Elira

Capítulo 5.

 

Han pasado varios días desde que, Elira se encuentra en la mansión de Duque. Ha estado tratando a su pequeño paciente con bastante dedicación y cuidado. Gracias a ello, su piel recupero algo de color y sus labios no se ven tan resecos como antes. Aunque sigue sin abrir los ojos. Lo cuál le preocupa. En especial por los efectos secundarios que el tratamiento podría causar sobre su propio ser. 

Dado a que debe forzar que el flujo de energía del niño recupere su estado original. Le ha estado transfiriendo su propia energía. Al no ser del todo compatibles. Cabe la posibilidad de que haya un fuerte rechazo y todo su esfuerzo resulte ser en vano. Por lo que, no le quedó de otra que realizar el procedimiento lo más lento que pueda para así garantizar su efectividad.

Bueno.

La mayor efectividad que las circunstancias se lo permitan.

Sin embargo, si dicho procedimiento llega a demorar más de lo previsto. Ella  podría terminar drenando por completo su fuerza vital… llevándola a la muerte. Es por eso que su madre le advirtió que esa técnica solo se debía usar en caso de emergencia y claramente esta era una emergencia. Sobre todo, cuando se cuenta con un organismo tan débil como el suyo.  

Pero, si no lo hace, ese niño es el que terminará muriendo y no lo piensa permitir. 

Albenis, observa en silencio desde un rincón de la habitación. No porque desconfíe de la mujer. Él simplemente quiere estar presente cuando su sobrino abra sus ojos. Además, cada vez está expuesto a la energía mágica de Elira, siente como de inmediato su cuerpo se siente más liviano y el dolor en su cabeza desaparece. 

Al principio —cuando la conoció en su tienda y luego al curar la herida en su brazo—, pensó que era cosa suya. Pero, ahora terminó por concluir que por una razón que aún no consigue explicar. Esa joven, pequeña y valiente bruja, es capaz de suprimir sus malestares sin siquiera darse cuenta.

Cosa que le genera mucha curiosidad. 

—He terminado por hoy —dice Elira, alejándose del niño.

—En ese caso, permítame decirle a Joseph que la acompañe de vuelta a su habitación. 

Cómo siempre, el mayordomo ha estado esperando afuera todo este tiempo. 

—De acuerdo.

Elira, no pudo evitar pensar que los pocos sirvientes que hay en la mansión y los soldados, han estado siendo demasiado amables. En especial. Teniendo en cuenta que ya todos deben saber que es una bruja. 

Lo que ella no sabe es que, ninguno se atreve o se atreverá a tratarla mal. Mucho menos, mencionar el origen de su sangre si quieren seguir respirando. 

Y todos saben que, el Duque, no pronuncia palabras vacías.

****

Como es lo habitual, Joseph, prepara diligentemente un té de manzanilla para su señor todas las noches. Después de muchas investigaciones, descubrió que beberlo ayuda a conciliar el sueño. Sin embargo, hasta el momento no surtió ningún efecto en el Duque. 

Una vez lo tiene listo va directo a la oficina. 

Es obvio que él sigue allí —hasta altas horas de la noche e incluso hay días en que no pone un pie fuera de ese sitio—, envuelto en una montaña de papeles. Después de todo, aunque vaya a su habitación no conseguiría dormir por culpa del insomnio que padece. 

Secuelas de pasar la mayor parte de su corta vida dentro del campo de batalla. Asesinando a miles de hombres con su espada por órdenes del Emperador. 

El mayordomo suelta un pequeño suspiro antes de tocar la enorme puerta doble de madera que se encuentra frente a él. Entra solo después de escuchar un “adelante” proveniente del otro lado. Sin molestarse en decir una palabra, el mayordomo camina hasta el elegante escritorio que ocupa gran parte del espacio de la oficina. 

El Duque frunce el ceño al ver que trae consigo la molesta taza de té

—¿Por qué sigues preparando esto? —se queja de inmediato, pero aún así prueba el contenido de la taza—. No veo que tomar esta agua asquerosa esté funcionando. 

Y no era mentira.

Sin dudas. Lo único que parece funcionar es… 

—Si usted intentara cerrar los ojos aunque fuera un minuto, a lo mejor ya le hubiera curado el insomnio, ¿no le parece? 

Quiere negarlo pero su mayordomo tenía toda la razón. 

A lo mejor solo necesitaba hacer el mísero esfuerzo de dormir. Solo lo detenían esas inútiles pesadillas. Cada vez que se acostaba y cerraba los ojos, sus manos cubiertas por la sangre de todos los soldados que masacró y los gritos desgarradores de todas las vidas que arrebató, se hacían presentes. 

No estaba orgulloso de ello, pero, así era como funcionaba la guerra. Aunque tuvo que aprenderlo a la mala. Debes decidir si eres tan débil como para convertirte en una presa o te vuelves lo suficientemente fuerte como para ser un depredador y acabar con todo lo que tienes a tu alrededor. 

Por supuesto, él eligió ser un depredador aunque no imaginó que aquello le terminaría arrebatando parte de su humanidad. Bueno. Tampoco era tan malo si gracias a eso podía infundir temor en las personas, ya que, desde su punto de vista es más fácil dominar a los demás a través del miedo que ganando su  respeto. 




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