Aunque suponía que sería así, ver una fiesta plagada de adolescentes con las hormonas revolucionadas no era el plan perfecto y ver que cada dos pasos un chico miraba con ojos hambrientos a Brigit aún menos. Las ganas de liarse a puñetazos o provocarles un congelamiento en la parte más viril de su ser no le faltaban pero se controló, unicamente porque Brigit parecía no prestarles ninguna atención.
Las amigas de ella parecían devorarlo con los ojos, si supieran que no tenían nada que hacer quizás perdieran el tiempo en otra parte, aun así Brigit se las presentó y anunció que era un amigo, tal vez amigo era mejor que tío o eso supuso cuando las saludó.
— ¡Tengo sed! —me gritó por la música, tal vez no era consciente de que aunque hablase en voz baja yo la escucharía igualmente.
Aquel lugar era una especie de discoteca pero embutida en el sótano de una casa, casi una ratonera, pensó Aqualius al verla pero no quería estropear la velada de Brigit y donde más segura podría estar sería precisamente rodeada de gente, eso sí, si no la perdía de vista.
— ¡Vamos! —le grité. No pensaba dejarla sola mientras yo le traía algo y muchos menos la dejaría ir sola a ella.
Sin esperarlo me dio la mano mientras tiraba de mi hacia la zona donde servían las bebidas pero avanzaba tan lentamente que al final Aqualius se abrió paso.
— Quiero un chupito de vozka —dijo Brigit cuando llegaron a la barra.
— Eso no calma la sed —anunció Aqualius observándola mientras ella sonreía pícaramente.
— Eso es según se mire —Aqualius no pudo evitar rodar los ojos.
— Si vuelves en un estado de embriaguez a casa tu padre me matará y después no te dejará salir durante el resto de tu vida —contesté anteponiendome a los hechos.
— Solo uno —gimió— Solo para probarlo —suplicó.
— Está bien —lo cierto era que no le podía negar nada, a ella no— Solo uno y después todo sin alcohol.
— Vale, pero tu me acompañas —le contestó Brigit.
— A mi no me afecta el alcohol.
— Entonces no tienes excusa —le contestó y acto seguido le gritó al camarero para que les sirvieran dos chupitos de vozka.
El gesto de Brigit al beber aquel trago fuerte le causó risa a Aqualius que para él no era así, si que tenía un sabor fuerte pero quizás las sensaciones para ambos eran distintas, ya que a él lejos de calentarle la garganta como había gritado Brigit apenas la había saboreado.
— ¡Quiero otro! —dijo ahora exaltada.
— No —intentó ser serio y plantarle cara pero aquellos dulces ojos verdes hicieron que perdiera cualquier sentido del deber.
Después de cuatro chupitos de vozka era más que evidente que Brigit estaba achispada y no sabía que era peor, si el constante agarre que ésta tenía sobre su cuerpo provocando esa calidez que solo conseguía tener de ella o los ojos masculinos que no paraban de observar los movimientos de Brigit que sin duda eran de lo más sensuales al bailar.
No supo en que momento comenzó a bailar sola mientras él no la perdía de vista y sintió unas manos a su espalda que lo rodeaban, se giró y vio a una de las amigas que le había presentado Brigit.
— Hola guapo —era evidente por el tono de su voz y el flujo sanguíneo que aquella chica parecía estar algo excitada aunque a él no le interesaba en absoluto.
No contestó, volvió su mirada al punto donde habia visto a Brigit para observarla y no estaba, en ese momento palideció si es que podía palidecer. Miró alrededor y no la vió, un miedo atroz le invadió, peor aún que cuando la sintió apagarse bajo el agua la primera vez que la sintió. Cerró los ojos intentando concentrarse en ese olor a lilas único en ella y lo siguió, una figura masculina parecía tirar de ella mientras torpemente intentaba soltarse de su agarre, como si fuera consciente de lo que ocurría pero no tuviera la suficiente fuerza para hacerlo, maldito él y maldito los vozkas que le había permitido beber.
Agarró el brazo del chico haciendo que se detuviera y le congelo parcialmente el brazo provocando que Brigit se soltara y él gritara de dolor.
— ¿Dónde crees que ibas? —le preguntó con una furia más que contenida en los ojos.
— Yo…solo iba a que le diera el aire, se sentía mal —mintió como un bellaco.
— La proxima vez que te vea cerca de ella o respirar el mismo aire siquiera, será la última vez que respires, ¿Queda claro? —le agarró del cuello y le apretó provocando que apenas pudiera respirar.
— S…si —gimió.
Aqualius agarró de la cintura a Brigit y la sacó de allí.
— Creo que ya ha habido fiesta suficiente por esta noche —dijo al tiempo que subían por las escaleras y salía de aquel sitio encaminándose hacia el coche.
— ¡No quiero volver a casa! —su voz sonaba casi infantil.
— No vamos a volver a casa…todavía —susurró mientras la alzaba porque había dejado de caminar y la llevaba en volandas —a menos no hasta que se te pase el efecto del alcohol.