Salimos del hospital en silencio, una nueva y extraña atmósfera nos rodeaba. Las palabras de mi hermana resonaban en mi mente, no para confundirme, sino reafirmando la resolución que había tomado desde que abrí las puertas del ascensor. O quizás antes… o quizás después. Sí, tendría que resolver mis problemas de autoestima, mi tendencia a la culpa y al pesimismo. Sí, tendría que aprender a perdonarme, a dejar ir el pasado y no dejar que sus ataduras me impidieran avanzar en la vida. Y lo haría. Pero no alejaría a las personas que quería en el proceso.
Estaba agotada, tanto física como mentalmente. Aún así, las ideas nunca habían estado tan claras.
Brandon caminaba despreocupado a mi lado, una sonrisa coloreaba su rostro.
—Tu hermana es una líder nata —comentó con gracia. Hacía frío y se notaba por el vapor que salía de su boca al hablar.
—Sí. Lo siento.
—¿Por qué? Fue divertido, además deja en claro que eres muy importante para ella. Y yo me tomo sus palabras con toda la seriedad del mundo, porque para mí también eres importante, Amy.
Su tono era ligero, pero el ambiente se tiñó de formalidad.
—Brandon, yo…
—Espera, déjame decirte esto ahora, porque he intentado hacerlo toda la semana pasada. —Sonrió, con un deje de frustración—. Fuera de mi familia y de Jason, nadie me conocía. No me interesaba sincerarme con la gente, pero contigo es diferente porque quiero que sepas quién soy, con mis lados oscuros y sombríos incluidos. Y yo también te conozco a ti, Amy. Sé que aparentas ser fuerte, pero lloras a escondidas. Me gustaría que dejaras de hacer eso. Si te sientes triste, no finjas estar feliz; si quieres llorar, llora. Y no cargues con todo sola, por favor te lo pido. Deja de aislarte. Deja de alejarme.
Jenna caminaba a mi derecha con la mirada puesta en lo que tenía enfrente, sin prestarnos verdadera atención y como pocas veces sucedía, me alegró que no le interesara.
Escuchar esas palabras me provocaba una doble reacción. Por un lado, era doloroso porque era la pura verdad. Hacía tanto tiempo que prefería guardarme el dolor para mí misma, porque sentía que esa carga me pertenecía y no tenía razones para molestar a otro con mis problemas. Pero llegaba un punto en el que ese peso se hacía insostenible.
Por otro lado, me sentí feliz de que Brandon supiera lo que me pasaba, aún sin decirlo en voz alta. Y era tan agradable poder contar con una persona a la que de verdad le importas.
Mis brazos envolvieron su torso y apoyé mi mejilla en su pecho. Sus latidos se dispararon y me reí un poco, porque ahora sabía la razón detrás de ese arrítmico palpitar. Era yo y eso se sentía muy bien.
—Gracias, Brandon. Tú siempre estás a mí lado cuando lo necesito. —Él extendió su brazo para apoyar su mano en mi hombro y con cuidado me devolvió el gesto—. Entiendo lo que dices, pero todavía sigo siendo un monstruo que no te merece y del cual deberías alejarte.
Sentí su cuerpo tensionarse por lo que acababa de decir, ya esperando lo peor. Pero, en realidad, no tenía de qué alarmarse en esta ocasión.
—No, Amy…
—Shh… déjame terminar —lo interrumpí para evitar que malinterpretara—. A pesar de esa verdad, soy egoísta y no quiero tenerte lejos. Ni puedo. Antes de que lo dijeras, ya me había decidido a no aislarme, ni alejarme. De ahora en más, apartarme será tu decisión y si así lo quieres, respetaré tus deseos. Pero yo no volveré a moverme de tu lado, me quedaré contigo.
Me apreté más a él, para dejar en claro mi punto. Y escuché su risa incrédula.
—¿Resolviste ese asunto que te atormentaba? —preguntó ilusionado.
Suspiré con pesadez y me separé de él. Miré al suelo y negué con la cabeza, con amargura en el alma. Aunque hubiera deseado lo contrario, no lo había conseguido.
—Aún no puedo perdonarme por lo que hice… si fuera más sencillo hacerlo, no habría renunciado al volleyball en primer lugar. No es que no lo intente, Brandon —mi voz se quebró en ese punto, haciéndome sentir débil y derrotada—. Cada día de mi vida, mi único deseo siempre ha sido seguir adelante. Pero a veces es tan duro y siento que no tengo derecho a quejarme.
No pude continuar hablando por dos razones. La primera, que un nudo se instaló en mi garganta, atravesándola de dolor y congoja. Era una tortura de la cual no podía escapar.
Pero la segunda razón era lo contrario, un bálsamo curativo. Las manos de Brandon se había ubicado en mi nuca y su rostro estaba apoyado en mi hombro. Susurraba una lluvia de palabras confortantes tales como ‘no te preocupes’, ‘ya lo conseguirás’, ‘todo estará bien’. El abrazo era tan profundo y consolador que sentí un insondable vacío cuando se separó de mí.
—Seguirás adelante y yo estaré contigo para verlo —afirmó con toda la certeza del mundo.
Sonreí incrédula, a pesar de esa seguridad. No se podía cambiar de la noche a la mañana. Pero si había algo de lo que estar segura, era que si él permanecía cerca, yo me convertiría en una mejor persona. Él confiaba en mí y no podía decepcionarlo.
—Yo también espero verlo. —Es increíble qué tan lejos estás dispuesto a ir cuando alguien cree en ti. Me puse de puntas de pie y le di un sonoro beso en la mejilla, que no tardó en calentarse contra mis labios—. Aunque ya no compartiremos clase, el martes te espero en casa para charlar un poco.
—D-de acuerdo.
Su rostro estaba a unos centímetros del mío, todo colorado por el tono y sentido de mis palabras. Le habría dado un beso descaradamente, si no estuviéramos en presencia de mi hermana menor. Pero me porté bien y me separé de él con pesadez. Me sentía triste por dejarlo ir, pero sabía que tenía que continuar mi jornada y no podía retenerlo más. Brandon siguió su camino, girándose cada tanto y yo permanecí en aquel lugar observándolo también, hasta que se perdió entre la multitud de personas que transitaba por la zona.