Mackenzie
Llevo una semana en compañía de Maurio y tengo tantas preguntas que hacerle claro que apenas y vamos comenzando con todo este caos que tenemos entre manos.
-A ver, aquí va otra- le dije mientras sacaba la cuchara de helado de mi boca -Se supone que ellos existen desde hace mucho tiempo porque nunca he escuchado de ellos -le dije a Maurio me levante y seguí limpiando mi habitación – ¿por qué nunca escuche de Caotinosamani?, escuche de más dioses y creadores del universo pero de él nunca.
-Creo que si lo has hecho, o si no que aprendiste en la escuela.
-No te entiendo, a que te refieres.
-Veras, de seguro tu sabias que desde hace mucho tiempo existían culturas que tenían un sin fin de dioses.
-Entonces eso quiere decir que mucho de esos dioses eran los elegidos.
-Así es –se estaba paseando por mi habitación en forma de pajarillo.
-Esto es algo que no tendría mucho sentido, porque bueno, hubo culturas que existieron simultáneamente así que no tiene sentido que ellos estuvieran en más de dos lugares al mismo tiempo.
-Aunque así fue, sabias que siempre influye el no importa donde estés sino el con quien estés.
-Creo que si, pero eso nunca lo había escuchado antes, ademas que tiene que ver con todo lo esto- le dije me lance a mi cama volví a tomar la cubeta de helado y otra cucharada a mi boca.
-Pasaba lo mismo con muchos de ellos, debían estar en todo el mundo y aun así se mostraron para todos, -Maurio hizo una ligera pausa y prosiguió con su explicación -aunque a muchos les importo con quien estar, así que lo que ellos hicieron fue quedarse en un solo lugar para influenciar y en otros solo para hacer apariciones y creyeran.
-¿Creer en qué?
-En que había un ser superior que los envió por una razón, además les gustaba alardear y tener fama.
-Ya te entiendo.
-Querida puedes venir para acá -escuche la voz de mi madre desde la cocina.
-Ya voy mamá- baje las escaleras hasta llegar a la sala y después atravesar esta para llegar a donde se encontraba mi madre.
-Debemos de hablar de tu entrenamiento -me dijo mi abuela mientras hacía el almuerzo junto con mi madre.
-Bien creo que ya estoy lista para eso- les dije segura de las palabras que habían salido de mi boca –sé que sera difícil el adaptarme a algunas cosas pero con ustedes dos como mentoras lograre mi cometido
-Querida, sé que no es fácil, pero, - mi abuela hizo una ligera pausa y volvió la mirada hacia abajo
-¿Qué pasa?
-Te tendrás que ir al planeta cero, el lugar donde vive el grande y poderoso Dios del todo- dijo mi abuela con lágrimas en los ojos, pues había terminado de rebanar una cebolla.
-Espera, ¿QUÉ?, están hablando en serio, porque yo no puedo irme, y si no me quieren, o me sacan a la calle, o aún peor piensan que soy una mala guardiana y me lanzan al espacio para que muera congelada.
-Primero que nada tranquilízate niña, te lo estamos diciendo en serio, además eso que piensas no va a pasar, todas las guardianas, bueno desde haces un par de siglos que no llevan a un entrenamiento al planeta cero, además en los escritos se habla de que no son de más de tres años, al parecer las cosas ya no son como en nuestros tiempos, ahora solo necesito que te calmes.
-Además nos llegó una carta por parte de la hechicera Real solicitando tu presencia –interrumpió mi madre –así que los supuestos escenarios que planteas no pasaran.
-Me estás diciendo madre querida que debo ir al planeta cero, con personas y gente desconocida para que me entrene y además tienen una hechicera real, ósea que viven en castillos, son de la realeza y además debo de comportarme como tal.
-Cariño, es algo así a excepción de lo último claro está –contesto mi abuela.
-La carta decía que vendrán por ti hoy por la tarde, antes de que anochezca, así que debes arreglar tus cosas para que estés lista, porque dentro de unas horas vendrán por ti.
Al parecer todos creyeron que tal vez sería una mejor idea irme al planeta cero, al ser una guardiana joven debía comenzar a aprender cómo es que buscaría a todos los elegidos, al parecer Maurio, como le decía a mi guía, dijo que no podía explicármelo el, pero bueno es solo mi guía y que no me lo pueda explicar él es como, muy raro, bueno se supone que debe de guiarme en esta misión y no sabe cómo explicármelo, porque al parecer eso era tarea de la hechicera del rey, no comprendía muy bien el por qué, pero así lo era.
-Déjame ver si entiendo, en un rato vendrán por mí para llevarme a no sé dónde para hacer un entrenamiento que se supone me ayudará para comprender no sé qué cosas y al final encontrara los elegidos- le dije a mi abuela y a mi madre.
-Básicamente sí –contesto mi madre subiendo los hombros.
-Bien si me disculpan me retiro -Regrese a mi habitación y Maurio estaba sobre mi cama esperándome en la peculiar forma de un avecilla.
-Porque la prisa de que me vaya que acaso mi madre y mi abuela no pueden entrenarme, se supone que todas las guardianas reciben el mismo entrenamiento.
-Bueno se cree que por ser hija única eres la última guardiana de la dinastía –dijo Maurio subiéndose a mi cama en forma de gato negro.
-Eso creían de mi madre y mi abuela, debo de suponer.
-No, ellas tenían hermanas así que era debatirse el puesto entre ellas.
-Mi madre y mi abuela son hijas únicas, ninguna de las dos tuvo hermanas y de ser así debería de saberlo, tengo más preguntas, esto no tiene sentido asi que iré con ellas- baje las escaleras y ambas seguen tras la barra de la cocina -¿Qué pasa si me niego? –hable entrando sorprendiéndolas a ambas
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elementos naturales, el comienzo de los tiempos, concidencias del destino
Editado: 26.07.2022