Elisa

Sebastián

 

Tras darse un buen baño bajó a encontrar a su hermano en la biblioteca. Era casi medio día y a pesar de haberle dicho a Eli que llegaría en la noche, no se veía capaz de permanecer lejos de ella tanto tiempo

En ese momento el teléfono comenzó a sonar, Mauricio atendió y al darse cuenta de que Sebastián llamaba lo puso en altavoz

—Hola viejo perro.

—En otras circunstancias me gustaría charlar amigablemente pero tengo una emergencia. Acaban de darme de alta en el hospital. Un maldito psicópata me disparó, por suerte para mí, la bala solo rozó el hombro.

—Nos alegramos, <<dijo Antonio>>

—Les llamo para contarles algo y pedirles un favor. Mi amiga de infancia, se divorció del cretino que la golpeaba unos años atrás, sus abusos eran constantes. La arrojó por las escaleras, la marcó con cuchillos... con cigarros...

—Maldito enfermo.

—Papá y yo hemos intentado apresarle pero ha sido inútil. Ambos vamos hacia allá la próxima semana para verla y organizar todo desde allá. Sabiendo él su ubicación resulta absurdo que estemos lejos de su lado.

La amo con el alma, es como una hermana para mí además de ser ahijada de papá. Su infancia con sus padres no fue muy buena y justo cuando las cosas parecían arreglarse les asesinó.

La había llevado fuera de la ciudad tras un atentado en su contra y al llegar a casa de mis tíos ella vio las ambulancias y entró a la casa antes que pudiese detenerla, les encontró muertos en la sala.

—Quieres que la protejamos.

—Sí.

—Eso está hecho, ¿cuándo llega?

—Está ahí hace varios días.

Sin saber cómo Antonio lo supo. Había visto las marcas en su cuerpo, el miedo en sus ojos...

—Es Elisa ¿verdad?

— ¿Cómo lo supiste? (Preguntaron Sebastián y Mauricio al mismo tiempo)

—No importa, danos por favor más detalles y envíame por email todo lo que tengas del pequeño bastardo.

Su hermano estaba pálido ante las revelaciones de Sebastián, percibió Antonio. Él lo supo porque cuidó de ella pero Mauricio ignoraba la gravedad del asunto.

Ahora que sabía que el tipo no era parte del pasado sino que representaba un peligro real, se juró matar él mismo al bastardo. Una cosa era segura, si se atrevía a acercarse, lo mataría.

De pronto algo llegó a su mente y la picazón en sus entrañas se le confirmaba.

—Sebastián, creo que el bastardo está en la zona.

— ¿Por qué lo dices?

Mientras le contaba a Sebastián sobre el accidente del lago y sobre las huellas que encontró, terminó de empacar algunas cosas que tenía guardadas en la caja fuerte de la biblioteca.

—Maldita sea, adelantaré mi viaje. Organizaré todo con papá.

—Usarán la pista privada del rancho.

—Perfecto, cuida de mi Elisa.

—Sebastián, ¿entre ustedes hay algo más que amor de tipo fraternal?

No. ¿Por qué lo preguntas?

 

Ella es mia.

 

¿La amas?

 

¿Qué si la amos? Pensé que amenazarías con

arrancarme la cabeza.

Verás Antonio, si había alguien capaz de hacerte sanar esa es Elisa. Ella ha tenido una vida tan difícil Antonio que al saber que estará protegida podré estar más tranquilo.

Mientras que aquella conversación se desarrollaba en el rancho de Antonio y Mauricio, Elisa pensaba que tenía que lograr calmarse. Antonio estaba decidido a que compartieran un futuro pero a veces le causaba temor el lado violento que poseía.

Pero se prometió darle una oportunidad, Antonio representaba fuerza y poder.

Si después de un tiempo las cosas tomaban un rumbo calmo y se conocían mejor, podría acabar aceptando la propuesta.

Cuando miró el reloj descubrió que eran pasadas las tres de la tarde así que decidió salir al jardín. Mientras se sentaba un rato al sol, un pequeño sonido llamó su atención, al acercarse descubrió a un pequeño gatito en el techo de su casa y al parecer no tenía forma de bajar.

Al ir a la parte trasera de la casa encontró una vieja escalera. Aunque a duras penas podría sostenerla, sería suficiente o eso esperaba.

Había alcanzado el último peldaño cuando una iracunda voz le sacó de toda su concentración.

—Maldita sea, vas a caerte de ahí.

El susto causó que Elisa se tambaleara pero a su alrededor no había nada más de que sujetarse. A pesar de que Antonio logró estabilizar la escalera, no podía subir por ella, el peso rompería aquella porquería.

—Lo lamento, es que verte ahí arriba me ha perturbado. Baja despacio para que no acabes en el suelo.

—No puedo moverme.

— ¿Te has enganchado con algo?

—No pero... me da vergüenza decírtelo.

—Vamos, la escalera no va a aguantar mucho.



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En el texto hay: peligro, acosador, romance drama

Editado: 08.11.2018

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