Capítulo 2 - La gran familia -

Encontré otra foto, una maravillosa foto familiar, típica, pero aunque no es original, me llamó la atención. 

Era mi octavo cumpleaños y como era costumbre se organizaba una barbacoa con toda la familia y amigos; yo estaba en el centro con un maravilloso tiramisú y el número 8, a mis lados mis padres, supongo sea la única foto con ambos desde la separación, cada uno sonriendo y abrazándome; detrás de mí estaba mi abuela con la mano en mi cabeza, supongo que en aquel momento me estaba arreglando alguna mecha que se había salido de la coleta, siempre quería verme con el pelo y la ropa bien puesta. A su lado, mi abuelo paterno, posaba con una sonrisa y una postura firme como militar que fue en sus años. 

Viéndolo sonreír se me escapó una lágrima, llevaba ya tres años sin él, pero no obstante ya había pasado tiempo, su ausencia se notaba mucho, también en las pequeñas cosas. Fue una relación a distancia, ya que vivía en otra provincia, pero con sus ochenta años se hacía sentir llamándome por redes sociales, mandándome fotos como si fuera un influencer y realmente podía serlo con tantos amigos virtuales por todo el País. Él me enseñó que la distancia poco importa cuando quiere a alguien, me lo decía muchas veces y además me lo demostraba cogiendo el coche y hacer más de cien kilómetros para verme solo un par de horas.

Detrás de ellos ya empezaba la otra parte de la familia; tías, tíos, primos y primas, éramos más de veinte entre todos,  familiares, amigos que celebraban conmigo mi cumpleaños, los mismos que en poco habría dejado en el pasado para cambiar mi vida, los mismos por lo cuales no ponía las manos en el fuego para su presencia después de la mudanza al extranjero. Para mí eran solo unos cuantos kilómetros, “pero no todos saben ir más allá que los números”, o así decía mi abuelo.