Carlo se sentía desquiciado, más que furioso. Ver a Eliana le desató los demonios de la lujuria, pero ese no fue el problema; el problema fue que toda la noche estuvo debatiéndose en sueños y pesadillas, así como en ratos de insomnio; la comparación entre la chica y Gustavo, pero parecía que ninguno destacaba más que el otro. Eliana seguía siendo su objeto de deseo, se la saboreaba sin haberla tocado, fantaseaba con su cuerpo y con la posibilidad de llegar a tenerla, pero entonces, aparecía Gustavo como un golpe demoledor y se negaba a aceptar lo que el muchachito le provocaba, no se permitía fantasear con él, aunque su mente le jugara en contra al recordar los besos compartidos. Es que no tenía ninguna lógica. No le gustaban los hombres y estaba seguro de eso. Quería golpearse la cabeza, sacarse el cerebro y exprimirlo para de esa manera deshacerse de toda la confusión con que cargaba.
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Editado: 09.11.2024