Alejandra quería morirse, Gera y Mateo no podían ser más imprudentes. Claudia se dio cuenta que su amiga estaba en un aprieto de esos que le había contado:
—Oigan, me estoy muriendo del hambre, que los hombres inviten la cena —dijo rompiendo el momento incómodo.
—Pero estaban en el cine ¿no?, ¿acaso no compraron combo? —preguntó Tomás inocente de la situación.
—Bueno, pero eso fue hace rato… —replicó Claudia. Todos llevaron la mirada al vaso que sostenía Alejandra— esa es ella, yo tengo hambre.
—Bueno, amiga, lo siento, pero no traigo nada. Mis padres me tienen castigado por no llegar a la casa —dijo Tomás.
—No miente, fue por mi culpa —confirmó Gera haciendo un sí con su cabeza.
—Alejandra me robó lo que tenía, así que ella ya te alimentó por mí —dijo Mateo. Claudia le hizo un gesto de desagrado, algo que entristeció al joven.
Todos miraron a Gabriel, se dio cuenta que era la última esperanza que tenían, le avergonzaba tanto el decir que había dejado la cartera en su casa:
—Se te quedó la cartera ¿verdad? —dijo Gera. Gabriel soltó una risa, pero se vio muy forzada. —En este momento es que me pregunto el por qué salimos de nuestras casas si no traemos ni para el taxi.
—Yo creo que nosotras nos vamos. Teníamos planeado quedarnos a dormir en la casa de Claudia —soltó Alejandra, aunque Claudia parecía no saber eso.
—¿Con el permiso de quién? —inquirió Mateo respingando una ceja.
—Vamos a mi casa, mis padres están en una vigilia así que estaré solo, mi hermanito ya debe estar dormido —recomendó Tomás—. Y lo mejor es que allí están Josef y Keidys.
Así es como Claudia y Alejandra se fueron con el grupo, las dos estaban en situaciones difíciles, pero al verse en la casa de Tomás todos reunidos tratando de cocinar algo quisieron quedarse. Era bueno el momento que estaban viviendo, uno de esos de los cuales se impregnan en la mente haciendo que nunca se olvide.
Tomás se resbaló al llevar un plato al comedor y se empapó todo de salsa, quedó tirado en el piso:
—Levántate, nadie te ha visto —dijo Josef pasando por su lado con dos platos en sus manos.
—Me duele la espalda —soltó Tomás.
—¿Te caíste? —inquirió Gera frente a él.
—No… Verás… quería recordar mi infancia y por eso me tiré al suelo y llené mi ropa de salsa —explicó Tomás con mucho sarcasmo.
—Ay Tomás, ya no eres un niño y el jugar con la comida está muy mal, además que se ve ridículo.
—Cállate Gera, mejor ayúdame a levantarme.
Gera le extendió una mano y Tomás se levantó, en ese momento sintió un fuerte dolor en su espalda:
—Me duele horrible… —soltó en un chillido.
Gera lo ayudó a ir a su dormitorio donde se quedó con él.
—Aquella chica con la que estabas hablando ayer ¿era tu novia? —preguntó ella pasándole una camisa limpia.
—No, yo no tengo novia y tampoco quiero tener —respondió Tomás sentado en el borde de la cama, empezó vestirse.
—Por favor, a veces pienso que todo lo guapo lo tienes de gay —Gera se cruzó de brazos y se recostó a la pared. Tomás la observó detenidamente por unos instantes.
—Verás Gera, algunas veces es mejor estar solo, no hacer todo lo que uno acostumbra a hacer y así poder estabilizar su vida. Cuando yo toqué fondo en el mundo de la drogadicción yo… estuve a punto de morir, y lo iba a hacer de la peor manera, tirado en un montón de basuras, mis supuestos amigos eran los que me habían apuñalado y pateado hasta que perdí la conciencia, me tiraron ahí como si yo no valiera nada, mientras que mis padres estaban aquí preocupados por si ya había comido, si dormía bien, si me estaba perdiendo en el mundo. Mientras yo estaba tirado allá y veía como toda mi sangre se derramaba en el piso me di cuenta de lo estúpido que había sido, me habían robado mi dinero mis supuestos amigos y encima de eso me intentaron matar; fue la primera vez que quise vivir, en realidad no quería morir de esa manera. Aún no sé cómo hice para caminar hasta la avenida principal, allí un hombre empezó a pedir ayuda, lo demás solo viene en pequeños fragmentos, recuerdo que vi por un momento a Josef gritando como loco y a su lado estaba Keidys que también se veía muy desesperada. Por un momento agradecí que no hubiera sido mis padres, mi madre no lo soportaría, ella es tan frágil que hubiera muerto de un infarto en ese momento. Cuando pude salvarme milagrosamente y recuperé la movilidad en todo mi cuerpo lo primero que hice fue arrodillarme y pedirle perdón a mis padres —Tomás hizo silencio por un momento, los recuerdos de esos oscuros días lo habían invadido—. No quiero que vuelva a suceder, fue horrible, no quiero que mis padres sufran de esa manera, tampoco mis amigos.
Gera quedó sin palabras, ya estaba enterada que Tomás había sido drogadicto por un tiempo, aunque nunca creyó que toda la historia sobre su pasado fuera tan escalofriante.
—Por eso no quieres tener novia ni nada por el estilo —dijo Gera. Ese tipo de momentos no iban con ella, no sabía ni qué hacer o cómo comportarse en ese instante.
—Estoy en terapia, lo más recomendable para estos casos es ir a un centro de rehabilitación y superar la adicción allí. Pero yo no lo quise así porque después para volver a mi realidad sería otro largo proceso, si tengo fuerza de voluntad sé que lo podré superar estando junto con mi familia y mis amigos. Y en respuesta a lo que dices, sí, yo no puedo tener una relación en estos momentos. Antes era del tipo de persona que no tenía novias y si las tenía eran de menos de un mes, solo iba por el sexo y ya, mi vida era un desorden total, me burlaba de las personas y no me importaba lo que saliera de mi boca. Ahora que recibo ayuda profesional la psicóloga me hizo sembrar un árbol en el patio y me dijo que hasta que no floreciera yo no podía tener una relación. Todos los días lo riego, le hecho abono para ver si no se muere, aunque soy pésimo jardinero —Tomás soltó una carcajada.
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Editado: 13.05.2023