Keidys volvió su mirada al joven que estaba a su lado: era quien había contestado, ¡aquel nerd era Josef!
La chica arrugó su rostro y no dejaba de repararlo. El joven, bastante neutral, no le importó que ella lo mirara.
—¿Josef? —preguntó Keidys al muchacho.
—¿Sí? —inquirió él mientras cerraba sus ojos y se cruzaba de brazos. Recostaba su espalda al espaldar de la silla.
—¿No me recuerdas?
—Sí, claro que te recuerdo —respondió Josef bastante tranquilo.
Keidys sintió que su corazón empezó a latir con fuerza y apretó su mandíbula.
Aquel feo nerd seguía siendo arrogante, lo empezaba a odiar cada vez más.
—Eres la hermana de Santiago, ¿no?
—Sí, es mi hermano mayor —respondió Keidys, trataba de calmar su enojo, ¡¿cómo rayos conocía a su hermano?!
—Así que entonces eres aquella niña, no estaba equivocado —soltó de la nada el chico y miró fijamente a Keidys.
—¿De qué hablas?
—La niña que me entregó la carta —contestó.
Keidys sintió que las palabras de Josef fueron un golpe bajo, ¿lo decía así, como si nada? Apretó sus dientes con fuerza y detuvo su respiración por un momento.
—Sí, soy ella —afirmó con firmeza, Keidys.
—Conocí a tu hermano cuando te fuiste del país, te estaba buscando para pedirte una disculpa, pero fue muy tarde —explicó Josef con un tono bastante suave, tanto que empalagó a la muchacha.
Aquellas palabras retumbaron en la mente de la joven, ¿pedirle disculpas?
Cuando la conversación empezaba a volverse cada vez mejor, la clase comenzó y era imposible seguir hablando, a menos que quisieran un regaño de parte del profesor.
Después, al terminar la clase, todos se amontonaron en donde estaba Keidys para invitarla a fiestas y un montón de cosas más. Ella por dentro saltaba de alegría, había comenzado su plan y hasta el momento todo iba bien.
Los papeles se habían invertido: ella era la popular, y él, el feo nerd.
El problema era que todos trataban a Josef como si nada hubiese cambiado: lo elogiaban por ser muy inteligente, el amigo de todos, y el presidente de la clase. Con su actitud amable, cariñosa y muy comprensiva, se ganó a los demás estudiantes, era algo así como la moneda de oro en el instituto. Decían que él al graduarse viajaría al extranjero para convertirse en un gran doctor y por eso estaba tan concentrado en sus estudios, quería ganarse una beca.
A Keidys le sorprendía verlo retirado leyendo libros y acomodando sus lentes negros. Por un momento le pareció chistoso que aquel niño popular que siempre se vestía bien y que todas las niñas volteaban a verlo, se convirtiera en el traga libros del salón.
—¿Esto es un chiste? —le preguntó Keidys a Josef cuando sonó la campana para el primer descanso.
Vio que Josef había abierto un libro que tenía unos garabatos que ella obviamente no entendía.
—¿Cuál chiste? —preguntó Josef.
Después de unos segundos entendió que Keidys hablaba sobre su libro de medicina.
—Cuando yo te conocí eras el joven más popular y guapo. Se notaba que serías un imbécil completo, no un rasga libros —soltó una carcajada.
—¿Hay algo de malo en que yo lea? Me parece más absurdo e ignorante que te burles porque quiera dejar a un lado mi ignorancia. Veo que solo eres un rostro bonito —Josef se levantó de su puesto y salió del salón.
Keidys cortó su carcajada burlona por completo. Su cuerpo se erizó y sintió como su garganta se había secado.
—¿Quién rayos se cree para insultarme? —se preguntó.
Bruta, la había llamado bruta.
Salió del salón de clases y vio que un grupo de chicos la estaban esperando. Entre ellos estaba Mateo.
—Vamos a comprar algunas cosas, si quieres puedes ir con nosotros —convidó Mateo con una gran sonrisa.
Alejandra, un tanto fastidiada, se alejó de los jóvenes y en ese momento Keidys se dio cuenta que no le agradaba a aquella chica.
—Claro, voy con ustedes —aceptó y salieron del salón.
Tomás no dejaba de mirar encantado a la joven, al igual que Mateo, era un tanto incómodo, no se imaginaba el tener que estar todo el año soportando el que las personas la mirasen de esa manera.
Al llegar a la cafetería, se formó a su alrededor un gran tumulto de estudiantes que empezaron a gritar como locos.
Keidys no sabía qué hacer, solo sonreía mientras muchos jóvenes se tomaban foto a su lado.
—Estar con ella es imposible, todos esos estudiantes la arrebataron de nuestro lado; mi amor nunca será correspondido —decía Mateo sentado en un escalón mientras veía la lluvia caer.
Estaba con su grupo de amigos en un pasillo, era llenado por una tenue luz que dejaba ver aquel pequeño parque bastante gris frente a ellos, allí la lluvia se escuchaba suave y con un fluir delicado.
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Editado: 13.05.2023