Capítulo 1:
Os preguntaré, ¿qué es lo peor que os podría pasar? Hay varias opciones o quizá miles. Pero estoy segura que casaros no es una de ellas, porque eso me esta ocurriendo a mí. Y os preguntaréis, ¿que tiene de malo casarse si es lo que queréis? Pues dejadme deciros que no, no lo he elegido yo.
Y aquí vendrá otra de sus preguntas, ¿por qué no lo has elegido tú? Ja, es muy fácil de deducir. ¡Un matrimonio arreglado y por conveniencia! Habéis leído perfectamente, mis padres han buscado lo que según ellos es "lo mejor para mí." Como si un matrimonio de esa magnitud lo fuese, están locos. ¿Locos? ¡Chalados! Ni yo puedo creer a lo que me estoy dejando someter, porque vamos; jamás he sido una persona interesada y menos dejado que otros mandasen en mi vida. Vale, quizá he dejado a mi madre manejarme a su antojo y no he puesto resistencia. ¡Pero era una cría!
Claro que ahora, a mis veintiún años; lo que menos deseo es que controlen mi vida y la manejen a su antojo. Sí, me he desviado un poquitín del tema. ¡El matrimonio arreglado! Como verán mis padres —mi madre más bien— creen que casarme con el hijo del socio mayoritario de Collins and Company —empresa de mi padre—, es lo más conveniente. ¿El problema? No conozco ni un poco a mi prometido. ¿Estupendo, no?
Pero aquí me tenéis, haciéndome las malditas pruebas del jodido vestido. Que más quisiera yo, que evitar esta estupidez. Pero, ¿cómo podría negarme? No quería discutir con mis padres y menos tenerles en mi contra al negarme, porque de verdad les apreciaba. Aunque mi madre, no sea un ejemplo. Claro que es la mujer más desamorada de todas, no tengo un recuerdo donde me dijese que me quería o siquiera un abrazo con cariño de su parte. En su vida sólo había lugar para el dinero y una buena posición económica. Luego quedábamos mi hermano, mi padre y yo. Seguía sin comprender que había visto en ella William Collins, mi adorable padre. Quien siempre estaba ocupado y nos dejaba a cargo de la arpía que tenía por madre. La misma que intentaba crear en mí, a la mujer perfecta. Esas que no decían una palabra y hacían lo que otros le ordenaban. La típica sumisa, demonios. ¿En que siglo se pensaba que estábamos? Pues en muchos atrás, joder. Me vuelve loca y además estaba equivocada, si había algo que no hacía; era cerrar el pico y dejar que otros manejasen mi vida. Tuve que pelear con uñas y dientes, para poder estudiar pediatría. Eloise Collins —mi madre— se puso como una cabra loca y se negaba a dejarme estudiar lo que me apetecía.
—¡¿Te has vuelto loca, Elizabeth?! —había preguntado indignada ante mi peticion—. ¡No necesitas estudiar! ¡No te he educado para ello! —chillo fuera de si.
—¡No puedes pretender eso! ¡Deseo estudiar! ¡Quiero hacerlo! —grité, intentando que me comprendiera por una vez en la vida.
Claro, eso era imposible. Jamás había intentado comprender o al menos hacer el intento de ello. Jodida vida que tenía. ¿Acaso no podía elegir? ¿Acaso todo tenía que ser como mi madre deseaba? Parecía que sí.
La vi masajear sus sienes y luego me observó, cosa que me helo la piel. Mierda, Liz no te acobardes ahora. Nunca lo has sido, así que pelea por lo que quieres.
—Vale, pero debes traerme las mejores notas —habló al fin y sentí una emoción recorrerme entera—. Pero a la primera que falles, harás lo que yo quiera —advirtió y negué ante ello. No iba a cometer ningún error, claro que no.
—Te haré sentir orgullosa —prometí y salí de aquella sala, sonriendo triunfadora. Eloise 0 - Elizabeth 1.
—¿Me estás escuchando? —la pregunta de mi madre, me saca de mi ensoñación.
De nuevo me perdí en el pasado, estupendo. Tampoco es que me gustará estar en el presente, vamos, apestaba lo que tenía que pasar. Mierda. No, no me entusiasmaba casarme. ¡Ni siquiera había estado a solas con mi supuesto prometido! No le conocía, no sabía nada de él. Que le gustaba, como era físicamente. Si era guapo o de esos tíos raros que no conseguían pareja. Que sé yo, necesitaba saber.
—Lo siento —me disculpe, apenas regresé de mi ensimismamiento.
—Presta atención, niña —me regaño, chasqueando sus dedos frente a mí.
Solté un suspiro cansino, ya comenzaba a cabrearme esas putas actitudes suyas. Jodida, Eloise.
»Podría irse al infierno. «
Con un pasé directo.
Comenzaba a perder la poca paciencia que quedaba en mí, porque vamos; ya no estaba a gusto con todo esto. Podía negarme y mandar a la mierda a mis padres, la empresa y los Weasley. Estaba en mí, decir sí; en el altar y podía a último momento responder un enorme NO. Así que sería bueno que me tratasen de mejor manera, porque sino arruinaría sus planes de la dichosa fusión de empresas.
—Sabes tan bien como yo, que puedo dejar todo —sonreí socarrona—. Así que no intentes joderme —advertí.
Por su parte bufó, mientras negaba.
—¿Me estas amenazando? —pregunta irónica—. Cariño, ¿recuerdas lo que está en juego? —dice de manera burlona.
—Sabes que prefiero la muerte, antes que casarme —le recordé.
Una sonrisa lobuna se formó en sus labios antes de hablar: