. —la mirada que le ofreció Dakota por su respuesta, la hizo titubear un poco pero mantuvo su posición autoritaria.
Salí del aula y arrastre a Dakota del brazo. Cuando la conoces es una chica seria y tranquila pero poco a poco vas descubriendo a su yo verdadero. Posee un carácter fuerte, sus potentes ojos azules intimidan pero es una persona sumamente agradable y amable.
—Elena, suéltame —dice.
—¿Vas a calmarte? —le pregunto a Dakota.
Nos detenemos un segundo y ella respira profundamente.
—De acuerdo, de acuerdo —responde y arqueo una ceja.