Mauricio, que observaba todo de lejos, se puso en medio de Antonio y Rubén. Ninguno parecía notar que la mujer se veía demasiado pálida. Había subido los pies a la banca y se abrazaba las rodillas. Sin pensarlo dos veces se dirigió a ella, cuando le tomó las manos notó que estaban muy frías y sudorosas.
Mauricio se sintió muy mal consigo mismo, a pesar de ser el hermano menor tendría que haber parado la actitud de Antonio desde mucho tiempo atrás. La mujer era la criatura más hermosa que había visto en su vida, ojalá que no decidiese irse del lugar. Mauricio esperaba estar en lo correcto y que aquella mujer fuese su nueva vecina.
—Hola, me llamo Mauricio. Dejemos a estos dos viejos amigos arreglarse y vamos por un café.
Cuando ella levantó la cara encontró en aquel joven, los ojos azules más expresivos que había visto hasta aquel momento, pero también vio calma y seguridad. Él no parecía ser peligroso. Estaban tan absortos el uno en el otro que las palabras de Antonio les sacaron del trance en el que se hallaban.
—Déjalo Mauricio, seguro que es una estrategia de esta fulana, ya te ha visto con ojitos tiernos.
Mauricio se puso de pie y se enfrentó a su hermano, esa actitud debía detenerse.
—Vete solo, a veces me avergüenzo de ser tu hermano. Gracias a Dios mamá no está viendo la clase de hombre en que te has convertido.
Sin decir más, Antonio se alejó. Mientras manejaba hacia su casa no pudo evitar pensar en aquella mujer. Se desquitó con una persona que nada tenía que ver, casi haciéndola desmayarse. Lo peor era que su hermano se sentía atraído lo que complicaba todo pues seguramente la tendría seguido en su rancho.
Mauricio continuaba observando a la joven, la palidez era demasiado intensa, no podía dejarla marcharse así.
— ¿Qué te parece si nos tomamos un café, para devolverle algo de color a tu rostro y luego te llevo a tu casa? Hay un lugar de crepas riquisimo<<Le dijo mientras acariciaba sus mejillas gentilmente>>
—No lo sé Mauricio... <<Intervino Rubén>>
—Rubén había quedado en llevarme, íbamos en nuestros vehículos...
—No creo que manejar sea una buena idea, además necesito que me lleven, mi hermano acaba de irse y no tengo como volver.
—De acuerdo, solo déjame recoger mis cosas.
Ni Rubén ni Mauricio le permitieron recoger las cosas, ambos lo hicieron en pocos segundos, cargaron el vehículo y fueron a tomar algo.
La siguiente media hora fue agradable, indiscutiblemente Mauricio tenía un excelente sentido del humor y en segundos congeniaron bien. Rubén ya más tranquilo de verla repuesta, les acompañó al carro.
—Si necesitas cualquier cosa...
—Les llamo, gracias por todo.