En aquel momento que Josef estaba tirado en el piso pudo ver como poco a poco su cuerpo sangraba, aquel monstruo se reía, hablaba de su muerte como si fuera algo chistoso. Nunca creyó que fuera tan horrible el estar en aquella situación, no era capaz de mencionar ni una sola palabra, solo sentía cuando las balas entraban a su cuerpo y su sangre empezaba a rodar por el piso. El miedo en él creció cuando vio que solo estaba ahí, sin nadie que lo ayudara, aquel hombre lo estaba matando justo como lo había hecho con su padre.
Al momento en que sonó el primer disparo los agentes botaron aquellos documentos y corrieron con sus armas de dotación en mano y entraron a la oficina apuntándole al señor Henrique gritando:
—¡Suelte el arma!, ¡suelte el arma!
El señor Henrique gritó:
—¡Déjenme terminar mi trabajo! —y les disparó a los agentes recibiendo él también un certero balazo en el brazo derecho donde tenía la pistola y otro en el abdomen.
Uno de los agentes tenía chaleco antibalas, el otro agente recibió el balazo en la cabeza del hombro. El señor Sandoval corrió hasta el lugar donde provenían los disparos, al entrar encontró la atroz imagen de semejante panorama y gritaba:
—¡Una ambulancia, una ambulancia! —se arrodilló frente a su nieto y soltó el llanto— ¡No…! ¡Mi querido nieto!, ¡esto no puede ser, no está pasando! ¡Dios mío mi nieto!
Mientras el muchacho yacía en un charco de sangre y poco a poco sus luces se fueron apagando debido a la hemorragia.
Al ruido de los disparos los agentes que estaban apostados en las calles de la empresa entraron en acción y los celadores abrieron las puertas y comenzaron a entrar los agentes que al ver la situación bajo control de los agentes secretos pidieron rápidamente ambulancias.
Los paramédicos hicieron lo suyo y las ambulancias salieron a alta velocidad. No pasaron muchos minutos cuando la prensa llegó al lugar de los hechos y la fiscalía tomó el control de las evidencias.
La prensa empezó a publicar el drama que a esa hora de la noche estaba viviendo la ciudad, ya que estas empresas daban trabajo a muchísimos estratos sociales.
Keidys estaba en el comedor junto con su suegra y Tomás cuando escucharon el timbre del portón y pasados unos segundos se vio entrar a Gabriel casi corriendo acercándose a ellos:
—¿Qué sucede? —inquirió Tomás confundido.
En aquel instante a Keidys le llegó una llamada:
—Hola mamá, ¿qué sucede? —contesta, ya que se le hizo extraño que su madre la llamara cuando no hace unos minutos habían hablado.
—Hija, es Josef —responde su mamá.
Gabriel llevó su mirada por todos los allí presentes:
—Es que algo está pasando, en la televisión están hablando de Josef —respondió Gabriel.
En aquel momento entraron en el comedor Alejandra y Mateo con unos rostros muy dramáticos, pero vieron que ya se estaba hablando de la situación. Se escuchó el grito lleno de horror de Keidys a quien se le cayó el celular de su mano.
—¿Qué sucede hija? —preguntó muy preocupada su suegra quien empezaba a asustarse con aquella noticia que estaban trayendo.
La señora ama de llaves entró al comedor con el teléfono en mano:
—Es para usted señora —informó.
La mamá de Josef tomó el teléfono, su rostro palideció por completo y sus manos empezaron a temblar. Keidys no dejaba de soltar el llanto:
—Esto no puede estar sucediendo —decía.
Tomás tragó en seco y llevó su mirada por todos los allí presentes:
—¿Qué le sucede a Josef? —inquirió con nerviosismo.
La muerte corría por los pasillos del hospital, muchas cámaras estaban expectantes por lo que sucedía en aquel sitio. Los periodistas hablaban sobre lo sucedido como si vieran un gran postre, no tenían consideración alguna cuando vieron llegar la madre de Josef junto con Keidys. Al ver a la muchacha se abalanzaron contra ella con interminables preguntas, los guardaespaldas pelearon con la prensa para poder hacer espacio. La policía llegó al lugar e hizo que los reporteros hicieran espacio y los sacaron del hospital.
Keidys veía como todas las miradas se posicionaban en ella, pero solo por el escándalo que había en el momento, todos los canales de televisión tenían parte de un corto vídeo donde sacaban a Josef de la empresa en la camilla. Eso era lo que más le dolía, solo lo veían como el empresario que fue herido, solo por su apellido, pero nadie como un joven que ahora batallaba por vivir.
Entraron al hospital y Keidys veía que la madre de Josef estaba bastante mal:
—Por favor, señora Tatiana, siéntese, está muy mal —dijo Keidys y la hizo sentar en una banca de cristal que había en el pasillo.
La pobre mujer no dejaba de llorar de la preocupación. Vio que el señor Sandoval se acercaba a ellas:
—Señor Sandoval —soltó la señora Tatiana levantándose de la banca.
Todos los que habían llegado con ellos se fijaron en la sangre que el señor traía en su ropa. Keidys sabía muy bien que aquella sangre le pertenecía a Josef:
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Editado: 13.05.2023