Ella es mi monstruo

Háblame de ti

 

Un pequeño pero molesto haz de luz se colaba por mi ventana e iba a parar a mis ojos cerrados. La consciencia empezó a manifestarse y junto con ella, lo terribles síntomas que me aquejarían por el resto del día. Mis párpados se abrieron con reticencia, casi pidiendo permiso para moverse.

Oh cielos, hace tanto tiempo que no me sentía tan mal.

Mi cuerpo se sentía pesado y me dolía la cabeza como si un me hubiese caído un ladrillo. Mi garganta estaba seca y raspaba cuando tragaba saliva. Me giré un poco, desacomodando las sábanas y sentí mi estómago a punto de colapsar. Iba a vomitar mi cerebro, lo juro.

Con fuerza de voluntad y coraje, me senté en la cama. Las náuseas eran atroces por la resaca, pero creo que las ansias por vomitar eran también por el dolor en la espalda. Parecía que me había partido al medio. Revisé mi celular, para ver qué hora era. Siete y media de la mañana.

Me esperaba un grandioso día.

No recordaba exactamente cómo había llegado a mi cama, o qué había sucedido un poco antes de eso. Mi mente estaba llena de flashes relacionados con el partido y resoluciones que había adquirido. Pero tenía la certeza de que Brandon me había traído a casa, ya que había tenido una sucesión de extraños sueños con él.

Me levanté, pero el dolor era demasiado, caminar estaba fuera de mis posibilidades. Así que fui al baño medio arrastrándome. Lagrimones gruesos se escapaban de mis ojos cuando, involuntariamente, hacía algún movimiento desatinado.

Tardé muchísimo tiempo en arreglarme y fue un suplicio. Y era una experiencia nueva, porque nunca antes me había lastimado tan severamente. A pesar de todo el trajín de la rutina matinal, para cuando llegó Brandon estaba lista. Tenía planeado ir al hospital luego de mi hora de estudio con él.

Me senté frente a él, que me miraba con preocupación y recelo.

—¿Qué te sucede? —pregunté con la voz patosa. Me aclaré la garganta, aunque no obtuve gran resultado.

—¿Cómo te sientes? —me respondió con una pregunta.

Suspiré cansada. La respuesta era obvia, ¿no?

—Mal… me duele todo y todavía tengo vestigios de alcohol en mi cuerpo.

—Oh… —fue lo único que dijo.

En cierto sentido me inquietó que no siguiera hablando, pero tenía tantas ganas de vomitar que esa ansiedad pasó a un segundo plano.

Mi cara se contrajo un poco y Brandon se apresuró a servirme un vaso con agua. Lo tomé de a sorbos pequeños. Hacía muchísimo tiempo que no me emborrachaba y me arrepentía de haberlo hecho, ya que me sentía destruida.

—Será la última vez… —le prometí a Brandon, que me miraba algo intranquilo. Incluso había tirado la identificación falsa a la basura, para ni siquiera tentarme a utilizarla nuevamente—. De verdad que no vale pasar por esto por un rato de distención.

—¿No recuerdas lo que sucedió ayer…?

El tono que utilizó me puso en alerta. Me abofeteé mentalmente, por adelantado. Sea lo que fuera, seguro era mi culpa.

—¿Hice algo por lo que deba disculparme? —mi voz fue apenas audible.

Brandon negó con la cabeza de manera lenta y pausada, sin despegar sus ojos de los míos.

—¿Estás seguro…?

—Te traje aquí prácticamente en coma y no te despertaste en ningún momento —explicó de manera apresurada.

—¿Solo eso? —pregunté, no muy convencida.

—Me dijiste que era tierno cuando movía la cabeza hacia un costado… y que querías apretarme los mofletes.

Brandon tomó una profunda bocanada de aire, mientras yo ardía de vergüenza por mis actos borrachos.

—Yo… eh… lamento eso. Te prometo que no volverá a pasar.

—No pasa nada, Amy. Sé bien que no fue tu mejor día, pero diste todo de ti hasta el final.  —Dijo con lástima. Su tierna mirada me provocó un efímero estremecimiento—. Espero que te recuperes pronto de lo que ha sucedido.

No quería llorar, al menos no delante de él. Pero, no pude evitarlo. El vacío se apoderaba de mí y aunque había conseguido lo que me había propuesto, no dejaba de preguntarme si en verdad era la respuesta correcta. Si ya me sentía perdida, ahora ni sabía quién era.

Mis ojos se empeñaron en expulsar el líquido tibio y este recorrió mis mejillas. Me sequé con la manga de mi camiseta y me puse de pie, aunque me costó un poco. Él no me dejó sola, sino que se plantó frente a mí y con cuidado me rodeó con sus brazos. Enterré mi rostro en su pecho, tan cálido y con latidos muy rápidos.

—Quiero que sepas que no estás sola. Tienes mucha gente de tu parte, más de la que piensas. Y yo soy uno de ellos.

—Gra-acias, Brandon —sollocé con fuerza—. Por estar a mi lado. Te debo unas cuantas.

—No me debes nada, Amy. Siempre puedes contar conmigo.

En el abrigo que me proporcionaba, pude sentir el consuelo y alivio que tanto necesitaba. Y durante un par de segundos, tanto el dolor físico como el emocional se desvanecieron.

Me separé un poco de la cobija de sus brazos y le pedí con una seña que se agachara. Él obedeció sin rechistar, un poco confundido. En otra circunstancia me hubiera puesto de pie, pero dado el continuo pinzamiento de mi columna, tuve que recurrir a su colaboración.

Una vez estuvo su rostro frente a mí, lo giré un poco y le di un beso en la mejilla. Mantuve mis labios pegados más tiempo del necesario, porque… porque era agradable. Su piel era suave, tersa y cálida. Así como él mismo. Sentí el cosquilleo en mi boca cuando me despegué.

—De todas maneras, te lo agradezco. Eres el mejor. Y lo siento —le dije, aunque no estaba arrepentida. Brandon negó, pero se veía afectado.

—No-no es nada —tartamudeó con las mejillas coloradas—. ¿P-preparo el desayuno?

Asentí y regresé a mi asiento, sin ánimo de nada. Brandon se movió a una velocidad que envidiaba y en cuestión de minutos, tuve una taza de té caliente en mis manos. El silencio no me incomodaba, pero no quería que empezara a preguntarme si estaba bien, o similares. No quería hablar de mí misma ese día.




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