Elián.

Prólogo.

Francia
13 de junio de 1695

La luna llena brillaba en lo alto del cielo oscuro, el rocío de la madrugada caía como manta humedeciendo el césped y todo a su alrededor. El ulular de los búhos y los cánticos de los grillos le daban la bienvenida al mundo a aquel pequeño que nacía en una cálida cabaña internada en lo más profundo del bosque.
Perl la joven madre daba a luz a un pequeño y sano bebé junto con la ayuda de su hermana Rouse y la bruja enlazada de su esposo; Jean.
El bebé lloró y todas dejaron escapar un leve suspiro de alivio, el niño estaba bien.
Dominic su padre se encontraba sentado en una silla fuera de la habitación esperando ansioso respuestas; Sonrió al oír a su bebé llorar.
Sabía que estuvo mal traer al mundo a aquel niño pero era su hijo y no acabarían con él, no importa cuantas leyes u ordenes de su clan haya roto, no importa cuán mal estuviera haberse enamorado de una mujer lobo y haber querido tener un hijo con la ayuda de una bruja; Dominic  la amaba y aún siendo vampiro sabía que su corazón desde que nació le pertenecería a Perl  sean o no las mismas razas.

Ahora ambos se habían vuelto padres de un pequeño al que todos llamarían monstruo, un ser sin descendencia de una raza directa, una fusión prohibida de dos especies y por ello ahora los estaban cazando.

Sus cabezas tenían precio y en aquel momento estaban siendo buscados por los vampiros y lobos para acabar con la criatura extraña, la cual no debería jamás existir sino fuera por la magia que Jean uso.
Por ello Dominic  junto a Perl se escondieron en el bosque al momento de dar a luz y gracias a Dios Rouse y Taylor (los hermanos de Perl) estaban allí para ayudarlos.

Los vampiros llegaron antes que los lobos y Taylor como licántropo que era pudo sentir sus presencias realmente cercanas.

–Están aquí –le anunció a Dominc y este se puso de pie en un salto –Los vampiros.

–Lo sé –asintió hacia Taylor que parecía jamás querer borrar ese ceño fruncido de su cara.

Taylor odiaba a Dominic y no sólo por el hecho de que Dominic era vampiro, y él lobo, sino porque según él todo había estado bien hasta hace unos meses antes de que Dominic apareciera y se enamore de su hermana.

–Yo los distraeré –dijo Dominic acercándose a la puerta –Tu ve y toma a Rouse, al niño y váyanse lejos.

–¿Pero que hay de Perl, y Jean? –le cuestionó el muchacho negándose a abandonar a su hermana lobo y a la bruja de Dominic que no era mala.

–Tuve una visión –dijo Rouse saliendo de la habitación con el pequeño en brazos y envuelto en una toalla, ya no lloraba por estar dormido.

–¿De qué hablas? –la cuestionó su hermano mayor, jefe de su pequeña manada de tres hermanos lobos. Taylor sabía muy bien que Rouse tenía visiones muy parecidas a los Deja vúes y casi nunca erraba en sus predicaciones.

Rouse miró a los muchachos que cada un segundo se asomaban a la ventana para mirar que tan cerca podrían estar sus enemigos. 
Dominic mantenía su mirada serena y calculadora como siempre aún que en sus ojos se veía un brillo triste y apagado. Él ya lo sabia, siempre lo supo acerca del embarazo de Perl y ella también lo supo desde un principio, sabía lo que pasaría pero no les importó.

Jean salió de la habitación con las manos cubiertas de sangre y entristecida observó a su vampiro enlazado; Dominic, gracias a su lado ella podía sentir todo lo que él, su misma pena.

–Perl  se ha ido –susurró la muchacha morena con voz rota.

–Lo sé –le dijo Dominic y en su mirada hubo tanto dolor que Jean no pudo evitar llorar.

Una estrella brilló en lo alto del cielo y los jefes lobos que corrían por el bosque se detuvieron a sentir como una licántropo de su  manada había muerto.

Dominic ni siquiera tuvo tiempo de llorar  por su novia, sabían que venían por su hijo y lo último que haría era dejar que lo maten.
Así que hizo lo más sensato posible y le ordeno a Rouse que escaparan con el niño antes de que los maten a ellos. Y eso hizo la joven, se llevó a el pequeño niño dejando que su padre se despidiera antes y luego se lo largo junto con Taylor que ayudaría a proteger al pequeño híbrido.

Dominic luchó junto a Jean quien intento protegerlo con magia hasta su último aliento, para distraerlos y darle tiempo a Rouse de huir con el bebé y darle una buena vida así como lo hubieran preferido sus padres. Cuando Jean murió Dominic sintió su dolor como si le arrancarán la mitad del cuerpo y cayó tan débil que fue presa fácil para los lobos que terminaron de asesinarlo.

Cuando un vampiro pierde a su bruja, pierde parte de su alma.

'Protégelo Rouse, protege a mi hijo' le dijo su hermana Perl antes de morir.




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