El Duque, no esperaba que el camino de regreso fuera agradable, mucho menos cómodo. Pues. Parcell, es un pueblo que está retirado del imperio, por lo que se tarda alrededor de dos semanas en llegar al norte a caballo. No sólo eso, también se encuentra rodeado de un frondoso bosque, pequeños riachuelos y un peligroso acantilado. Sin mencionar qué, los animales salvajes que abundan en la región.
En pocas palabras. Es un viaje bastante peligroso.
Incluso para alguien tan experimentado como él. Sin embargo, gracias a la pequeña mujer que los acompaña. El trayecto se había vuelto más complicado y sin mencionar que llevaban un día de retraso. Trató de ser considerado, al ordenar a los soldados descansar más de la cuenta. Aún así no parecía ser suficiente. El cuerpo de Elira, estaba completamente destrozado y agotado. Incluso llegó a dudar si de verdad alcanzaría a soportar los días que restaban del viaje con vida.
Albenis, estaba preocupado por la salud de la mujer. Se notaba más débil y pálida que antes. Él y los hombres a su cargo, podrían calvargar semanas seguidas sin dormir ni descansar, pero, Tenía la impresión que ella, de verdad, podría morir en cualquier momento. Por más que los estuviera retrasando, no se sentía capaz de ignorar su estado actual ni resistencia física.
Le prometió que la mantendría a salvo y cumpliría su palabra.
—Nos detendremos un momento después de cruzar el río—anuncia.
—No tienen que parar por mi culpa —dice Elira, volteando ligeramente su cabeza para ver el rostro del Duque, después de percatarse de su verdadera intención.
—Tranquila. De todos modos, los caballos necesitan descansar y beber un poco de agua.
Tampoco era del todo mentira.
Albenis. La sujeta con firmeza de la cintura y ayuda a que sus pies toquen el suelo sin ningún problema. Se sienta en la piedra más cercana que encontró. Tomó un poco de agua del rústico cántaro que el Duque le entregó. Cosa que le causó gracia teniendo en cuenta todo el dinero con el cuenta. No obstante, es implacable negar que cumple perfectamente su función de mantener el agua fría.
Arthur, decidió quedarse junto a la mujer pastando.
Cosa que le causó curiosidad a su dueño. Puede que el caballo resultara ser mucho más amigable que él con las personas pero, aún así, Elira parecía agregarle bastante. Decide dejar aparte aquellos pensamientos innecesarios.
—¿Cómo se siente? —la profunda y ronca voz del Duque, llama su atención de la joven mujer que estaba bastante distraída.
—Mucho mejor. Gracias.
—No me agradezca —comenta él, acomodándose a su lado de manera sutil—. Le dije que los caballos necesitaban descansar.
—Claro.
Y eso fue todo.
No tenían algo más de lo que hablar. El silencio resultaba incómodo. Al menos para ella. Para no parecer tan obvia, volvió a fijar su vista en el hermoso corcel.
—Dele esto —dice, sacando una manzana de una pequeña bolsa que traía oculta env el interior de su capa—. Es la comida favorita de Arthur.
—¿Está seguro?
—Por supuesto.
Una enorme sonrisa se formó en el rostro de la mujer. Se apresuró a recibir la manzana y alimentó al caballo con ella. Quien, después de comer dejó que lo acariciara sin chistar. El Duque. Solo se dedicó a mirarla.
Es más.
se puede decir que no apartó la vista de ella ni un instante. Por alguna razón, le agradó ver el rostro sonriente de esa mujer.
—¿Deberíamos ponernos en marcha nuevamente? —pregunta Amaro.
—Ya está anocheciendo. Deberíamos dormir aquí esta noche.
—Entendido —dice el soldado—. Les avisaré a los demás.
Como se les ordenó. Prepararon todo lo necesario para dormir en el lugar. Incluyendo una fogata que también usaron para preparar algo rápido para comer.
****
Hacía más de dos horas desde que, Elira, se acostó a dormir. O eso pretendió hacer. Entre la incomodidad de estar acostada en suelo, arropada con nada más que una delgada manta y, el extraño ruido del viento mezclado con el sonido de los animales. No la dejaban conciliar el sueño.
De pronto. Escuchó unas fuertes pisadas provenientes de la dirección en la se encontraba el bosque. Su cuerpo se puso en alerta máxima al darse cuenta que no se trataba de ninguno de los soldados. El Duque, en compañía de Amaro, tomaron la primera guardia de la noche y todos los demás estaban profundamente dormidos.
Tragó saliva.
Con lentitud, giró su cabeza y casi grita al ver una manada de lobos. Era pequeña. Sin embargo, eso no hacía que la situación fuera menos aterradora. Tener a tres lobos gigantescos —que además lucen hambrientos— en frente, daba mucho miedo. No importa que ella misma sea una bruja, todavía era humana y reaccionaba como tal.
Y odió eso.
Se percató que dos de los soldados que le hacían compañía, abrieron sus ojos al escuchar los violentos gruñidos de los lobos. Elira, se apresuró a indicarles por medio de señas que permanecieran en silencio. Ambos asintieron. Uno de los soldados intentó alcanzar su espada. Casi como si supiera lo que iba a hacer, uno de los tres animales —el más grande y que parecía ser el líder— mostró sus enormes y afilados dientes, antes de abalanzarse sobre él.
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Editado: 30.09.2023