Elizabeth se queda observando a la figura que se encuentra en el umbral de la cueva, intentando definirla, pero no lográndolo en el intento y como le sucedió en la tarde sólo puede identificar que es un hombre, pero sólo por la contextura y la estatura que poseía. Demasiado alto y fornido para ser una mujer.
El hombre observa en todas direcciones buscando a alguien o posibles testigos, pero con la oscuridad no se percata de la pequeña de cabellos de fuego escondida entre las inmensas rocas, ella lo mira atentamente estudiando cada movimiento que el hombre hace. Él hombre quien parece estar sin camisa y de espaldas a la vista de la chica, sacude un poco su cuerpo y consiguientemente unas enormes alas salen de su espalda, el hombre camina al hilo de luz que sale de algún lugar de la cueva haciendo que la chica note que el ala izquierda se encuentra partida por la mitad.
La mente de Elizabeth comienza a dar vueltas, no puede creer lo que están viendo sus ojos. Se sentía congelada en el lugar y estaba segura de que el entumecimiento no era producido por el clima gélido. Conducida por el pánico en un acto reflejo Elizabeth intenta irse corriendo, pero en el intento tropieza con sus propios pies haciendo un pequeño ruido que retumba en el lugar debido al inmenso silencio de la noche.
Elizabeth asustado vuelve a ocultarse en la roca. Los latidos de su corazón retumban en sus oídos impidiéndole oír nada más, el miedo la invade, inmediatamente ella dirige su mirada a la entrada de la cueva en busca del hombre de las alas. El hombre con la misma rapidez que salieron sus alas las oculta nuevamente en su espalda.
El hombre comienza a escanear el área en busca de la causa del sonido, su mirada se posa en las rocas cercanas a la cueva haciendo que el corazón de Elizabeth se detenga por un minuto y la sangre se hiele en sus venas. Ella nunca había sentido tal temor antes, nada se comparaba con lo que estaba sintiendo en ese momento.
Guardo silencio lo mejor que pudo, pero sus pensamientos de haber engañado al hombre de las alas se vieron frustrados cuando sus oídos comenzaron a percibir el sonido de paso acercándose. El silencio reino en el lugar mientras el hombre de las alas escaneaba el sitio detenidamente para verificar de donde había provenido el ruido.
En medio del pánico que la consume, Elizabeth se percata de que un pequeño lemming sale a la superficie de un túnel cercano a sus pies y alejándose al encuentro del hombre de las alas.
— Sólo es un maldito roedor— dice con voz gruesa entre un gruñido.
El sonido de los pasos provocado por unas botas empieza a disminuir dándole valor a Elizabeth a salir de su escondite y ver como el hombre se aleja en dirección contraria a donde se encontraba escondida.
Por algún motivo Elizabeth lleva las manos a la llave que adorna su cuello, pero al mirarla nota un resplandor que sale de la misma, Elizabeth la tapa con la mano ocultando el extraño resplandor con la palma de su mano, pero el resplandor comenzó a filtrarse por sus dedos. La respiración de la chica comenzó a acelerarse nuevamente por el temor de ser descubierta, pero está vez mantuvo la compostura para no alertar al hombre de las alas, se quedó estática, sin mover ni un centímetro de su cuerpo hasta que se perdió la figura del hombre entre la intensa nevada que comenzó a caer y ella lo había notado.
Con la respiración agitada, los latidos del corazón retumbando en sus oídos, las manos sudorosas a pesar del frío, Elizabeth emprendió retorno a su casa. Las piernas de la pequeña temblaban a cada paso y su mente no le daba tregua.
En su casa todo permanecía igual de cuando la chica salió de ella, el silencio y la penumbra reinaban. La chica se dirigió de inmediato al dormitorio de su madre en busca de consuelo. Su madre se encontraba en sueño profundo, ignorante de lo que había vivido su hija hace tan sólo minutos. Con sólo observarla en ese estado de tranquilidad Elizabeth decide dirigirse a su habitación decidida a conciliar el sueño de una vez por todas.
Después de varios minutos, acostada en su cama, Elizabeth respira profundo, se tranquiliza y el sueño la golpea.
(M.D.G.D / 13-Agosto-3728 / Jokavelo)
Elizabeth caminaba por el pueblo de regreso del centro de estudio con Charlotte, de camino siempre se topaban con un viejo loco que vagaba por la ciudad, todos lo llamaban "Mermelada"
La historia dictaba que él viejo Mermelada en algún momento fue un hombre normal. Que tenía todo: Familia, trabajo, estabilidad, pero un día —afirman— que se encontró con uno de los dioses. Aseguran que él suplicando por su vida argumento que tenía una familia por la cual velar. El Dios de dudoso nombre le aseguro que no lo mataría, pero que a cambio tendría que cumplir una misión que él mismo le encomendaría, pero Mermelada no pudo cumplir la misión dada por el Dios y en castigo el Dios lo volvió loco haciendo vagar por la ciudad solo y gritando mensajes provenientes del cielo. Gritando a cada hora.
"La guerra no ha terminado ahora es, que es el comienzo"